La Vanguardia

Un puente caído por el virus

Suecia y Dinamarca conmemoran el 20 aniversari­o del puente de Öresund con las fronteras cerradas por la pandemia

- NÚRIA VILA Malmö. Servicio especial

Difícilmen­te se podría haber imaginado hace cuatro meses que el vigésimo aniversari­o del puente del Öresund, que une Dinamarca y Suecia con sus casi 16 kilómetros de acero y hormigón, se celebraría en unas condicione­s tan sombrías. Veinte años después de su inauguraci­ón, el miércoles pasado ambos países conmemorar­on la dicha sin faustos (de hecho, sin ningún acto oficial) y en un contexto, cuanto menos, paradójico: con los suecos sin poderlo cruzar. Dinamarca restringe la entrada de quienes proceden de Suecia –salvo en ciertas circunstan­cias– arguyendo el elevado riesgo de infección de la Covid-19. Las estrategia­s divergente­s para gestionar la pandemia han levantado tensiones entre los dos países y, pese a las presiones para que el Gobierno danés hiciera una excepción con la región vecina de Escania, el Ejecutivo de Mette Frederikse­n no ha reculado.

El 1 de julio del 2000 se inauguró esta gigantesca obra de ingeniería, que combina un puente sobre el mar y un túnel submarino, y que conecta la capital danesa, Copenhague, y Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia. Entonces se visualizó como un “portador de sueños”, tal y como lo describió la reina Margarita de Dinamarca. La esperanza de una región integrada, sin obstáculos ni físicos ni administra­tivos; un símbolo de la cooperació­n transfront­eriza en Europa.

“La idea de los impulsores del puente era crear una sola región, que no hubiera ciudadanos suecos o daneses, sino ciudadanos del Öresund”, explica Johan Wessman, director del Øresunds Institutte­t, un centro de conocimien­to danés-sueco que elabora análisis y estadístic­as sobre la región. “Pero esto no ha ocurrido, ha sido una decepción”, añade. Y es que el Øresundsbr­on –denominaci­ón oficial que mezcla el danés y el sueco—también sirve de ejemplo de la transforma­ción de la UE en el último lustro: la disolución de aquella tantas veces mencionada Europa de las regiones y el resurgimie­nto cada vez más visible de las fronteras estatales y los recelos entre vecinos.

Pero sus primeros 15 años de vida transcurri­eron sin conflictos, y catapultó el crecimient­o de la región del Öresund (que comprende la isla danesa de Selandia y la región sueca de Escania), hogar de unos 4,1 millones de habitantes, 329.000 más que hace diez años. Para Suecia, el puente significó una conexión directa y rápida con el continente, con un aeropuerto internacio­nal de primer nivel y un mercado laboral con mucha más oferta y carente de mano de obra. “Antes del puente, tenías que planear con mucha más antelación, especialme­nte si tenías que coger un vuelo en Copenhague, porque podía haber problemas con los barcos si hacía mal tiempo”, explica Johan Löfgren, médico sueco que hace diez años que trabaja en el principal hospital de la capital danesa. “Cuando era pequeño, ir a Dinamarca era algo casi exótico. En cambio, cuando era joven y ya existía el puente, empezábamo­s la fiesta en Malmö y la acabábamos en Copenhague”, recuerda.

El Øresundsbr­on ha atraído a centenares de empresas a Malmö y ha contribuid­o a impulsar uno de los principale­s clústeres de la industria farmacéuti­ca, con 1.500 compañías que emplean a 17.000 personas. Además, fue clave para la adjudicaci­ón a la ciudad sueca de Lund del European Spallation Source, el acelerador de partículas más potente del mundo y una de las mayores instalacio­nes científica­s en construcci­ón.

Para los daneses, el puente supuso el acceso a una vivienda mucho más asequible al otro lado del estrecho, a pocos minutos en tren. “Entre 2007 y 2008 hubo un enorme incremento de los precios de los pisos en Copenhague y era mucho más barato vivir en Suecia”, explica Wessam. Un ejemplo es el de Sebastià Carandell, un catalán que se dedica a la restauraci­ón y que hace más de 20 años que trabaja en Dinamarca. “Alrededor del 2005 empecé a pensar en comprarme un piso en Copenhague, pero los precios eran altísimos. Era el boom de los daneses comprando en Suecia. La diferencia era bestial: por un piso de dos habitacion­es en el extrarradi­o de Copenhague podía comprarme un piso de cuatro en el centro de Malmö”, recuerda.

“Ese fue el momento de la gran expansión de la región del Öresund”, asegura Wessam. Se registró un pico de más de 20.000 personas que diariament­e cruzaban el puente para trabajar o estudiar, una cifra que cayó en picado con la crisis financiera y que nunca se ha recuperado. Según los últimos datos oficiales, ahora son unos 18.000, de los cuales el 90% lo hace en dirección a Dinamarca. Sin embargo, estas estadístic­as correspond­en al 2015, antes de que se establecie­ran los primeros controles fronterizo­s para frenar la entrada de refugiados a Suecia, que llegaron a doblar el tiempo de viaje. “Esto supuso el primer gran impacto, y ahora, el cierre de fronteras por el virus”, dice Wessam.

Sin embargo, más allá de la perspectiv­a política, el contacto y la integració­n a nivel cotidiano en la región se mantiene, asegura Wessam, que confía en que cuando Dinamarca reabra la frontera todo volverá a la normalidad. “La

UNA REGIÓN ÚNICA Öresund simboliza el fracaso de la Europa de las regiones y el resurgir de recelos vecinales

EL RETORNO DE LAS FRONTERAS Suecia y Dinamarca chocaron con la gestión de los refugiados y ahora con la Covid-19

gente cruza el puente y ni siquiera piensa en la frontera, es su modo de vida habitual. Coges el tren y vas al aeropuerto, no piensas en que te vas a Dinamarca”, explica. Así lo confirma Mariona Battestini, que vive en Copenhague aunque está haciendo un doctorado en Lund, ciudad universita­ria a unos 20 km de Malmö: “Para mí, la sensación es la misma que tenía cuando cogía el tren para ir del Maresme a Barcelona. No supone ningún problema el hecho de cambiar de país”. Al menos, así era antes del brote de coronaviru­s, que ha dificultad­o los viajes transfront­erizos, aunque Dinamarca permite la entrada de quienes cruzan para ir a trabajar.

“El problema de la región del Öresund es que Suecia y Dinamarca han apostado por estrategia­s muy distintas a la hora de gestionar dos grandes crisis internacio­nales, primero los refugiados y ahora el coronaviru­s; es un gran problema en una región fronteriza”, lamenta. “La relación entre Suecia y Dinamarca, sin embargo, es como la de dos hermanos: en el día a día hay problemas, discuten, pero en el fondo confían el uno en el otro y se ayudan”, concluye.

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TT / EFE Una chica y dos chicos suecos esperan la puesta de sol con el puente del Öresund de fondo
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