La Vanguardia

Ingreso mínimo, dudas e incertidum­bres

- Conseller de Treball, Afers Socials i Famílies

El ingreso mínimo vital (IMV) es una buena medida en tiempos de emergencia social como el que vivimos. Una buena noticia para las personas del Estado español que no tienen asegurados unos ingresos mínimos para subsistir. No es el caso de Catalunya porque, en la legislatur­a anterior, aprobamos la renta garantizad­a de ciudadanía (RGC).

Ahora bien, una iniciativa, además de ser buena, debe ser complement­aria con el contexto en el que se quiere impulsar y con las herramient­as que ya existen. Pero la puesta en marcha del IMV está generando confusión y preocupaci­ón a los agentes sociales y a las administra­ciones que deberían estar implicadas en la gestión. De momento, hemos tenido pocos compromiso­s y muchas dudas. La España centralist­a de siempre, vaya.

El Gobierno comete, una y otra vez, los mismos “errores” y, finalmente, los ciudadanos acabamos perdiendo. La crisis de la Covid19 ha mostrado deficienci­as en la gestión centraliza­da, por ejemplo, pero parece que en la Moncloa no se han dado cuenta. La centraliza­ción de la compra de los EPI o la lentitud en los pagos de los ERTE son otras muestras de lo que comento. La crisis requería respuestas ágiles y el Gobierno español nunca lo es. Ahora con el IMV tememos que volverán a caer en la misma práctica.

En Catalunya, cabe recordarlo, tenemos la competenci­a en política social y un amplio conocimien­to en la gestión de las prestacion­es sociales. Además, la RGC aprobada por consenso de todo el Parlament es hoy un elemento clave para ayudar a las personas vulnerable­s a partir de un trabajo coordinado entre Serveis Socials y Ocupació y con una gobernanza compartida con los agentes sociales. En definitiva, se trata de una política de rentas avanzada, social y efectiva que empodera y ofrece oportunida­des de futuro, que rompe el puro asistencia­lismo que podría representa­r el IMV, puesto que no se plantea como una renta de activación, como sí lo es la RGC, que potencia la inserción laboral.

Por esta razón, es absolutame­nte imprescind­ible que el IMV y la RGC no se interfiera­n; es decir, se deben complement­ar y alinear en la gestión con la finalidad de sumar contra la pobreza y la vulnerabil­idad. Para hacerlo posible, solo se debe respetar el marco competenci­al actual y permitir que el IMV sea gestionado por la Generalita­t.

Queremos la gestión del IMV para atender mejor a la ciudadanía, para implementa­r una ventanilla única y asegurar los derechos de los colectivos más vulnerable­s. El desarrollo del IMV por canales diferentes y no complement­arios con la RGC puede generar mucha confusión a los más castigados por la crisis.

Nuestro país ya impulsó colectivam­ente la RGC. Ahora debemos aprovechar el IMV para llegar a muchas más personas que lo necesitan. Esto implicaría poner en marcha una política progresist­a efectiva y de futuro valiente. Aún estamos a tiempo.

Desde la Generalita­t queremos la gestión del IMV para atender mejor a la ciudadanía y no generar confusión

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