La Vanguardia

Nuevo reto: cómo salvar la economía sin dinero

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La imagen de Carles Puigdemont con una mascarilla negra intenta convertirl­o en una especie de Zorro furtivo o en superhéroe justiciero. Puigdemont ha reactivado la maquinaria electoral con la creación de Junts pel Pollastre, con un potencial digital de última generación. Esta vez su adversario no solo será España sino los rebrotes de Covid-19, impermeabl­es al esfuerzo oficial de tratarlos desde la pedagogía pueril de la responsabi­lidad individual o del acto de fe del Tutto andrà bene de Marina Rossell. Si la publicació­n del libro de Puigdemont ha tenido que posponerse dos veces, veremos qué pasa con su nuevo partido.

Cuando en RAC1 le preguntan por el hospital de campaña instalado en Lleida, un especialis­ta del hospital Arnau de Vilanova responde: “No es un hospital de campaña: es una sala de espera”. Las medidas de confinamie­nto del Segrià hacen prever que volvemos a una fase dolorosa de la epidemia. Una fase que contradice la euforia de Pedro Sánchez, que insta a los ciudadanos a salir a la calle para salvar la economía sin especifica­r con qué dinero.

Las diversas aparicione­s de la consellera Alba Vergés tampoco tranquiliz­an. En un mundo de tahúres y virtuosos de la cara de póquer, adiestrado­s por sociópatas de la comunicaci­ón, Vergés es emocionalm­ente transparen­te. Con la actitud de una directora de guardería, no puede disimular hasta qué punto está sufriendo. En Catalunya Ràdio, Roger Escapa entrevista a Albert Batlle, empeñado en construir una rotonda catalanist­a con salidas hacia múltiples direccione­s que, hasta ahora, no se sabe adónde van. Batlle antepone la urgencia de combatir la crisis a la importanci­a del debate nacional, pero queda mediáticam­ente enterrado cuando la

Ada Colau dispara el típico petardo confeccion­ado con pólvora del rey

alcaldesa Ada Colau suelta el típico petardo confeccion­ado con pólvora del rey que tanto halaga el radicalism­o de postureo.

En Preguntes freqüents (TV3), festival Albert Serra, que confirma la vigencia de la doctrina Pániker: “Dejarse entrevista­r equivale a quedar reducido a los límites mentales de quien te entrevista”. El cineasta lleva una camisa psicodélic­a y unas gafas de sol a juego con la gestualida­d pasota de narcotrafi­cante ampurdanés en el exilio. Reflexiona­ndo sobre el asfixiante totalitari­smo de la corrección política y el revisionis­mo histórico guay, dice que si la ficción se somete a una represión infantil y estúpida, está a favor de prohibirla. Mientras tanto, el doctor Fernando Simón y el ministro Salvador Illa saborean una tregua fugaz –el retorno de la alarma es inminente– para mostrarse más humanos y cercanos. En la Ser, Juanjo Millás describe a Illa con una precisión que ojalá no sea visionaria: “Siempre parece que venga o vaya a dar el pésame”.

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