El fuego del activismo
RAFAEL LOZANO
La pandemia de coronavirus y sus efectos en todos los ámbitos dan relevancia a posturas vitales y debates como los que desde hace más de cincuenta años agita Wendell Berry (Kentucky, Estados Unidos, 1934) desde su granja, de los que este volumen recoge una muestra en forma de recopilación de ensayos breves. Son más de 30 piezas publicadas entre 1968 y el 2011; por tanto, las más antiguas fueron escritas poco después de que este novelista, poeta, filósofo y granjero diera el crucial paso de regresar de Nueva York a sutierranatal,abandonandounaprometedora carrera de profesor universitario para obedecer la llamada del terruño.
Autor de más de 60 libros –escritos siempre a mano, pues, como defiende en “Por qué no voy a comprarme un ordenador” (1987), no reconoce ninguna ventaja a las computadoras frente al lápiz y el papel–, Berry es tan conocido en círculos conservacionistas como ignorado por el gran público, aunque eso no lo alinea como ecologista: para hacerse una idea de su adscripción ideológica, basta con leer “De la desconfianza hacia los movimientos” (1999). Tampoco su llamativa decisión fue un calco de la famosa experiencia de Thoreau; como explica en la pieza que abre este volumen, “Una colina de origen” (1968), su opción por desarrollar su carrera literaria al pie de un arado se apoya “en la relación con unas hectáreas de tierra que eran mías por herencia y nacimiento y en la intimidad que la mente crea con el lugar en el que empieza a comprender el mundo. Todas las dudas y los titubeos quedaron olvidados al observar en qué se convertía mi vida en Kentucky: nada me aburría ni me empequeñecía ni me embrutecía aquí; al conresponsabilidades trario, empecé a sentirme más vivo y más lúcido que nunca”.
En “La creación de una granja marginal” (1981) profundiza en esta reflexión: “Al volver a casa y asentarme aquí, empecé a vivir en mi tema, y a aprender que vivir el propio tema no es lo mismo, en absoluto, que tener un tema (...) La relación que uno mantiene con su tema deja de ser simplemente emocional o estética, o simplemente crítica, y se vuelve problemática, práctica. Se vuelve, también, una responsabilidad”. Ese “vivir el propio tema” como escritor inspira sus reflexiones, inflama y da coherencia a su discurso, que encuentra en el ensayo el vehículo ideal. Toda la potencia literaria y el arsenal intelectual de Berry se ponen al servicio de la defensa de su decisión y de lo que la hace viable: la salud de la tierra y de las comunidades que la habitan sin esquilmarla.
La agricultura industrial, las multinacionales sin alma, la alienación del individuo arrojado de su tierra a la ciudad, la pérdida de los valores, la dejación de las personales, el derroche de recursos, las políticas indiscriminadas o el individualismo desarraigado son algunas de las víctimas de la elocuencia de Berry. Su cruzada es por la responsabilidad personal; por la conciencia del valor “incalculable” de los recursos naturales, empezando por la tierra; por la frugalidad; por la autosuficiencia y el trabajo que merece la pena hacer; por la vida pausada; por las comunidades pequeñas donde cada persona cuenta.
Que para armar esa batalla despliegue todas las artimañas estilísticas que caben en el ensayo –y en el libro los hay de todo tipo, desde los de tono más poético hasta escritos de combate u otros de cariz relajadamente argumentativo– garantiza al lector que, tanto si empatiza con su visión del mundo como si jamás se ha planteado plantar lechugas, alimentar gallinas y aspirar a la contemplación de la naturaleza impoluta, no se aburrirá con la lectura de este libro. En tiempos que invitan a plantearse nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos, los ensayos de Berry excitan la incomodidad de ver muchas de nuestras seguridades cuestionadas por el fuego del activismo. |
La agricultura industrial, las multinacionales sin alma, el derroche de recursos... son víctimas de la elocuencia del autor