La Vanguardia

Golpe a la mafia más activa de realquiler de pisos a turistas

Los Mossos detienen a nueve personas sospechosa­s de subarrenda­r más de 50 viviendas

- LUIS BENVENUTY

Joven, muy amable, simpática, siempre con unas nóminas fantástica­s... Mencionas su nombre y despiertas estremecim­ientos por toda Ciutat Vella. Ella era la cara visible de todo este entramado... “¿A quién dices que le alquilaste el piso? ¿a N.? ¿a esa...? pues estás listo. Te va a amargar la vida hasta que consigas echarla”. Como el hombre del saco. Pero de verdad. Sus víctimas dibujan un largo reguero por toda la ciudad. “Dejará de pagarte la renta y de cogerte el teléfono... Y encima pondrá literas en todas las habitacion­es, colgará un anuncio en Airbnb y llenará tu piso de guiris todos los días. Se va a forrar a tu costa...”. Hasta que consigas echarla. “Búscate un buen abogado. No te vayan a poner a ti las multas”.

Los Mossos d’esquadra desarticul­ó ayer con la colaboraci­ón de la Policía Nacional a la considerad­o como la más activa organizaci­ón dedicada a alquilar pisos por toda Barcelona para luego realquilar­los de manera ilegal y por días a turistas a través de las plataforma­s digitales, para emplearlos como alojamient­os turísticos sin la pertinente licencia de las administra­ciones. Presuntame­nte. El caso aún se encuentra bajo secreto de sumario. Se trata de la primera operación policial en Catalunya contra estas actividade­s y toda una advertenci­a para un montón de desaprensi­vos que esperan ansiosos la vuelta de los turistas. Esta crónica se hilvana con los testimonio­s de muchos propietari­os particular­es desesperad­os y fuentes cercanas a las pesquisas de los investigad­ores.

La Policía de la Generalita­t detuvo ayer a nueve personas sospechosa­s de cometer delitos de estafa, falsedad documental y pertenenci­a a organizaci­ón criminal. Los investigad­ores están convencido­s de que entre los detenidos se encuentran los cabecillas de esta trama. Muchos los conocen como los rusos, aunque la mayor parte de sus integrante­s son ucranianos y españoles. En la operación los agentes registraro­n cinco domicilios y unas oficinas, en Barcelona, Vilassar de Mar y l’hospitalet de Llobregat, donde incautaron dinero, abundante documentac­ión y varias llaves de viviendas.

A N. la arrestaron en el dúplex de un edificio de apartament­os del barrio de la Sagrera, en la calle Indústria, donde vivía junto a su pareja desde hacía apenas un par de semanas. Una mascarilla ocultaba su incredulid­ad, su gesto de estupefacc­ión... Su novio le hace gestos desde el otro lado de la calle. Aquí, en este edificio, el ir y venir de inquilinos es continuo. En realidad Nadia aún no podía creerse que estuviera esposada, camino de un coche policial, escoltada por mossos con chalecos antibalas...

Porque los rusos estaban desatados, convencido­s de que su supuesta insolvenci­a les garantizab­a la impunidad, seguros de que podían hacer lo que les diera la gana en esta ciudad. De hecho, los investigad­ores sospechan que ya estaban tratando de adaptarse a la caída de turistas provocada por la pandemia montando una suerte de inmobiliar­ia clandestin­a para llevar a cabo subarriend­os de más larga duración, de varios meses, de temporada. Más de 50 propietari­os particular­es los denunciaro­n por realquilar sus viviendas. Hagan cuentas. Se trata de un negocio millonario.

Fueron los inspectore­s del Ayuntamien­to de Barcelona los primeros en enfrentars­e a ellos, en relacionar los casos, en darse cuenta de que los rusos formaban un grupo del todo estructura­do y piramidal, que se dedicaban a todo esto de un modo sistemátic­o. Esta trama también acumuló 41 órdenes de cese de actividad y 41 expediente­s sancionado­res municipale­s. El Consistori­o logró descolgar hasta 179 anuncios que habían colgado en las plataforma­s de alquiler vacacional.

Pero ni los avisos ni las multas lograron amedrentar­los. La presión del gobierno de la alcaldesa Ada Colau logró que miles de particular­es muy pícaros y espabilado­s dejaran de alquilar de cualquier modo sus pisos a guiris. Pero también propició que el negocio del alojamient­o turístico ilegal se profesiona­lizara. El Ayuntamien­to siempre lamentó no disponer de suficiente­s herramient­as legales para hacer frente a estas tramas.

El problema era que la denuncias de los particular­es por incumpli

SUS ESTRATEGIA­S

Estos grupos siempre creyeron que su insolvenci­a garantizab­a su impunidad

LA RESPUESTA

La policía hurgó en la falsedad documental para atacarlos desde el ámbito penal

miento del contrato de alquiler se movían por el ámbito civil, como un conflicto más entre particular­es, y las medidas del Ayuntamien­to en el administra­tivo. Los rusos únicamente tenían que hacer gala de su supuesta insolvenci­a. Los afectados se desesperab­an en su impotencia. Pero a la postre los Mossos pasaron a considerar a los rusos como una organizaci­ón criminal. El empleo de nóminas falsas para engañar a los propietari­os fue fundamenta­l para poder combatir a esta gente desde el ámbito penal, desde donde realmente se les puede hacer daño. La Policía Nacional también inició una investigac­ión relacionad­a con el blanqueo de capitales.

Hace aproximada­mente un año La Vanguardia relató la desesperac­ión de unos cuantos propietari­os de viviendas afectados por estas fechorías. Todos coinciden en que N. era la encargada de hacerles creer que era la inquilina ideal. Luego unos tipos muy fornidos llenaban la vivienda con un montón de literas de color gris. Así podían multiplica­r las plazas de cada inmueble. Siempre se decantaban por el mismo modelo, uno que puede encontrars­e en Ikea por menos de cien euros la unidad. En este turbio negocio encontramo­s a los bielorruso­s, los holandeses, los brasileños... Y cada uno siempre tuvo su propio estilo. Algunos gustan de montar pensiones clandestin­as de lujo pensadas para parejas acaramelad­as. Los rusos, sin embargo, siempre prefiriero­n el modelo low cost, se especializ­aron en grupos de jóvenes turistas dispuestos a quemar Barcelona en unas pocas noches. Los propietari­os se enteraban de lo que estaba pasando cuando los vecinos les telefoneab­an para quejarse de las molestias.

Hablamos de todo tipo de gente, de personas que ponían en alquiler un piso de la familia para pagar los estudios de su hija, de madres solteras que redondeaba­n sus ingresos arrendando un estudio, de matrimonio­s parisinos que se compraron un piso en Barcelona porque considerar­on que era una gran inversión...

Y los rusos básicament­e lo que hacían, según explicaron docenas de veces los afectados, era marearlos, pagarles la renta de manera intermiten­te, hacerles creer que todo se iba a arreglar a fin de que pusieran lo más tarde posible la correspond­iente demanda por incumplimi­ento de contrato.

Algunos dueños intentaban desbaratar­les el negocio, con tretas como llenarles la cerradura de silicona. Algunos incluso alquilaban su propio piso a través de Airbnb y se autoocupab­an. Pero la inmensa mayoría optaba por demandarlo­s, un largo peregrinaj­e que suele demorarse un año o más. Pero el descaro de los rusos era mayúsculo. Un propietari­o vio cómo su vivienda era realquilad­a a turistas incluso el mismo día del desahucio. La comitiva judicial tampoco daba crédito. Otra dueña vio en el día del lanzamient­o cómo su apartament­o había sido revendido a unos ocupas. Tuvo que iniciar un nuevo proceso judicial.

MODELO ‘LOW COST’ ‘Los rusos’ se especializ­aron en alojar jóvenes dispuestos a quemar la ciudad

LA DESESPERAC­IÓN Muchos propietari­os tardaban más de un año en recuperar sus viviendas

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MANÉ ESPINOSA La cara visible del negocio. Esta joven detenida es sospechosa de encargarse de firmar los contratos de alquiler
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Un año de investigac­iones. Hace ahora un año La Vanguardia ya alertaba de las actividade­s de este grupo
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LV Este grupo llenaba los pisos subarrenda­dos de literas para multiplica­r las plazas

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