‘La naranja amarga’
El subcampeón Habría sido irónico que la Holanda de Nigel de Jong ganara lo que Johan Cruyff no pudo
Ningún otro país que no haya ganado el Mundial ha dejado tanta huella en el fútbol como Holanda. Y no será porque no lo haya intentado: hasta en tres ocasiones se presentó en la final, siempre con el mismo resultado, derrota, pero no con la misma herencia. La palabra segundón no le pega a una selección que se ganó uno de los sobrenombres más citados de la historia del deporte, la naranja mecánica .El Ajax, tricampeón de Europa, y la Holanda de hace medio siglo inventaron el fútbol total, sublimando el principio todos atacan, todos defienden. El look setentero de una hornada de extraordinarios futbolistas, liderada por Johan Cruyff en el césped y Rinus Michels en el banquillo, conquistó aquel Mundial, aunque la final se la ganara la Alemania de Beckenbauer. En 1978, la oranje repitió presencia en la final con Rob Rensenbrink de referente y Ernst Happel de técnico. Volvió a caer ante el anfitrión, en aquel caso la Argentina del Matador Kempes. Pasaron 32 años hasta su tercer intento. Puestos a trazar paralelismos, la Holanda que perdió su tercera final en Sudáfrica se parecía ideológicamente más a la estoica de 1978 que a la epicúrea de 1974. Paradójicamente, su verdugo en el 2010 fue el alumno aventajado de su propia escuela, una España construida con la base del Barça y la matriz evolucionada de Amsterdam, que había tenido su segunda generación de oro en 1988, con la consecución de la Eurocopa al abrigo del talento coral de los Van Basten, Rijkaard, Koeman o Gullit y pese a su pésima relación con el veterano general, Michels. En el 2010, la selección oranje contaba con grandes futbolistas, pero su mentalidad, de lúdica, tenía poco. De entrada, su seleccionador, Bert van Marwijk, presentaba un modesto currículum como jugador. Quizás por ello, lejos del esplendor de algunos de sus predecesores, su Holanda era más marcial que festivalera.
Dejar fuera de la lista a Ruud van Nistelrooy fue su primer mensaje. Su idea fue levantar un equipo rocoso en torno al estado de gracia de Sneijder, que venía de hacer triplete con el Inter, y el desborde de Robben, finalista de la Champions con el Bayern Munich. Van Bommel, Van Persie, Kuyt o Van Bronckhorst eran buenos escuderos. Triunfo a triunfo, el espíritu solidario creció. En la fase de grupos, Dinamarca (2-0), Japón (1-0) y Camerún (2-1) fueron sus víctimas. Eslovaquia (2-1) fue un rival asequible en las eliminatorias, pero el trampolín anímico fue echar a Brasil (2-1). Ya en semifinales, Uruguay cayó en un reñido partido (3-2).
Llegó la final, y en los Países Bajos aún se acuerdan de la carrera de Robben y más aún del pie de Casillas. Luego, en la prórroga, Iniesta acabó provocando el tercer disgusto oranje en una final mundialista. Para la salud del fútbol, casi habría sido una faena que esa Holanda, la naranja amarga, la de la patada en el pecho de Nigel de Jong a Xabi Alonso, hubiera ganado lo que la de Cruyff no pudo en 1974.
La selección ‘oranje’ tenía grandes futbolistas, pero su mentalidad, de lúdica, tenía poco