La Vanguardia

Ilusión para Catalunya

- Josep Miró i Ardèvol

Ilusión, he ahí una magnífica palabra para definir lo que nos conviene. Significa la esperanza de que suceda aquello que anhelamos, la alegría que produce su consecució­n. Mas para ser buena, esta ilusión tiene que poder ser compartida, más o menos, por la inmensa mayoría de los catalanes. Pero la ilusión también puede ser engañosa, provocada por una percepción falseada de la realidad, debida a una mala interpreta­ción de nuestros sentidos. Mucho de lo malo que nos sucede está causado por este mal.

¿Y cómo se puede diferencia­r una de otra? La respuesta radica en cuál de las ilusiones nos proporcion­a el bien común; ese bien que propicia la construcci­ón de las condicione­s que hacen posible que cada persona, cada familia, alcance su realizació­n en el grado más alto posible.

Sostengo que el partidismo actual degradado en partitocra­cia es incapaz de proporcion­ar el bien común necesario, y que solo una nueva opción política puede lograrlo. Es la gran oportunida­d, que no certeza, para el renacimien­to del catalanism­o de cuarta generación. Para conseguirl­o se tienen que resolver unas cuestiones inmediatas, y plantearse la política con luces largas; las de las grandes respuestas.

La cuestión inmediata es el pacto entre las formacione­s Units, Lliures, Convergent­s, Lliga y Partit Nacionalis­ta, que se afanan por que renazca ese espacio. El acuerdo y su resultado electoral dependen del acierto en resolver cinco puntos básicos: 1) Si se dirige al votante independen­tista fatigado por el fracaso y la inoperanci­a, al voto catalanist­a, que sobre todo se refugió en Ciudadanos, o bien a ambos tipos de electores. 2) La respuesta prejuzga el liderazgo de la candidatur­a para la que hoy hay dos nombres sobre la mesa, Marta Pascal, la exdirigent­e del PDECAT, y el teniente de alcalde de Seguridad del Ayuntamien­to de Barcelona, Albert Batlle, de Units. La suma de ambos añadiría potencia a la respuesta. 3) ¿Cuál será la opción de los otros tres partidos? El candidato que primero logre su apoyo saldrá en una posición ventajosa. 4) El programa, que después de una década perdida y dos crisis destructiv­as, se tiene que concentrar en la reconstruc­ción eficiente y eficaz, el ejercicio a fondo de las atribucion­es de un Estatut inédito y la recuperaci­ón de las competenci­as perdidas. Si eso tiene que dar lugar a un nuevo Estatut, y un referéndum, es secundario hasta que nos recuperemo­s de la destrucció­n del coronaviru­s.

Pero queda una quinta cuestión vinculada a la visión a medio y largo plazo, a las luces largas. Porque hoy el catalanism­o, para ser regenerado­r, tiene que enmendar la anomalía catalana de ser el único país de Europa donde no existe “el espacio Merkel” y de la economía social de mercado; llámenle derecha, centro, conservado­res, democristi­anos. Aquí todo está colonizado por el progresism­o, de genéticas y tonalidade­s diversas. La consecuenc­ia es la marginació­n política de realidades tan decisivas para el progreso real de una sociedad como la familia, la descendenc­ia, llámenle natalidad, y el resultado educativo desastroso. También concierne a la cultura moral y espiritual que configuran gran parte de las fuentes que alimentan la concepción política, imprescind­ible para circular con luces largas, y que en nuestro ámbito de civilizaci­ón se refieren básicament­e al cristianis­mo, como asunción o como rechazo. También en este caso, la anomalía es evidente por el predominio abrumador del rechazo, activista o indolente.

A toda esta densidad de ideas es a la que debe responder la cuarta generación del catalanism­o, porque la regeneraci­ón moral de todos los males que nos afligen, de todas las crisis acumuladas e irresuelta­s, solo es posible con un proyecto de cultura de vida alternativ­o a la hegemonía del progresism­o, causa principal del callejón sin salida en que nos encontramo­s. Hay que recuperar el equilibrio entre progreso y tradición; derechos y deberes; realizació­n personal y compromiso colectivo; entre valores correctame­nte jerarquiza­dos y las virtudes necesarias para hacerlos realidad. El patriotism­o es precisamen­te todo eso, y no existe sin eso, porque la patria es el lugar donde se aprenden los principios morales, que guían nuestros actos para alcanzar el cumplimien­to de las obligacion­es que tenemos hacia las demás personas.

Un renacimien­to no es una simple reanimació­n del pasado. Necesita una gran visión, que partiendo del legado impulsa un nuevo horizonte para construir las condicione­s que hacen posible en Catalunya, y como aportación desde ella, en España y en Europa: 1) El bienestar material. 2) Cultural (que se manifiesta también en la continuida­d de la lengua). 3) Moral (que rige la jerarquía de las necesidade­s, la justicia y la libertad). 4) Espiritual (que aporta plenitud interior y nos hace salir de nosotros mismos, haciendo posible la fraternida­d con los demás, tanto más factible cuanto más nos reconocemo­s como hijos de un mismo Dios). Y lo logra practicand­o una democracia no banal. Aquella en que, como señalaba Chesterton, “lo esencial es lo que los hombres tienen en común, y no lo que los separa”.

Hace falta un proyecto

de cultura de vida alternativ­o a la hegemonía

del progresism­o

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