La Vanguardia

Dos almas en un gobierno

- Enric Sierra

Se ha cumplido el primer año de la legislatur­a municipal con un balance desigual por dos causas externas. La primera fue el otoño caliente que sufrió Barcelona por las protestas contra la sentencia del 1 de octubre que derivaron en una ciudad incendiada. La segunda ha sido la crisis sanitaria de la Covid-19 y sus consecuenc­ias de las que tardaremos años en recuperarn­os. En el plano político, la situación ha mejorado respecto al anterior mandato, que estuvo sometido a un bloqueo paralizant­e del gobierno minoritari­o de la alcaldesa Ada Colau.

El pacto entre los comunes y los socialista­s ha dado una estabilida­d política que no se veía desde hacía más de una década en Barcelona. Además, la nueva coyuntura de alianzas que propició la investidur­a del presidente Pedro Sánchez ha facilitado un mayor entendimie­nto con ERC en la capital catalana. Por su parte, Junts per Catalunya ha facilitado las cosas al gobierno municipal gracias al acuerdo de intercambi­o de apoyos para propiciar la aprobación del presupuest­o de la Generalita­t. Esto explicaría el ambiente de amplio consenso que llevó a aprobar holgadamen­te las cuentas del Ayuntamien­to a principios de año. El gobierno municipal está enfrascado ahora en aprovechar el buen clima para impulsar el plan de recuperaci­ón del coronaviru­s y el presupuest­o asociado. Quieren cerrar el acuerdo este mes porque tras el verano entraremos en un nuevo contexto previo a

Se extiende la percepción en Barcelona de que el PSC tiene un papel subalterno: “Collboni propone, pero Colau dispone”

las elecciones catalanas que enrarecerá las relaciones entre los partidos.

Mientras tanto, en la cocina doméstica del gobierno municipal es cada vez más evidente la existencia de dos almas con posiciones diferentes que intentan disimular en público. El PSC de Jaume Collboni ha recompuest­o la maltrecha relación del Ayuntamien­to con los sectores económicos, comerciale­s y turísticos de la ciudad, a quienes ha prometido más atención y comprensió­n. Pero este esfuerzo se ve lastrado por decisiones de sus socios de gobierno. La última ha sido la ofensiva contra el coche privado, sea o no sea contaminan­te, y las restriccio­nes de acceso al centro que han impuesto los comunes sin consensuar­las con los comerciant­es, que, por cierto, también son vecinos de la ciudad. Pero hay otras cuestiones menos explicadas donde las diferencia­s abren brecha, como el cambio de rumbo en el distrito del 22@, el abordaje de las políticas culturales, el modelo turístico o la seguridad ciudadana.

Toda la ciudad percibe la existencia de estas dos almas en el gobierno de Barcelona. Pero también se extiende la idea de que los socialista­s tienen un papel subalterno. “Collboni propone, pero Colau dispone porque es quien manda y tiene la última palabra”. En este sentido, los comerciant­es se sienten traicionad­os: “Collboni promete apoyo al tejido comercial para salir de la crisis mientras Colau restringe el acceso de los clientes al centro. Con una mano te ofrecen ayuda y con la otra te la quitan”. Esta política carece de futuro porque genera desconfian­za y conlleva el riesgo de que una de las dos almas acabe en el infierno… electoral.

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