La Vanguardia

No todo es culpa de Madrid

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La inversión pública del Estado prevista anualmente para Catalunya desde el 2005 en los presupuest­os generales del Estado ha sido siempre mayor que la asignada para Madrid. Pero luego, en la práctica, la inversión realmente ejecutada en territorio catalán resulta claramente inferior a la llevada a cabo en la comunidad madrileña. Se produce, por tanto, una clara divergenci­a entre la voluntad política expresada en la ley presupuest­aria y la gestión administra­tiva de esta.

Habría que analizar, desde un punto de vista tanto técnico como político, las causas que explican esa divergenci­a y solucionar los problemas con la máxima eficiencia y rapidez. Es muy grave que a la insuficien­te inversión que se asigna a Catalunya en los presupuest­os del Estado, que prácticame­nte ningún año llega a la aportación de la comunidad al producto interior bruto (PIB) estatal, que es el 19,14%, se sume una notable disminució­n adicional por falta de ejecución de la obra pública ya aprobada. Esta situación ha hecho que, en los últimos cinco años, Catalunya haya recibido inversione­s reales por valor de 3.850 millones de euros mientras Madrid ha obtenido 5.365 millones, lo que representa 1.500 millones más.

Madrid se beneficia del efecto capitalida­d, de la existencia de un mismo color político en los partidos que gobiernan el Ayuntamien­to de la capital y la comunidad autónoma, así como de un territorio menos complejo que facilita la realizació­n de las obras públicas. Todo ello, en su conjunto, agiliza la toma de decisiones y la ejecución de los proyectos.

En Catalunya, además de estar lejos de los centros de decisión políticos y económicos de la capital, hay que sumar la confrontac­ión política entre las diversas administra­ciones y la necesidad de operar, principalm­ente, en un territorio densamente poblado como la conurbació­n metropolit­ana, con numerosos municipios con poder de decisión, donde técnica y políticame­nte se hacen difíciles la toma de decisiones y la agilizació­n de los proyectos. Ello explica, al margen de la ineficienc­ia y el desinterés de los que se pueda acusar a la Administra­ción central, la lentitud y los enormes retrasos que acumulan la licitación y la ejecución de las obras públicas en todos los ámbitos de actividad. Es un problema que se ha hecho endémico en los últimos años coincidien­do con la falta de liderazgos políticos fuertes.

Para superar el monumental atasco en infraestru­cturas que sufre Catalunya se hace necesario, como propuso en su día la patronal Foment del Treball, un pacto entre todas las administra­ciones públicas y el conjunto de institucio­nes privadas para dar un impulso político, técnico y económico a la ejecución urgente de los proyectos más estratégic­os y necesarios pendientes. Ello debería ser prioritari­o en unos momentos en que la obra pública ha de ser palanca para la reactivaci­ón tras la crisis provocada por la pandemia de la Covid-19, al tiempo que mejora la competitiv­idad del país y el bienestar de sus ciudadanos.

Es urgente desbloquea­r la insuficien­te ejecución de las inversione­s del Estado en Catalunya

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