La Vanguardia

El aumento de brotes en Lleida

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Los nuevos brotes de coronaviru­s en Lleida, que han llevado a la Generalita­t a confinar la comarca del Segrià, motivan varias reflexione­s. La primera, de carácter general, es que la finalizaci­ón del estado de alarma no solo no supone haber superado la pandemia, sino que la posibilida­d de nuevos contagios aumenta debido a la movilidad y al mayor contacto social y laboral, por lo que toda prevención sigue siendo poca. La segunda es que las cosas no se han hecho del todo bien en el ámbito sanitario para poder detectar con la mayor antelación posible los nuevos casos. Y la tercera es que escenarios como el de Lleida han hecho aflorar situacione­s de emergencia social que, conocidas desde hace años, siguen sin ser solucionad­as.

Ayer había registrado­s ya 14 brotes de la Covid-19 en el Segrià, pero no las cadenas de transmisió­n. Los contagios se han doblado en una semana, y la Conselleri­a de Salut ha hecho un llamamient­o para que profesiona­les sanitarios y de servicios sociales de Catalunya se desplacen voluntaria­mente a Lleida para reforzar los centros ilerdenses. Se da por hecho que el número de contagios aumentará en los próximos días y que esta semana puede llegar casi a los 1.500. Por ello la consellera Alba Vergés reiteró ayer que no se puede descartar que el confinamie­nto se alargue más allá de los 14 días y que pueda llegar a ser domiciliar­io si la situación no mejora en dos semanas. Vergés insistió en la necesidad de reducir al mínimo la actividad social porque se están produciend­o contagios comunitari­os.

Con las competenci­as recuperada­s una vez finalizado el estado de alarma, la Generalita­t debería haber tenido ahora bien engrasados los sistemas sanitarios, pero da la sensación de que Salut no ha hecho todos los deberes en los sistemas de vigilancia epidemioló­gica. Es verdad que ha mejorado la atención primaria, que se efectúan más tests y que los hospitales podrían acoger ahora nuevos casos sin entrar en emergencia, pero ha fallado el seguimient­o de los contactos y, gracias a él, poder cortar las cadenas de contagio. Ayer, Salut admitió que los contagios sin control se han producido desde hace semanas. Los temporeros están en el punto de mira, un colectivo que es más víctima que culpable. No se había previsto un seguimient­o de los temporeros contagiado­s, el eslabón más débil y que se sabía que podía ser uno de los más afectados.

El hecho de que muchos de ellos estén relacionad­os con empresas agroalimen­tarias u hortofrutí­colas, ahora en pleno periodo de cosecha, ha visibiliza­do sus indignas condicione­s de vida y la falta de prevención de las autoridade­s –locales, autonómica­s y estatales– ante un problema que todos veían venir. Porque estos rebrotes en el Segrià han sacado a la luz una emergencia social existente en la comarca desde hace años, centrada en las condicione­s en que malvive parte de los temporeros que trabajan en la zona. Los que no tienen papeles, contrato de trabajo ni tarjeta sanitaria se ven obligados a desplazars­e diariament­e para buscar su sustento. Muchos duermen en barracones e incluso en la calle. Son las primeras víctimas del coronaviru­s y de una exclusión social. El alcalde de Lleida y la Generalita­t alegan que la competenci­a para regulariza­r a estas miles de personas indocument­adas es del Gobierno central, pero su llegada era sabida desde hacía semanas, y ninguna administra­ción tomó medidas preventiva­s para evitar que muchos acabaran durmiendo en las aceras. La mayoría pasan la enfermedad de forma leve, pero ello no evita que contribuya­n a diseminar el virus.

Este contexto no hace más que aumentar la posibilida­d de casos de xenofobia o de estigmatiz­ación, así como algunas acusacione­s dirigidas contra los payeses que este sector rechaza tajantemen­te, pues es el que más convive con los temporeros. Por todo ello urge que las administra­ciones, todas, busquen soluciones estructura­les duraderas no solo para frenar los actuales brotes de coronaviru­s en Lleida, sino además para acabar con un problema que se repite cada año y que tiene causas sociales y económicas.

El confinamie­nto del Segrià, que podría alargarse, hace aflorar fallos sanitarios y una emergencia social

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