Líneas de luz en la oscuridad
Juan Escudero presenta en Pigment Gallery su obra gráfica reciente; Baró d’evel sigue sorprendiendo
Juan Escudero (Bilbao, 1966) presenta en Pigment Gallery su obra gráfica reciente –trece aguafuertes excelentes– en relación con una espléndida selección de sus dibujos y pinturas sobre papel realizados entre 2012 y 2020. La muestra se titula Discontinuidad y es tan recomendable como la que presentó en la primavera de 2017 en la galería Esther Montoriol, con el título Línea de tiempo. Aquella fue la primera gran exposición individual presentada por este artista en Barcelona, ciudad donde reside.
Línea de tiempo era un buen título, pues en la obra de Juan Escudero se da siempre un factor temporal, que se expresa mediante un despliegue de líneas en el espacio. Casi todas sus obras se podrían definir como adiciones de trazos lineales irregulares y contiguos, que configuran paisajes temporales, extensos o fragmentarios, a la vez que muestran el proceso gradual de realización del cuadro. El tiempo adopta así la forma de un espacio atravesado o surcado por una suma de trazos sucesivos. Y el aspecto de esos paisajes puede ser orográfico, acuático, orgánico, desértico, o de geometría rota, o también de pulsación humana o de temblor indefinido. Pero en cualquier caso tienen un carácter meditativo, como las líneas de arena en los jardines zen de Kioto.
Las formas de estos cuadros concilian nociones y métodos opuestos, que otorgan una riqueza plástica y poética especialmente valiosa en un contexto minimalista. Escudero logra que la precisión y el azar trabajen en un mismo sentido y se complementen. En su obra, la combinación de disciplina e indisciplina produce accidentes que enriquecen el proyecto, como sucede en las mejores piezas musicales de
King Crimson, cuyo líder –Robert Fripp– empleaba precisamente estos términos (disciplina más indisciplina) en un sentido complementario. La obra plástica de Escudero sugiere equivalencias musicales. Posee una dimensión paramusical relacionada con ciertas piezas posminimalistas que desarrollan variaciones a partir de un reducido repertorio de formas, tonos y elementos. Las variaciones de Escudero guardan relación con las de Discreet Music, la compogro, sición minimalista de Brian Eno. Curiosamente, la muestra de Escudero del 2017 coincidió con la de Eno en Barcelona, y ahí fuimos a coincidir los tres, en la terraza del centro Arts Santa Mònica, hablando sobre algunas equivalencias de las distintas artes.
La musicalidad de los paisajes de líneas de Escudero es por supuesto visual, y en sus cuadros aparece en forma de repeticiones y variaciones de trazos casi paralelos, pero irregulares y fractales. Los paisajes aparecen como una suma de las huellas de sus gestos. Y el carácter parece distinto según se trate de líneas negras sobre fondo claro o bien de líneas blancas sobre fondo neo de color oscuro (azul, verde, rojo). Las líneas oscuras definen lugares físicos, pero los trazos y gestos blancos sobre negro parecen iluminar un paisaje que previamente era oscuro.
La selección que presenta Pigment Gallery incluye una obra titulada como el álbum de Joy Division Unknown Pleasures . Es una maravilla que merecería estar en cualquiera de los mejores museos de arte contemporáneo del mundo, preferiblemente en Barcelona o en Bilbao. (Exposición hasta el 15 de septiembre, agosto cerrado).
Baró d’evel. No es frecuente que los mejores logros artísticos y literarios obtengan a su debido tiempo la atención, difusión y reconocimiento que merecen. A menudo los mejores creadores son reconocidos póstumamente: Bach, Vermeer, Van Gogh, Juan de la Cruz, Pessoa, Kafka, etc. Por ello me alegra el éxito que en los últimos meses está alcanzando el grupo teatral Baró d’evel, dirigido por Blaï Mateu Trias y Camille Decourtye. Al éxito de crítica y de público se han sumado los premios y el reconocimiento institucional que supone abrir la temporada del Grec en
‘Falaise’ es una de las obras que mejor expresan el espíritu del tiempo del inicio del siglo XXI
este difícil año, con una pieza pluridisciplinar titulada A Tocar!, que cuenta con la participación musical de Refree y plástica de Frederic Amat.
Creo que el espectáculo de Mateu y Decourtye Falaise (Acantilado, 2019) es una de las obras que mejor expresa el espíritu del tiempo en los dos primeros decenios del siglo XXI, y que esta pieza será recordada en el futuro como lo son ahora unos pocos espectáculos ya míticos: Café Müller, de Pina Bausch, Le ciel est noir, de Heura (Isabel Ribas y compañía) y The Mahabharata, de Peter Brook. A este trío añadiré también otras piezas de los años ochenta menos difundidas, pero también memorables y más cercanas a la poética y el sentido del humor surrealista de Baró d’evel: Zotal (1985), de Vittore e Gina, La reina del caos (1986), de Petit Comité y diversos espectáculos de Ramón Colomina con Petit Comité (Objeto de mi vida) y con El Gusano Impasible. Decourtye y Mateu son capaces de lograr un cóctel lúcido y extraordinario a partir de licores tan diversos como son Beckett y el circo, Kantor y Zotal, Chaplin y Keaton.