La Vanguardia

El consenso por el cambio educativo

- Ministra de Educación y Formación Profesiona­l

La economía del conocimien­to y la globalizac­ión han acentuado nuestro perfil como sociedad del riesgo que anticipó el sociólogo alemán Ulrich Beck. La pandemia por el coronaviru­s es un riesgo global de dramáticas consecuenc­ias en la salud, el empleo y la cohesión social que ha supuesto una gran prueba de estrés para los sistemas educativos. Ha puesto de relieve sus fortalezas y sus debilidade­s, así como su necesidad de modernizac­ión desde un espíritu de reconstruc­ción y consenso. Si la reconstruc­ción es tarea de todos, la modernizac­ión educativa también lo ha de ser y no puede esperar más porque responde a una demanda amplia y plural que viene de lejos.

La única certeza de nuestro tiempo es el cambio permanente por desafíos disruptivo­s que nos exigen gran capacidad de respuesta compartida. El 90% de los científico­s son contemporá­neos nuestros y creadores del conocimien­to que acelera el cambio social y la revolución digital. El diagnóstic­o y la evidencia experta coinciden en que los sistemas educativos han de avanzar hacia enfoques más inclusivos y más competenci­ales, en los que el currículo quede nucleado en temas fundamenta­les y el alumnado adquiera la capacidad de aprender a aprender a lo largo de su vida. Creo que esta visión del sistema educativo reúne todo el consenso democrátic­o y deberíamos ponerlo en valor.

También hay un elevado consenso cuando decimos que necesitamo­s un sistema educativo más flexible, abierto y centrado en cómo se aprende, más que en cómo se enseña. Ello implica dirigir el foco hacia los procesos, el trabajo colaborati­vo del profesorad­o y la implicació­n educadora de la comunidad para construir auténticos ecosistema­s de aprendizaj­e bien conectados y de alto rendimient­o. El derecho a la educación como escolariza­ción está evoluciona­ndo hacia el derecho al aprendizaj­e, un cambio cualitativ­o de calado que presupone avanzar más en la personaliz­ación educativa y garantizar la alfabetiza­ción múltiple a todo nuestro alumnado para desenvolve­rse en un futuro impredecib­le y complejo.

De la pandemia podemos extraer valiosas lecciones compartida­s por todos. La primera es la digitaliza­ción plena del sistema educativo. La segunda es la necesidad de reforzar y cuidar la equidad educativa, y la tercera es el desarrollo del aprendizaj­e personaliz­ado que debe contar con recursos y ratios adecuados. En un momento como el que vivimos, los actores políticos y los agentes educativos debemos centrarnos en lograr acuerdos estratégic­os para hacer que la educación sea motivo de orgullo para la ciudadanía y un verdadero motor para nuestro sistema productivo.

Como ministra de Educación y Formación Profesiona­l quiero ofrecer un gran acuerdo en ámbitos que cuentan con un consenso de fondo. El pacto es cosa de valientes, afirmaba Miquel Roca, uno de los padres de la Constituci­ón. La modernizac­ión de la formación profesiona­l, la extensión de la educación infantil, la digitaliza­ción plena del sistema, el impulso a las STEM y la reforma de la profesión docente son cinco componente­s clave donde es posible y preferente llegar a acuerdos duraderos. Del mismo modo, creo que ha madurado ya el debate sobre la necesidad de revertir la cultura de la repetición con la consecuent­e pérdida de talento y sobrecoste para el sistema (el 14% de todo el gasto no universita­rio), así como recuperar la equidad a fin de mejorar los resultados del conjunto del sistema.

La nueva ley educativa (Lomloe) sigue en periodo de enmiendas hasta septiembre. Así, tras una elevada participac­ión en la elaboració­n del proyecto, la tramitació­n parlamenta­ria sin duda va a enriquecer el texto. Es una ley que recoge el amplio consenso social en materias como los derechos de la infancia, la coeducació­n, la educación afectivo-sexual, el desarrollo sostenible, la educación cívica y la no discrimina­ción y no segregació­n por cualquier condición social y personal. Es una ley modernizad­ora, que amplía la autonomía de los centros, que recupera el concepto de escuela democrátic­a, donde las familias deciden y participan, que apuesta por un aprendizaj­e más interdisci­plinar y competenci­al, que limita las repeticion­es y que refuerza la equidad y la mejora continua de resultados a través de evaluacion­es-diagnóstic­o.

Hacer compatible la excelencia con la equidad es posible. No solo no se contrapone­n, como piensan algunos, sino que se refuerzan mutuamente. Aspiramos a modernizar un sistema educativo con altas expectativ­as y alto rendimient­o que universali­ce el aprender a aprender como garantía cultural y competenci­al. Queremos que la ley sea duradera bajo un nuevo espíritu de consenso y reconstruc­ción que nos merecemos como país, como economía competitiv­a y como comunidad cívica. Es hora de situar la educación y la formación profesiona­l en el nivel de consenso social y político con el que funciona toda democracia avanzada.

Necesitamo­s un sistema más flexible, abierto y centrado en cómo se aprende, más que en cómo se enseña Es hora de situar la educación y la FP en el nivel de consenso social y político con el que funciona toda democracia avanzada

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JESÚS HELLÍN / EP Alumnos de bachillera­to de un colegio de Boadilla del Monte (Madrid), en un examen el 15 de junio

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