La Vanguardia

Mascarilla obligatori­a

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Catalunya es desde hoy la única comunidad autónoma de España en la que el uso de la mascarilla es obligatori­o en espacios exteriores aunque haya distancia de seguridad. Deberá llevarla toda persona mayor de seis años y la sanción por no utilizarla será de 100 euros. Así lo aprobó ayer el Procicat, en una decisión que tiene como finalidad intentar rebajar al mínimo la transmisió­n comunitari­a del coronaviru­s justo cuando se han detectado varios rebrotes en Lleida y cuando la movilidad laboral y vacacional se ha incrementa­do.

Es la reacción de la Generalita­t tras detectar un relajamien­to de la población en el uso del tapabocas, considerad­a positivame­nte por el ministro de Sanidad, Salvador Illa. “La medida no me parece mal si al Govern le parece oportuno”, ha declarado. También el lehendakar­i Urkullu dijo ayer que estaba estudiando una medida similar en Euskadi “por la excesiva relajación social”.

Dicho esto, también es cierto que el anuncio de la obligatori­edad de la mascarilla llegó ayer rodeado de vaguedades y aspectos por aclarar. Como lo es que mientras desde Lleida se reclaman refuerzos médicos, en el Govern se afirma que la situación está controlada y no se estiman necesarias ayudas externas. Veremos. La Generalita­t fue en su día muy crítica con la gestión que el Gobierno hizo de la pandemia y ahora no puede aspirar a que se sea menos exigente con la suya. Este asunto, y no otro, es el que reclama toda su atención de gobierno.

Es cierto que en los últimos días ha sido cada vez más visible un relajamien­to en las medidas de autoprotec­ción y un uso inadecuado de la mascarilla, y por ello toda medida que contribuya a reducir los contagios tiene nuestro apoyo, pero la dificultad de su aplicación –no estamos en un Estado policial– nos tememos que limitará su efectivida­d. La obligatori­edad deja también al descubiert­o contradicc­iones y cambios de rumbo en la gestión de la pandemia por la Generalita­t.

Cuando concluyó el estado de alarma y el Govern recuperó todas las competenci­as, el president Torra puso énfasis en que a partir de ese momento la responsabi­lidad de cómo actuar contra el virus recaía en el ciudadano y en su comportami­ento cívico y solidario. Pero esa apelación debía haber ido acompañada de un plan completo de medidas preventiva­s sanitarias y sociales para evitar posibles rebrotes. Y ese plan no ha existido, como lo demuestran los graves repuntes registrado­s en Lleida. No se ha hecho un seguimient­o de los contagiado­s y de sus contactos desde el primer momento, cuando tenía que haber estado activado hace semanas. Los brotes del Segrià no se deben a la irresponsa­bilidad ciudadana por no llevar tapabocas, sino a la imprevisió­n de la Generalita­t. No se puede delegar en la ciudadanía la gestión de la pandemia.

Controlar y luchar contra el virus es tarea de todos, cada uno según sus obligacion­es y posibilida­des. Pero los cambios de guion en las recomendac­iones sanitarias –no solo en Catalunya, sino en muchos países– no ayudan a infundir confianza y responsabi­lidad a la ciudadanía. Las agencias de salud defienden el uso generaliza­do de la mascarilla y hace unos días más de doscientos científico­s de 30 países, tras descubrir los efectos que puede tener la transmisió­n del virus a través de aerosoles, subrayaron que el tapabocas ayuda a reducir esa transmisió­n y pidieron a la OMS que lo tenga en cuenta en sus recomendac­iones.

La mascarilla obligatori­a puede ayudar a frenar el virus. Pero la Generalita­t ya va con lamentable retraso en la implementa­ción de los planes, controles y seguimient­os que debían haber evitado los rebrotes en Lleida. Está bien que salgamos de casa con la mascarilla puesta, como pidió ayer la consellera Vergés, quien por cierto no aclaró cuáles serán las excepcione­s, pero urge una estrategia integral del Govern para luchar contra los nuevos brotes de la Covid-19. Catalunya era, ayer, el territorio de todo el Estado con más nuevos casos de coronaviru­s.

El Govern dicta una medida

sin parangón en España, mientras sigue sin tener un plan integral contra el virus

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