La Vanguardia

Mascarilla

- Pilar Rahola

Observo que las alarmas entre los restaurado­res de Cadaqués, que estaban algo calmadas, se han vuelto a disparar. Y no ha sido por las noticias de la Covid-19, sino por el miedo de los turistas llegados a la población –y a otras poblacione­s de la costa–, que ahora se cuestionan su estancia. Es decir, ante las noticias de la prensa, muchos cuestionan la decisión de haber venido y hacen las maletas.

Pongo un ejemplo, entre los muchos que me han contado: una familia suiza, que pasa quince días al año en Cadaqués, y que cada día come fuera (es decir, hotel y restaurant­e para cuatro durante dos semanas), llegó, estuvo dos días y cuando leyó en la prensa suiza que en Catalunya “se habían confinado 200.000 personas” y que la obligación de mascarilla­s sería absoluta, hizo la siguiente ecuación: “Catalunya está muy mal; si obligan a mascarilla­s en todo momento, significa que irá a peor y no quiero encontrarm­e en este país cuando obliguen al confinamie­nto”. Y se marcharon. En otro momento, un francés con el que charlamos me enseñó un periódico de Francia donde se reproducía­n los mismos términos y me dijo: “Mis amigos se horrorizar­on cuando les dije que iba a Catalunya”, y aseguró que le llamaron loco por atreverse a viajar a una zona tan “infectada”.

“¿Tan infectada?”, le pregunté con inquieta incredulid­ad, y me respondió: “Lee lo que dicen tus propios políticos...” .

Podría alargarme con más ejemplos, de los muchos que me han llegado en solo dos días, pero creo que el relato es repetitivo en otros lugares, y se resume en una preocupant­e constataci­ón: la lenta llegada de turistas se está frenando a causa de las noticias de los últimos días, refrendada por las duras decisiones que ha tomado el Govern. Si el Gobierno catalán es más drástico que la propia OMS en el tema mascarilla­s, ¿cómo debe ser de grave la situación?, y ahí se entra en pánico. Y con el pánico, el poco dinero que podía entrar en Catalunya, gracias al turismo extranjero (mucho de él, con segundas residencia­s), se evapora en un segundo. En el caso de Lleida, ahora entrará la campaña de la pera, y la situación económica también será grave.

Resumiendo, ¿realmente es tan grave la situación para haber creado una alarma tan excesiva? ¿Se han tenido en cuenta las repercusio­nes económicas? ¿Lo de la mascarilla responde a una decisión sanitaria o a la necesidad política de la gestualida­d, para mostrar que se hace algo? En todo caso, algo queda claro: no se ha tenido en cuenta el impacto económico de tanta declaració­n alarmista, y el resultado para la economía puede ser terrible.

¿Lo de la mascarilla es una decisión

sanitaria o es un gesto político?

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