Temporeros de la fruta, una emergencia social
Los temporeros destapan la fragilidad de los sectores más débiles ante la crisis sanitaria El alcalde dice que el sábado solo 21 jornaleros pernoctaron al raso; es una cifra muy optimista La plaza de los Gramàtics ya es ‘plaça dels Africans’: magrebíes
Descansa, si eso es descansar, en un banco de la avenida Catalunya. Está sentado, reposa la cabeza sobre su maleta y ha entrelazado las asas de su mochila en una pierna. “Para que no me la roben”, dice. Son las 7 de la mañana y este temporero sin papeles no es el único ni mucho menos que ha dormido al raso en Lleida.
Hay más en esta misma arteria y en la plaza de los Gramàtics, en el corazón del distrito Mercat del Pla, en el centro histórico. Según Pepeta, de 74 años, esta es la plaça dels Africans. De los africanos .En honor de los vecinos, la mayoría se apiadan de ellos. Unos versos de Carlos Barral resumen sus sentimientos: “Extranjero en las puertas, no estás solo, / mi apurada tristeza te acompaña” (del poema La cour carrée).
También, claro, hay quienes se quejan de insalubridad. Lo cierto es que ya querría el Raval de Barcelona amanecer como amaneció ayer la plaça dels Africans . El nombre le hace justicia. Divididos por afinidades. Los magrebíes, en una esquina; los subsaharianos, que son mayoría, en las otras tres. ¿Por qué han rehusado la seguridad del alojamiento municipal en los pabellones de la Fira de Lleida? Cada uno da una respuesta. Porque llegaron tarde y pasadas las 23 horas no se puede entrar, porque prefieren quedarse con sus paisanos, porque…
En bancos, en jardines, incluso bajo los voladizos de la Fira de Lleida (en la madrugada del sábado al domingo al menos seis migrantes prefirieron dormir allí, y no en las camas habilitadas por el Ayuntamiento en el interior). “Dentro hace mucho calor”, dicen los argelinos Rachid y Jamel, que aceptan hablar a cambio de un cigarrillo. Su interlocutor no fuma, así que eso es cuanto dicen. Pasarán la noche cerca del parque de los Camps Elisis. Dos más.
Algunos alojados en los pabellones 3 y 4 salieron para hacer los últimos rezos de la noche, o los primeros del día, según se mire, y luego regresaron. Pero otros se quedaron fuera o ni siquiera llegaron a entrar. Además de en las cercanías de la Fira, la mayoría de quienes pernoctaron al raso lo hicieron en el centro de la ciudad. A primera hora de la mañana es imposible no verlos en casi cualquier punto del municipio. A las 9 de la mañana, un joven seguía tumbado en un banco junto al parking de la plaza Blas Infante. Una de las frases más conocidas del padre del andalucismo es: “Campesinos, no emigréis, combatid”. Pero quizá sea más apropiado recordar lo que dice Ferran Busquets, director de Arrels Fundació: “Quien duerme en las calles de Barcelona no duerme”. Los voluntarios de la fundación aseguran que estas personas apenas logran dormir más de 40 minutos seguidos. Y eso es válido para Lleida.
Hay algunos afortunados, co
mo el temporero que ha aparcado su Citroën Jumpy en el Turó de la Seu Vella. No hay dormitorio con mejores vistas en toda la ciudad.
Agricultores de la Horta de Lleida se sienten señalados injustamente por un problema que no han creado. “La Guardia Civil viene periódicamente a inspeccionar los contratos. Si hay alguien que no hace las cosas bien, que se le sancione, pero que no se responsabilice a todo el colectivo. Me gustaría saber si se pone el mismo celo en controlar la situación de las empleadas del hogar de la zona alta de Barcelona”, explica uno de estos payeses.
La consellera de Salut, Alba Vergés, culpó ayer directamente al Estado de la situación, ya que el 90% de los temporeros alojados en la Fira de Lleida está en un laberinto jurídico: no tienen papeles y por lo tanto no se les pueden hacer contratos de trabajo, pero cada año siguen llegando a Lleida. “De nada sirve mirar para otro lado”, concluyó la consellera ante los micrófonos de RAC1.
Esa misma expresión fue utilizada por el alcalde la ciudad, Miquel Pueyo, en una entrevista a la agencia Efe. “El Estado –denuncia–
ha mirado hacia otro lado” mientras en pleno estado de alarma llegaban a la capital y a la comarca del Segrià temporeros sin contratos y sin posibilidad legal de tenerlos. No es nada nuevo: pasa cada año, pero en esta ocasión con una pandemia que no está controlada. Pandemia y xenofobia pueden ser una pareja explosiva. Algunos alcaldes de la comarca ya han alertado contra este peligro, como Manel Ezquerra, de Alcarràs, que ha pedido que se desvinculen los rebrotes de los migrantes. Ayer se le sumó
Miquel Pueyo, que culpó del rebrote “más a la vida social que a la actividad laboral”. Según el alcalde, la Guardia Urbana únicamente vio a 21 temporeros durmiendo al raso “en toda la ciudad”el sábado. Vecinos del centro histórico la consideran una “estimación muy optimista”. Una pancarta en la calle Tallada lo resume: “Silenci, temporers dormint al carrer!”. ¿Alguien pondría una pancarta así por 21 personas?
Camino de la Paeria, junto a una pintada que recuerda que la ciudad no está en venta (“Dear Tourist, this city is not available”), el cronista ve al senegalés Abdou, a quien conoció el día anterior ante el pabellón 3 de la Fira, junto a un mediador cultural. Ha quedado con unos amigos en la calle Tallada. Reconoce de malos modos que no tiene papeles. –¿Y por qué has venido? –¿Porque no tengo papeles, pero sí una familia en Senegal?
Una reciente campaña de publicidad explica que debajo de las mascarillas se adivinan las sonrisas. Es verdad. Pero también delatan los gestos de dolor, como los de Abdou al hablar de los suyos, lejos de su país y lejos de todo.
El Govern y la Paeria culpan de la situación al Estado y le acusan de “mirar a otro lado”
“Si alguien incumple la ley, que se le castigue, pero que no se señale a todo el colectivo”