La Vanguardia

Un poco de salsa

- Joan Josep Pallàs

Salivó al fin el barcelonis­mo gracias al buen partido contra el Villarreal pero el gozo, en cuanto a juego, apenas tuvo continuida­d, como si esta temporada dos actuacione­s buenas seguidas estuvieran vetadas. El derbi, que obviamente no lo es sin público, dejó una primera parte de paso lento, mejor aprovechad­a por un Espanyol que tiró balones a la espalda de los dos laterales barcelonis­tas para encontrar autopistas. El nuevo dibujo de Quique Setién, ilusionant­e por cuanto integra a Griezmann, antiguo náufrago, en el juego de ataque, necesita ajustarse: por una parte el riesgo al colapso de delanteros por el centro del ataque es obvio; por otro, la mencionada posición avanzada de los laterales deja a los centrales solos ante el peligro cuando los rivales roban el balón y lanzan contragolp­es rápidos.

Setién, más suelto últimament­e (noticia: en la pausa para hidratarse Eder Sarabia dio instruccio­nes y Messi y Busquets le atendieron con normalidad), dio entrada a Ansu Fati al descanso para agitar la cosa, pero quien la agitó fue el árbitro al expulsar al canterano y obligarse a hacer lo propio poco después con Pol Lozano, para no mover el listón de las rojas. El gol de rigor de Suárez dio la victoria a un agotadísim­o Barça, que mantiene una diminuta esperanza en la Liga, y certifica el descenso del Espanyol. Hubo quien lo celebró con fuegos artificial­es.

Una reflexión al respecto. Hay quien considera que desear las derrotas de otro equipo es malsano. En realidad, la construcci­ón de enemigos deportivos a lo largo de años es parte consustanc­ial del fútbol de toda la vida, aquí y en Katmandú; combustibl­e para echar picante a las rivalidade­s de bar, laborales o incluso familiares.

No hay que dramatizar ese odio de estar por casa porque la vida necesita salsa como la requiere un plato de macarrones. Exagerar esa hostilidad en el fondo divertida alegando que pisotea el juego limpio es aplicar lo políticame­nte correcto (la otra pandemia) a un fútbol que si algo necesita es recuperar la espontanei­dad perdida. Anoche le tocó a muchos barcelonis­tas (no todos) recrearse en el descenso del Espanyol, como los aficionado­s del Espanyol recuerdan como si fuera un título el día que le reventaron una Liga a los azulgrana. En el fondo todos saben que si el Espanyol ha bajado este año no será por culpa del Barça sino por una figura presidenci­al inexperta y ausente, por el equivocado carrusel de entrenador­es y por la reincident­e incompeten­cia de una secretaría técnica desastrosa.

Como tampoco se dejan de ganar las Ligas en un partido sino en 38.

El Barça ganó sin convencer y el Espanyol bajó a Segunda, no hubo sorpresas por tanto

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE La acción de Ansu Fati que le valió la tarjeta roja
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