La Vanguardia

“Durar es el modo más difícil de triunfar”

cofundador­a y top-model del Flash Flash, que cumple 50 años; autora culinaria

- Víctor-m. Amela – Ima Sanchís – Lluís Amiguet Lluís Amiguet

Tengo 82 años y los estreno con alegría, como el medio siglo del Flash. Nací en Sevilla, de padres alemanes, pero soy barcelones­a. Tengo cuatro hijos con Leopoldo Pomés, quien me hizo la foto que aún decora el Flash. He publicado 3 libros culinarios y mi favorito: ‘1.460 recetas para disfrutar las verduras todo el año’

Nací en Sevilla, porque mi padre tuvo que irse, desde Barcelona, donde dirigía el Banco Alemán, al estallar la guerra. Volvimos a Barcelona al acabar la guerra.

¿Cómo fue su niñez?

Iba a la Deutsche Schule, tuve una educación germano-catalana. Yo quería ir a la universida­d, pero mi padre decretó que debía limitarme a ser secretaria de dirección.

Eran otros tiempos, afortunada­mente.

Me negué y fue un escándalo, pero logré matricular­me en Pedagogía. Mi padre no me lo perdonó nunca.

¿Se veía montando restaurant­es?

Para nada. Yo lo que quería era revolucion­ar la educación. Entonces conocí a Leopoldo Pomés y no fue un flechazo; pero, poco a poco, fuimos juntando nuestras vidas. Empecé a ayudarle con las cámaras y a buscar con él fotos con misterio.

¿Por qué no se dedicó usted a lo suyo?

Me integré en el proyecto Pomés y sigo en el clan, encantada. Un día Leopoldo y yo decidimos que nos íbamos a casar y necesitába­mos dinero. Empezamos a hacer fotos de catálogo. Y Ramon Dimas, que era fotógrafo de

Mundo Deportivo, nos prestaba su laboratori­o por las noches.

¿Aquellos laboratori­os de luz roja?

¡Sí! Pasábamos allí días y noches. Pero los dos fuimos creciendo juntos. Autodidact­as.

¿Así empezó a hacer de modelo?

Porque lo tenía a mano, no era una afición mía. Y Leopoldo me dijo de ir a Pertegaz a ver si me cogían. Y me cogieron.

¡Bravo! ¡El gran Manuel Pertegaz!

También ayudaba a elegir modelos a Leopoldo, hasta que un día me dijo: “Vas a ser tú mi modelo”. Yo ya tenía 32 años.

¡Y lleva usted 50 siendo la modelo en las fotos de la pared del Flash Flash!

Fue una casualidad. El invento de abrir una tortillerí­a –no teníamos experienci­a en restauraci­ón– fue de Alfonso Milá y de Leopoldo en una cena de Nochevieja en Londres... Estábamos animados. También estaba Cecilia Santo Domingo, mujer de Alfonso, y las dos nos lo tomamos muy en serio.

¿Cómo?

Reuní 186 fórmulas de tortilla, pero no puedes dar de comer solo tortillas todos los días, así que Cecilia propuso la hamburgues­a y

fuimos a P.G. Clarke’s de Nueva York a copiarles la fórmula, entrando en su cocina.

¿Y la adaptaron a Barcelona?

Pero el diseño no podía ser más barcelonés. Era su gran momento, Federico Correa pensó en un flash porque Leopoldo tenía éxito como fotógrafo y así podríamos aprovechar las luces para el interioris­mo.

¿Al ver el éxito del Flash de Barcelona pensaron alguna vez en franquicia­rlo?

Abrimos con otro socio en Madrid, pero no funcionó. Yo creo que Barcelona estaba más abierta a la novedad y, además, eran los setenta, nos llegaban las ondas del 68, y nos convertimo­s en el referente de todas las inquietude­s del momento.

Ayén cuenta que aquí venían Cortázar, Donoso, García Márquez y Vargas Llosa.

Gabo era simpatiquí­simo, mucho más divertido que Vargas Llosa, que ya era un poco estirado entonces; y Julio Cortázar, un cielo.

¿Notaba su síndrome de Matusalén?

Notabas que era increíblem­ente joven para su edad: tenía 50 y le echabas 27; pero no en los ojos, donde se agolpaba la tristeza de los años. Era muy dulce y sensible. También se reunían aquí artistas, arquitecto­s...

Cierre los ojos y dígame una escena de aquellos días.

Estoy viendo a Oscar Tusquets subido a una mesa del Flash pegando gritos a todos. Y nos parecía normal.

¿Y otra escena de su propia vida?

Colegio, niños, trabajo, mucho trabajo y que me impliqué en confeccion­ar la carta.

No debía de ser fácil.

Se trataba de no complicars­e, que es lo más complicado de conseguir. Durar es el modo más difícil de triunfar.

¿Lo sencillo deja de serlo y al revés?

Todo cambia. El aguacate era una exquisitez y hoy es como la lechuga entonces. ¿Quién comía rúcula en los setenta?

¿De verdad que no había quinoa?

Nadie había oído hablar de ella. El bufet, por ejemplo, ha dejado de tener sentido durante esta pandemia y lo hemos quitado. Pero acertamos con un maître que venía del Savoy y el primer día dijo que el Flash duraría un año y punto.

Pues nos alegramos de que errara.

Pero se convirtió al Flash y creyó en nosotros hasta formar aquí a generacion­es de excelentes restaurado­res.

¿Cómo se consigue pasar del triunfar una temporada a durar cincuenta años?

Es como mantener una casa que quieres mucho: no es solo cuestión de dinero, hay que estar al tanto de cada detalle cada día o se te acaba cayendo encima.

¿Nada perdura sin alma?

Hay que ser rentables, pero no logras serlo cincuenta años sin ser algo más.

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XAVIER CERVERA
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