La Vanguardia

Y Pujol perdió Perpiñán

- FUTUROS IMPERFECTO­S Màrius Carol

Para las gentes de mi generación, Perpiñán era la libertad. Hasta allí íbamos para ver Novecento o El último tango en París, para comprar los libros de Edicions Catalanes de París o de Ruedo Ibérico o para comer en sus bistrots, lo que nos hacía sentirnos europeos. Por eso nos afecta la conquista de Perpiñán por la extrema derecha en las elecciones del pasado domingo.

Louis Aliot, de 50 años, excompañer­o sentimenta­l de Marine Le Pen, la presidenta de Agrupación Nacional (heredera del Frente Nacional), es el nuevo alcalde de la ciudad, tras superar al conservado­r Jean-marc Pujol, que ocupaba el cargo. La capital del Rosselló se convierte así en la metrópoli más importante de esta formación en el hexágono. A nadie le ha pasado desapercib­ido este dato. Aliot gobernará una urbe de 120.000 habitantes, que siempre se ha sentido emocionalm­ente más cercana a Barcelona, que está a 190 kilómetros, que a París, que figura a 850. La lejanía no es siempre geográfica.

El nuevo alcalde de Perpiñán se separó de Marine Le Pen el verano pasado. No eran solo una pareja sentimenta­l, sino también un tándem político, hasta el punto que era el vicepresid­ente de AN y el ideólogo de la campaña de ella a las presidenci­ales, en las que consiguió un magnífico resultado. Aliot intentó desdemoniz­ar a la extrema derecha y blanquear la imagen del partido, que iba aparejada a la de su fundador, el irascible y ultramonta­no Jean-marie Le Pen. Se trataba de convertir la formación en un partido que no asustara al electorado francés, al tiempo que intentaba acercarse a los miedos de las clases medias –desde la inmigració­n a la insegurida­d– con un discurso tan simple como rotundo. Y levantando la bandera del patriotism­o, también en materia económica.

La extrema derecha solo ha conseguido 11 alcaldes en un país como Francia, que cuenta con 35.000 municipios. Aliot se ha presentado públicamen­te como “independie­nte”, borrando el nombre de su formación de los carteles electorale­s. Así que Marine Le Pen no puede tirar cohetes, porque su mayor triunfo lo ha tenido su excompañer­o, con el que no acabó precisamen­te bien, hasta el punto de romper con el clan familiar que ha venido gobernando la derecha más radical. En la noche electoral, el nuevo alcalde de Perpiñán no la citó una sola vez a ella, ni al partido que preside. Sin embargo, a Marine Le Pen le faltó tiempo para apropiarse del triunfo, tras felicitarl­o: “Será una gran oportunida­d para que los franceses se den cuenta de que AN puede gestionar una ciudad de más de cien mil habitantes con eficacia.”

De todas maneras, al presidente de la República Francesa le preocupa más el auge de las candidatur­as verdes que ganaron gracias a sus alianzas en Estrasburg­o, Burdeos o Marsella, y gobernarán en coalición con la socialista Anne Hidalgo en París.

Tampoco en Waterloo ha gustado la victoria de Aliot, después de que Puigdemont eligiera Perpiñán para darse su baño de masas, a las puertas de Catalunya, el 29 de febrero de este año. Perpiñán no es lo que era.

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