La Vanguardia

Asumir la responsabi­lidad

- Lluís Foix

Una de las conclusion­es de la pandemia que ha costado la vida a cien mil europeos es que todos somos vulnerable­s con más o menos intensidad. Hemos pasado una tragedia colectiva y ojalá que lo peor no esté por venir en términos médicos o sociales.

Construir un debate político sobre la desgracia que ha afectado directa o indirectam­ente a millones de personas es una frivolidad y una irresponsa­bilidad. Angela Merkel hizo el miércoles un discurso de estadista en el Parlamento Europeo, en el que entre otras cosas dijo que “necesitamo­s poder llorar a nuestros muertos, reconocer el dolor de las despedidas que no han sido posibles”. Empezamos a comprobar las dimensione­s sociales de la pandemia y cómo se va perfilando una crisis humanitari­a que afectará a todos.

Hay que superar nuestras diferencia­s y buscar soluciones comunes viendo el mundo con los ojos del otro. La solidarida­d europea, dijo Merkel, no es un gesto humanitari­o, es una inversión sostenible. Justo lo contrario de lo que se está haciendo aquí con los brotes alarmantes que han aparecido en Lleida y en otros puntos del territorio español. La Generalita­t de Quim Torra rechaza por ahora la ayuda del Gobierno de Madrid para atajar los brotes al tiempo que culpa al Ejecutivo de Sánchez de cuanto ocurre en Catalunya. Cuánta incongruen­cia. Pero si nos vamos a necesitar todos.

La normativa de las mascarilla­s que son obligatori­as desde ayer es la más estricta del mundo, muy por encima de lo que prescribe la OMS o el Centro Europeo de Control de Enfermedad­es, mientras que no hay respuesta a los veinte médicos y cincuenta enfermeras que pide el sistema sanitario de Lleida para evitar el colapso provocado por los nuevos casos de infeccione­s que han saturado el hospital Arnau de Vilanova.

Los discursos no sirven de nada si no van acompañado­s de políticas concretas que resuelvan los problemas más perentorio­s de los ciudadanos. Personal sanitario suficiente y los instrument­os hospitalar­ios necesarios es lo que hace falta ahora. Lo dicen los médicos y los alcaldes de la zona. Lo demás no es política, sino propaganda y cinismo.

Los temporeros no son personas para usar y tirar una vez se haya recogido la fruta. Gobiernos, ayuntamien­tos, empresario­s y entidades han de tratarles con la dignidad que merecen. Buscar soluciones humanas a estos problemas forma parte de la política en su sentido más noble. Ya basta de tanto discurso exculpator­io y estéril.

Tratar los problemas graves con discursos retóricos es de una

gran frivolidad

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