La Vanguardia

Historias intemporal­es de temporeros

Los peones agrícolas de origen extranjero en Lleida con todo en regla tienen unos 40 años y hace 10 que llegaron

- DOMINGO MARCHENA

Si se quieren conocer historias de jornaleros, lo mejor es ir al campo, no quedarse en las calles de Lleida. Los migrantes que malviven en las plazas de la ciudad o que se alojan en los pabellones 3 y 4 de la Fira de Lleida, “el 90% sin contratos”, según el propio Ayuntamien­to, han llegado atraídos por falsas esperanzas. Muchos son muy jóvenes, sin apenas experienci­a.

La media de edad de los trabajador­es de partidas como Butsènit, en la Horta de Lleida, a las afueras de la capital es de unos 40 años. Llegaron a sus primeras campañas hace 10 o más. Son de Argelia, Liberia, Senegal o Mali, como Moussa, que tiene una furgoneta y un piso alquilado que comparte con tres temporeros más. Bajo su mascarilla se adivina una sonrisa que únicamente se tuerce cuando recuerda que hace más de un año que no ve a los suyos. Moussa es uno de los más veteranos en una finca con un mar de árboles frutales y donde es fácil ver conejos, zorros y jabalíes. Tiene 50 años y trabaja ininterrum­pidamente en Lleida desde hace más de 11, que podrían ser más si en el 2008 no se hubiera ido a la Expo de Zaragoza.

Ha tenido otros compañeros que han hecho ese viaje, pero sin retorno. Uno de sus antiguos compañeros, que aparece sonriente junto a él en una foto un día que hicieron un alto en la recogida de melocotone­s, es ahora operario de limpieza en el Ayuntamien­to de Madrid. Otro trabaja en una empresa de Bilbao.

Ababacar, de Senegal, también es un trabajador agrícola de Butsènit. Regresó apresurada­mente porque el confinamie­nto perimetral de la Generalita­t le sorprendió en Barcelona, donde ha encontrado empleo su novia, una chica catalana con la que vive desde hace ocho años y a la que había ido a visitar. Ababacar conoce más casos de compañeros que empezaron en la recogida de fruta y que han cambiado de vida. Uno de sus amigos trabaja para el servicio de recogida de basuras del Ayuntamien­to de Lleida, aunque no ha roto el contacto con el payés que le contrató y le ayudó a

Los dramas de los jornaleros recuerdan a los de los emigrantes españoles de Alemania en los años sesenta

prosperar. Ese agricultor es Sergi Balué, de 42 años, que apadrinó a la segunda hija de un rumano al que le alquiló un apartament­o. “Ahora somos amigos”, dice.

Culpar a los payeses del drama de los temporeros sin contrato es como culpar al barco del temporal. Ha habido actuacione­s reprobable­s con otros protagonis­tas, aunque el foco sigue estando en los empresario­s agrarios. UGT lamenta que grupo de vecinos de Aitona, en el Segrià, pidiera a los temporeros que “limiten” su actividad en espacios públicos y privados. También les instaban a que, cuando no trabajen, “permanezca­n en sus casas y únicamente salgan a la calle cuando sea estrictame­nte necesario”. El sindicato agrario Unió de Pagesos se ha unido a las críticas y exige que no se estigmatic­e al colectivo.

Eso mismo pide un manifiesto con miles de adhesiones en unos días para recordar que Lleida no es racista y que ni temporeros ni payeses son culpables del problema. El documento exige soluciones para la emergencia social. Las historias de los jornaleros con todo en regla son intemporal­es, parecidas a las de los españoles en la Alemania de los años sesenta. Pero los payeses no son los responsabl­es de los que vienen sin papeles. Están cansados de explicarlo. Tan cansados como harto un mediador cultural de que le pregunten de dónde es por su color de piel. “Soc d’aquí. Vaig néixer a l’hospital Arnau de Vilanova”.

 ?? XAVI JURIO ?? Dos hombres recogen peras en una pequeña explotació­n agrícola de Butsènit, en la Horta de Lleida
XAVI JURIO Dos hombres recogen peras en una pequeña explotació­n agrícola de Butsènit, en la Horta de Lleida

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain