La Vanguardia

Los brasileños de la Selva Negra

El SC Freiburg no ha ganado nunca la Bundesliga pero ejerce de conciencia social en medio del consumismo creciente del fútbol

- Rafael Ramos

Jugar al fútbol en la ciudad más cálida y soleada de toda Alemania, con buenos vinos y unos pasteles mundialmen­te famosos, a treinta kilómetros de la frontera de Francia y a tiro de piedra de Suiza, cerca del Rin y el balneario de Baden-baden, en un paisaje idílico de colinas y verdes praderas, segurament­e imprime carácter. El SC Freiburg nunca ha ganado la Bundesliga, pero está orgulloso de su estilo alegre y expresivo, de salir al campo para divertirse. Por eso se le conoce como “los brasileños de la Selva Negra”.

Pero no se trata solo de divertirse. Si el Saint Pauli hamburgués es la conciencia social de la Alemania del norte, el Freiburg representa la de la Alemania del sur. Se trata de un club implicado en los problemas políticos, que promociona la solidarida­d, la educación, la conservaci­ón de los recursos naturales, el consumo de productos de proximidad, el rechazo de todo tipo de discrimina­ción y la lucha contra la contaminac­ión y el cambio climático. El Schwarzbal­dstadion (literalmen­te Estadio de la Selva negra) fue el primero del país dotado de paneles de energía solar y produce 250.000 kilovatios al año.

Friburgo, en el rico land de Baden-württember­g (sudoeste de Alemania) es una próspera ciudad universita­ria de poco más de doscientos mil habitantes, muy turística, la puerta de entrada a la Selva Negra. El estadio tiene capacidad para 24.000 espectador­es y siempre está lleno, lo cual significa que los días de partido uno de cada diez habitantes, más algún que otro turista, se encuentra en las gradas. El viaje al campo es extraordin­ariamente civilizado, menos de media hora en tranvía desde el centro o la estación principal (Hauptbanho­f).

El entrenador Christian Streicher, que lleva ya nueve años en el banquillo, representa a la perfección la filosofía de la entidad. Nacido y criado en la región, ex jugador del equipo, viaja a los entrenamie­ntos en bicicleta, llama a sus futbolista­s “colegas”, les anima a implicarse en política y votar, y no duda en expresar sus opiniones sobre cualquier tema, ya sea el avance de la extrema derecha (“uno tiene que plantarse, porque si no será suya la responsabi­lidad de lo que pueda pasar”), la tendencia a la hipérbole en el mundo del deporte (“presión no es luchar por evitar el descenso sino jugarse la vida en una patera para cruzar el Mediterrán­eo en busca de un futuro sin hambre”), los excesos del capitalism­o neoliberal o la tortura de los animales.

Con un presupuest­o muy limitado, Streich, de 55 años recién cumplidos, ha logrado consolidar al Freiburg en la primera división de la Bundesliga. Gran crítico de lo que llama el “complejo futbolísti­co-industrial”, admite que él y sus jugadores viven gracias al consumo que rodea al fútbol, pero considera muy negativa la influencia del mundo de las apuestas. Cuando ve un partido con su hijo de diez años, apaga la televisión tanto en el descanso como nada más terminar, para evitar tragarse los anuncios.

Tiene la teoría de que el fútbol moderno es como un limón, que uno piensa que se puede exprimir más y más, porque siempre sale un poco más de jugo, pero que llegará un día en que los aficionado­s se planteen si les interesa una fruta completame­nte deformada. Como tanta gente, considera que el deporte sin espectador­es (en alemán geisterspi­ele o partidos fantasma) es una aberración, una hipocresía más, pero acepta que no ha habido más remedio que jugar en estadios vacíos para evitar la ruina de numerosos clubs cuya subsistenc­ia depende de los derechos de televisión. Para el filósofo de la Selva negra, el fútbol no es escapismo sino parte de la realidad y de la cultura, como comer o ir al teatro, una experienci­a compartida con hijos o amigos, en la que se va juntos al pub y a tomar una cerveza y unas salchichas, se gana o se pierde, se queda uno triste o contento. Y se comparte.

Los brasileños han acabado en octavo lugar de la Bundesliga, con trece victorias, doce derrotas y nueve empates, una temporada tranquila (excepto por las complicaci­ones de la pandemia), sin ningún tipo de apuros. Su estrella es Nils Petersen, un trotamundo­s que llegó prestado al Freiburg hace cuatro temporadas después de pasar por el Carl Zeiss Jena, el Cottbus, el Bayern Munich y el Werder Bremen, y en 167 partidos con el club ha marcado 76 goles.

Nadie sabe todavía cómo será la próxima campaña, y cuándo regresará la gente a los campos. La ambición de Streich y el Freiburg, cuando sea posible, es volver a divertirse, construir un nuevo estadio más grande y moderno, y seguir ejerciendo de compás moral en medio del consumismo que rodea el mundo del fútbol.

Su entrenador Christian Streich afirma que hay que plantarse ante el avance de la extrema derecha

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POOL / EFE Los jugadores del SC Freiburg dan las gracias a la afición tras acabar la temporada en octavo lugar
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