La Vanguardia

El abogado más famoso de Francia

ÉRIC DUPONDMORE­TTI

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El letrado, de origen humilde, es un ‘bon vivant’, apasionado de la caza y de las corridas de toros

Macron escoge como ministro de Justicia a un penalista tan brillante como polémico, dentro y fuera de los juzgados

Aun adolescent­e de 15 años, en aquella Francia democrátic­a y aparenteme­nte liberal de 1976, le impresionó mucho oír por la radio que un condenado a muerte había sido guillotina­do en su país. La ejecución de Christian Ranucci, declarado culpable de secuestrar y asesinar a una niña, hizo reflexiona­r a Éric Dupond-moretti y le descubrió su vocación. Con los años se convertirí­a en el abogado francés más famoso. Emmanuel Macron lo nombró el pasado lunes ministro de Justicia, para asombro general.

Dupond-moretti, con su aspecto de tenor italiano, no deja a nadie indiferent­e. Pareja de la cantante canadiense Isabelle Boulay, el letrado es un personaje exuberante y teatral, bon vivant, y, por encima de todo, un penalista bregado y temido, capaz de defender con la misma energía y eficacia a un psicópata violador que a un atracador o a político corrupto. Lo fundamenta­l, para él, es la presunción de inocencia y la igualdad ante la ley.

El carácter del nuevo ministro de Justicia no solo se forjó en aquel episodio de uno de los últimos guillotina­dos de Francia, un hecho que lo llevó a “detestar” la pena capital. Dupond-moretti creció en una familia humilde. Su madre, inmigrante italiana, trabajaba como mujer de la limpieza. Su padre era empleado de una fábrica y murió joven. Él simultaneó sus estudios de derecho con los trabajos más diversos, como obrero de fábrica, albañil y camarero. En 1984, a los 23 años, era ya abogado.

Dupond-moretti se ha construido su reputación profesiona­l a base de trabajar en innumerabl­es casos, de variado tipo, por toda la geografía nacional, y de lograr un récord de absolucion­es de sus clientes. Su extraordin­aria capacidad dialéctica agrietaba los argumentos de los fiscales y enternecía a jurados y jueces. Hizo historia la absolución que consiguió para Roselyne Godard, en el 2004, en un asunto de agresiones sexuales a menores. Según la leyenda, se desplazaba en todoterren­o –luego cambió a un Mercedes–, de una ciudad a otra, sin parar, preparando los casos en los hoteles. A menudo no tenía tiempo para cenar y debía contentars­e con un bocadillo de atún en una gasolinera.

El hoy titular de la cartera de Justicia ha sido el abogado del hermano de Mohamed Merah, el terrorista de Toulouse que mató a siete personas, entre ellas tres niños judíos, en el 2012. Ha participad­o en casos que afectan al expresiden­te Nicolas Sarkozy, ha defendido al delantero del Real Madrid Karim Benzema, implicado en un presunto chantaje de índole sexual, y a Patrick Balkany, alcalde de un rico suburbio de París, metido en corruptela­s. Dupond-moretti también ha sido miembro del equipo de juristas internacio­nales de Julian Assange, el fundador de Wikileaks.

La notoriedad nacional de Dupond-moretti no se circunscri­be a su trabajo como abogado. Ha sido un habitual de la televisión y, como actor, ha participad­o en películas y en obras de teatro. El penalista es un apasionado de la caza y un gran aficionado a las corridas de toros. Sostiene que las corridas son un hecho cultural y que las preocupaci­ones de sus detractore­s no están justificad­as. “Prefiero la libertad durante cuatro años como los toros que he visto en la ganadería de Miura que durante 18 años tras haber sufrido la castración y luego la estabulaci­ón”, afirmó en una ocasión.

Dupond-moretti nunca se ha mordido la lengua al criticar con gran aspereza a un sector de la magistratu­ra y al denunciar problemas estructura­les como el hacinamien­to carcelario. Su nombramien­to por Macron fue visto como un atrevimien­to del jefe de Estado, un deseo de sorprender y de descolocar a sus críticos. Una de las interpreta­ciones es que el ministro de Justicia dará mucho que hablar y desviará la atención de otros problemas del país.

Algunos magistrado­s se han tomado como una afrenta la llegada al Gobierno de un penalista que apodaban como “el ogro del norte”. La presidenta de uno de los sindicatos de la profesión, Céline Parisot, dijo que había sido “una declaració­n de guerra a la magistratu­ra”.

Dupond-moretti, sabedor de su nueva posición institucio­nal, trata de mantener la calma y se muestra conciliado­r, aunque sigue esgrimiend­o una dialéctica punzante. En la ceremonia de asunción de funciones, y en su presentaci­ón ante el Parlamento, aludió a las críticas y afirmó que “este ministerio no es el ministerio de la guerra sino el de las libertades, del antirracis­mo y de los derechos del hombre”. “Yo no hago la guerra a nadie; quiero conservar lo mejor y cambiar lo peor”, dijo. El ministro reivindicó que alguien como él, baqueteado por la vida y por el contacto con la realidad, haya accedido al cargo: “Yo no tengo un conocimien­to tecnocráti­co de la justicia, yo la conozco humanament­e, carnalment­e”.

Dupond-moretti posee todos los números para ser una de las estrellas del nuevo Gobierno, pero también para que lo abandone por el ruido causado. Es un riesgo que Macron asume para mostrar valentía y voluntad real de cambio, una apuesta fuerte, inscrita en el horizonte de su reelección dentro de menos de dos años.

 ?? IAN LANGSDON / EFE ?? Éric Dupond-moretti, de padre francés y madre italiana, decidió ser abogado, en 1976, siendo adolescent­e, tras oír por la radio que un condenado había sido guillotina­do
IAN LANGSDON / EFE Éric Dupond-moretti, de padre francés y madre italiana, decidió ser abogado, en 1976, siendo adolescent­e, tras oír por la radio que un condenado había sido guillotina­do

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