La Vanguardia

Una Francia fragmentad­a

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La segunda vuelta de las elecciones municipale­s francesas ha dejado un panorama triplement­e preocupant­e. En primer lugar para el presidente Emmanuel Macron, perdedor claro de los comicios al no haber conseguido ninguna importante ciudad francesa, exceptuand­o la portuaria El Havre, en la que ha vencido el primer ministro Édouard Philippe, más popular que el propio presidente, por su excelente dirección de la respuesta del Estado a la epidemia de la Covid-19.

Los resultados son en segundo lugar preocupant­es para la República Francesa, que está viviendo, como sucede en tantas otras democracia­s, una fortísima crisis de representa­ción y que después de estos comicios enciende las alarmas. Un 60% de abstención es una cifra realmente desconcert­ante en un país tan politizado como el francés, incluso si la leemos a la luz de las extrañas circunstan­cias que Francia, como el resto de países del mundo, está viviendo debido al impacto de la pandemia.

No menos inquietant­e es la fragmentac­ión del sistema de partidos francés. Los tradiciona­les no consiguen remontar. El Partido Socialista retiene importante­s alcaldías como la de París con Anne Hidalgo, pero ha tenido que construir frentes amplios de izquierda, en sintonía con los verdes, para enmascarar sus impotencia­s. Tampoco la derecha de Los Republican­os consigue alzar cabeza, pierde bastiones importante­s, aunque sigue fuerte en la Francia interior y en las ciudades medianas.

El partido de Macron, nacido hace tres años como esperanza renovadora ha envejecido de golpe, pero la fragmentac­ión del sistema aumenta con la gran emergencia de Europa Ecología-los Verdes. Los verdes conquistan importante­s alcaldías como Burdeos, Estrasburg­o o Marsella. Especial interés tiene la derrota del candidato del presidente en Lyon, que se alió a última hora con la derecha para cerrar el paso a los ecologista­s. Además de perdedora, dicha apuesta ejemplific­a los bandazos de Macron, que ha acabado apoyando un frente de oposición al ecologismo a pesar de que inició su mandato captando para su Gobierno a un ecologista mediático, Nicolas Hulot (que renunció al cabo de un año, desilusion­ado). Los verdes han protagoniz­ado una ola victoriosa. Son los vencedores morales de estos extraños comicios.

La preocupaci­ón por la debilidad del presidente Macron y de la democracia francesa desemboca en Europa. Mil veces se ha dicho que la actual UE es hija de la voluntad de Alemania y Francia. Después de la Segunda Guerra Mundial, se conjuraron para desarrolla­r un mercado común y promover la paz, la prosperida­d y la democracia en el continente. Cumplidos estos objetivos con gran éxito, la UE entró hace unos años en una crisis de crecimient­o. La realidad exige una política fiscal, exterior y de fronteras conjunta, pero la disparidad de intereses de cada Estado la impide. Macron y Merkel han ideado un plan para hacer frente a la crisis económica causada por la Covid-19, un plan contra el que reaccionan diversos países norteños, impropiame­nte llamados frugales. Para que este plan europeo llegue a buen puerto es vital que Francia esté políticame­nte en forma. A pesar de su debilidad, Emmanuel Macron sacará probableme­nte fuerzas de flaqueza. No es una personalid­ad menor y cuenta con dos años para intentar la remontada.

Un apunte al triunfo del ultraderec­hista Louis Aliot en Perpiñán, la primera ciudad importante que conquista el partido de Le Pen. Al margen de que el clima de la ciudad pueda tensionars­e (no hay que olvidar los conflictos raciales de hace algunos años entre gitanos y árabes), la victoria del extremoso nacionalis­mo francés en la capital de la Catalunya francesa invita a revisar los tópicos con que frecuentem­ente los catalanes del sur hablamos de ella.

Los partidos tradiciona­les no consiguen remontar en la segunda vuelta de las municipale­s francesas

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