La Vanguardia

India y Nepal se tiran sus nuevos mapas a la cabeza

Ambos países se arrogan una zona del Himalaya en disputa

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

La guerra de mapas en el Himalaya se ha extendido a Nepal. Por si India no tuviera bastantes frentes abiertos en China y Pakistán, acaba de abrir uno nuevo en Kalapani. Esta zona en disputa fue incluida en su nuevo mapa oficial, que recoge la separación del Ladakh de Jammu y Cachemira.

Ante dicha anexión cartográfi­ca, Nepal ha publicado su propio mapa oficial, que también incluye Kalapani. Y como la silueta del país forma parte del emblema nacional, también éste ha sido modificado, con un estrecho cuerno en su extremo occidental.

Se prolonga así la avalancha de consecuenc­ias por la derogación del estatus especial de la Cachemira india y su reorganiza­ción, decididas unilateral­mente por el Gobierno de Narendra Modi.

Aunque el ejército indio patrulla Kalapani desde la guerra sinoindia de 1962, Katmandú nunca ha dejado de reclamarla, aduciendo que el río que delimita la frontera nace más al oeste.

Hace dos meses, el ministro de Defensa indio inauguró una carretera que atraviesa Kalapani a lo largo de 19 kilómetros, hasta la frontera. Algo que colmó el vaso para el Gobierno nepalí, en manos del Partido Comunista, que ha promovido una enmienda constituci­onal que incorpora a su mapa esos 400 kilómetros cuadrados. La enmienda recibió la aprobación unánime de ambas cámaras y ya ha sido firmada por la presidenta.

El jefe del ejército indio ha dicho al respecto que Katmandú está obrando “en favor de terceros”. Pero tampoco India habría acabado la carretera sin un trato con Pekín, a fin de reducir de tres semanas a una el tiempo necesario para los peregrinos indios. Estos acuden al monte Kailash y al lago Manasarova­r, en el Tíbet, sagrados en tanto que Olimpo de Shiva y manantial del Indo.

Cabe decir que en Nepal aún escuece el bloqueo indio de hace cuatro años, que contrasta con la oferta china de conectar Lasa y Katmandú por tren y facilitarl­e el uso de sus puertos. En otoño, Xi Jinping realizó la primera visita de un dirigente chino a Nepal desde 1996, para desazón de los exiliados tibetanos que aún quedan.

Como trasfondo, permanecen congeladas las posiciones de los ejércitos indio y chino en Cachemira oriental, entre el Ladakh bajo control indio y Aksai Chin, bajo control chino. Hace tres semanas, veinte soldados indios murieron en el valle del río Galwan. La escaramuza a garrotazos, al pie de un precipicio, dejó a docenas de soldados con heridas en la cabeza, y 17 de ellos murieron luego por hipotermia al despeñarse al río cuando ya anochecía. Pekín no ha facilitado cifras de bajas entre sus filas, pero la batalla campal implicó a cientos de tropas y duró horas.

Si no hubo más muertos fue por el acuerdo de patrullar sin armas. Pero en cualquier caso, es la primera escaramuza sino-india letal desde los años setenta. Los medios oficialist­as chinos acusan al ejército indio de intrusión –los medios indios, lo contrario–, de inadaptaci­ón a las alturas y de deficienci­as logísticas, que habrían retrasado el auxilio. Aunque es precisamen­te el empeño en impedir mejoras logísticas indias lo que está en el origen del choque.

China también ha devuelto a diez soldados indios cuya cautividad ni siquiera había sido revelada, en una India donde la pandemia sigue en fase ascendente.

El primer ministro Modi, que reserva la contundenc­ia para Pakistán, habría declarado ante su partido que “no ha habido intromisió­n china en territorio indio”. Aunque el pasado viernes viajó al Ladakh para avisar de que “la era del expansioni­smo ha terminado”. China ha replicado que no mantiene litigios fronterizo­s con ningún vecino, excepto India y Bután, país al que Nueva Delhi prohíbe mantener relaciones diplomátic­as con Pekín.

Ambos países han modificado sus cartas oficiales para incluir la zona de Kalapani, que se disputan desde 1962

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