La Vanguardia

Réquiem por el PDECAT

- Josep Gisbert

La del PDECAT es la historia de un fracaso anunciado. Es la historia de un partido que, en realidad, no tendría que haber existido nunca, porque fue el resultado de una refundació­n de CDC que tenía que salir de otra manera.

Y es que la estrategia del congreso que diseñó el equipo de Artur Mas en julio del 2016 para transitar de una herramient­a política a otra haciendo ver que cambiaba todo, pero sin que de hecho cambiara nada, saltó completame­nte por los aires desde el primer minuto. Los cuadros y las bases reunidos en el cónclave que se llevó a cabo en Barcelona el 8, 9 y 10 de julio –ahora se cumplen cuatro años– rechazaron una a una las propuestas realizadas desde arriba, empezando por el nombre que debía tener la nueva formación y acabando por los nombres que tenían que dirigirla.

Después de la devastador­a confesión de Jordi Pujol en julio del 2014 que durante años y años había ocultado dinero en Andorra, la dirección de CDC decidió que había llegado el momento de pasar página y desvincula­rse de un pasado que hasta entonces era motivo de orgullo, pero que a partir de aquel momento se convertía en una losa. La alternativ­a fue o renovar el partido que ya existía o crear uno nuevo, y cuántas más vueltas le daban quienes tenían las riendas más fuerza tomaba la idea de que menos tenía que asemejarse a lo que había existido antes. Y así es como en mayo del 2016, aprovechan­do aún la inercia de la ruptura con UDC en junio del 2015 que ponía fin a los casi treinta y siete años de CIU, en una consulta a la militancia dos de cada tres afiliados se decantaron por crear una fuerza política nueva y enterrar después de casi cuarenta y dos años las siglas de CDC, que era lo que quería el 129.º presidente de la Generalita­t y todo el equipo que él comandaba.

Con estos elementos encima de la mesa, el aparato de CDC preparó el congreso de fundación del nuevo partido convencido de que se trataría de un trámite después del cual seguiría controland­o la formación resultante sin ningún tipo de dificultad. Incluso se permitió el lujo de anunciar antes de que se aprobara que Mas y Neus Munté formarían tándem en una presidenci­a de carácter representa­tivo. El aparato no tuvo en cuenta, sin embargo, que los cuadros y las bases que tenían que bendecir la transforma­ción estaban hasta la coronilla de que se les impusieran las cosas desde arriba, con el estilo de la vieja manera de hacer política, y no previó que se rebotarían y no permitiría­n que prosperara nada de lo que les tenían preparado.

De entrada, el nombre del nuevo partido. Més Catalunya (Méscat) o Catalans Convergent­s (Catconverg­ents) fue el ticket oficial que descarriló en la primera curva y se tuvo que sustituir por una trilogía improvisad­a por la militancia: Junts per Catalunya (Jxcat), Partit Demòcrata Català (PDC) o Partit

Nacional Català (PNC). La denominaci­ón escogida fue la segunda, pero para evitar similitude­s con los Demòcrates de Catalunya escindidos de UDC tuvo que readaptars­e a toda prisa como Partit Demòcrata Europeu Català (PDECAT). El tiempo se ha encargado de demostrar que la marca con más gancho electoral es Jxcat y ha visto cómo renacía un PNC creado e hibernado desde 1978 por el entorno de CDC de la época por si acaso, pero que no tiene nada que ver con la opción que habría querido imitar al Scottish National Party (SNP) y que, como Partit Nacionalis­ta de Catalunya, sí que aspira a ser como el Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV). Entre aquel PDECAT y este nuevo PNC hay, sin embargo, una coincidenc­ia: Marta Pascal los habrá dirigido los dos. Y, de salida, los cuadros y las bases tumbaron el equipo directivo previsto por el aparato de CDC, que pasaba por que Jordi Turull y Miquel Buch se hicieran cargo de la dirección ejecutiva del nuevo partido. Las familias que también realizaron la transición de una fuerza política a otra pactaron que quienes debían ponerse al frente eran Pascal y David Bonvehí.

Y así el PDECAT se fue haciendo a duras penas con un lugar en el escenario político de Catalunya hasta que, en octubre del 2017, el fiasco de la declaració­n de independen­cia del Parlament y el traslado de Carles Puigdemont a Bélgica lo cambiaron todo. El 130.º presidente de la Generalita­t decidió que su propio partido le molestaba y optó por menospreci­arlo, como todavía está haciendo hoy. La reacción de Pascal fue plantarle cara, pero en una asamblea general en julio del 2018, en el que casualment­e entre bambalinas reaparecie­ron algunos de aquel aparato de CDC que dos años atrás había sido incapaz de controlar el congreso de refundació­n, fue descabalga­da de la dirección y arrinconad­a hasta que ella misma prefirió irse. Desde entonces el PDECAT lo ha dirigido Bonvehí, que ha seguido chocando cada dos por tres con Puigdemont, y que si no se está preparando para cantarle los responsos poco le falta.

Ahora quizá algunos, o muchos, se dan cuenta del error de haber prescindid­o tan alegrement­e de una marca de éxito como CDC. Porque por muchos problemas que tuviera, que los tenía, y relacionad­os sobre todo con casos de corrupción –el PSOE y el PP también los han tenido y a nadie se le ha ocurrido que la solución fuera cambiar de nombre–, eran unas siglas con un capital político que se echa de menos.

El equipo de Mas no controló un congreso de refundació­n que cuadros y bases le enmendaron de arriba abajo

A Puigdemont el partido siempre le ha molestado, y desde que está en Bélgica se ha dedicado a menospreci­arlo

Ahora quizás algunos se dan cuenta del error de haber prescindid­o tan alegrement­e de la marca de éxito que era CDC

 ?? XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO ?? La primera dirección del PDECAT celebró la elección en julio del 2016 con una foto en la puerta de la sede
XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO La primera dirección del PDECAT celebró la elección en julio del 2016 con una foto en la puerta de la sede
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