La Vanguardia

Esta fiesta no es una juerga

Resistirse a dejar de celebrar festejos populares contravien­e la salud pública

- ALBERT MOLINS RENTER

En una de sus últimas entrevista­s, el escritor Josep Pla decía que la democracia solo era posible en lugares donde la población fuera obediente y que en España éramos demasiado anárquicos.

Este verano España se ha quedado sin la mayoría de sus fiestas más tradiciona­les y populares. El hecho de que sean celebracio­nes que congregan a grandes multitudes ha llevado a los ayuntamien­tos de las localidade­s donde se celebran a suspenderl­as. Ni sanfermine­s, ni aste nagusia –la semana grande– en San Sebastián y Bilbao, ni tomatina en Bunyol, ni la muy controvert­ida del toro de la Vega en Tordesilla­s.

Todas estas celebracio­nes tienen su parte más tradiciona­l, los actos que a todos nos vienen a la cabeza cuando pensamos en ellas, pero luego viene la juerga de las cuadrillas que se reúnen para seguir la fiesta hasta que el cuerpo aguante.

El pasado martes tampoco se celebró ningún acto popular de la fiesta patronal de San Marcial en Irún, pero varios centenares de personas se reunieron en la calle Mayor de la población guipuzcoan­a sin mascarilla­s y sin mantener la distancia social.

El caso de Irún no ha sido excepciona­l. También ocurrió en Menorca.

A pesar de que los consistori­os de la isla habían decidido suspenderl­os todos, también el más popular, el de Sant Joan de Ciutadella, sí hubo quien salió a la calle para reunirse con amigos y versionar la tradición, sin caballos.

Tras tres meses de confinamie­nto es lógico que haya ganas de celebrar y festejar, especialme­nte porque el verano invita a ello, “pero parece que hay mucha gente que cree que esto –la crisis sanitaria– ya ha pasado”, explica Eduardo Infante, filósofo y autor del libro Filosofía en la calle (Planeta). Y obviamente no es así, como lo atestiguan los más de 50 brotes activos que hay actualment­e en España.

Por parte de las autoridade­s, ahí están los mensajes que piden cautela, prudencia y medidas de higiene y distancia social a la población, por lo “que no hay excusa para ser un ignorante y las acciones estúpidas son culpa del propio ciudadano. Como tales, somos responsabl­es de saber qué está pasando”, dice Infante.

Para Miquel Seguró, filósofo de la UOC, “tenemos que ser capaces de disfrutar de los espacios y los lugares públicos salvaguard­ando la seguridad, como por ejemplo ya hemos hecho con los bares”.

Y es que tradiciona­lmente se ha “establecid­o el falso dilema de que la única alternativ­a para asegurar la seguridad es el recorte de libertades”, del mismo modo que se ha entendido la sociedad “como una unión de ciudadanos libres y la política como un conflicto de intereses, entre los que hay que mediar para llegar a un acuerdo”, opina Infante.

Ante la situación que vivimos este filósofo entiende que hay otra vía que pasa “por entender la sociedad como una comunidad que busca la construcci­ón del bien co

mún, bajo la premisa de que somos seres vulnerable­s y dependient­es, y por tanto este verano quizás hay que sacrificar­se”. Infante también cree que hay en cierta inmadurez ciudadana y hasta cierta infantiliz­ación: “No queremos pensar, queremos poder irnos a tomar un café. Somos incapaces de desligarno­s de nuestros deseos y ver si lo que deseamos es lo mejor para todos “, apunta el filósofo.

“Hay que buscar otra manera de celebrar, hay que ser creativos e innovadore­s y entender que tiene que existir otra manera de festejar. No quedarnos en el blanco o el negro, no son tiempos para el todo o nada, ni para en el pues si no se hace como se ha hecho siempre, ya no vale la pena”, dice Seguró. “Este verano va a ser diferente y tenemos que hacer cosas diferentes y por tanto hay tradicione­s que no se podrán mantener como siempre. Lo primero debería ser preguntars­e cuál es el sentido de estas fiestas y tradicione­s. ¿Quién sabe? Quizás descubrimo­s nuevas maneras de celebrar las cosas”, añade este filósofo.

De todas formas, para Infante no toda la culpa se puede achacar a la falta de responsabi­lidad individual: “Durante la pandemia ha faltado que las autoridade­s informaran con transparen­cia y con hechos científico­s objetivos. La mentira se ha convertido en estrategia política, con lo que cuesta que los ciudadanos tengan confianza en la informació­n científica que les llega”.

Pero eso no quita que “el Estado tenga la obligación de forzar al individuo a cumplir con el bien común. Eso no es autoritari­smo. Existe un consentimi­ento tácito: si usas la sanidad pública, las infraestru­cturas, como autopistas y carreteras, o la educación pública, tácitament­e estás obligado a cumplir también con las obligacion­es”, asegura Infante.

Y también ser consciente­s de que “por un lado el bien común es algo que nos incluye, y que no solo afecta a los demás, y por el otro, que si tanto nos gustan las fiestas tal y como han sido siempre, cuanto antes nos libremos del virus antes las podremos volver a celebrar en su formato original”, opina Seguró.

A veces es mucho más fácil pensar que “hay alguien que quiere atentar contra nuestro estilo de vida –convivenci­al, callejero, mediterrán­eo– que darnos cuenta que nosotros mismos somos los que lo hemos destruido”, concluye Eduardo Infante.

“Tenemos que ser capaces de disfrutar de los espacios públicos con seguridad”

“Nos cuesta entender que nuestros deseos a veces no coinciden con lo que es mejor”

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TOLO MERCADAL / EP Los jaleos. En Menorca se suspendier­on los populares jaleos de caballos de Sant Joan, pero en Ciutadella una multitud se reunió de forma espontánea en las calles sin mascarilla­s ni guardar la distancia de seguridad
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. Sant Marcial. El pasado martes varios centenares de personas se congregaro­n en la calle Mayor de Irún para celebrar las fiestas patronales de San Marcial. Una vez más, sin mascarilla y sin que se mantuviera­n las distancias

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