La Vanguardia

El Macba revisa el legado ético y artístico del arte de acción

Una exposición rastrea los noventa a través de la performanc­e

- TERESA SESÉ

Al inicio de la exposición del Macba

Acción. Una historia provisiona­l de los noventa hay un vídeo de parada obligada. Una pareja con apariencia de humoristas a lo Tip y Coll desgrana, entre el absurdo y la lucidez, los códigos, formas de hacer, posibilida­des y dudas en torno a la performanc­e. La pieza de Los Torreznos se titula justamente

ABC de la performanc­e y es un excelente pórtico a una muestra que examina aquella radical escena artística de los noventa en la que volvió a aflorar una práctica artística nacida en los días del Cabaret Voltaire y reinventad­a en los sesenta y los setenta por artistas que querían imaginar otro tipo de realidad alejada del mercado y de las institucio­nes del arte.

Un arte de acción que a menudo experiment­a con la vida, y que va del gesto más mínimo, casi privado –la chuleta escolar de Isidoro Valcárcel Medina encerrada en una vitrina (una reflexión sobre el acto creativo)– a acciones que trataban de implicar a toda una comunidad, como la poderosa

Carrying, procesión laica en la que Pepe Espaliú se mostraba a sí mismo enfermo de sida, los pies desnudos, mientras era conducido en volandas por una cadena humana formada por parejas con las manos entrelazad­as, avanzando de pareja en pareja, como en el juego de la sillita de la reina, sin tocar nunca el suelo.

Estamos en los noventa, y efectivame­nte el sida será uno de los grandes temas que abordaron los artistas, junto al cuestionam­iento del nuevo sistema neoliberal, la insumisión al servicio militar o el papel del espectador, a veces convertido en objeto de observació­n como en Exposición viva de 40 personajes, en la que Albert Vidal lo confrontó en la sala Metrònom con 40 ciudadanos subidos a un pedestal, cada uno de ellos identifica­do con su oficio. Al final, invertía los papeles e iluminaba a los que hasta entonces habían estado contemplan­do.

Acción. Una historia provisiona­l de los noventa se inscribe dentro de una línea del Macba de rastrear la historia rescatando aquellos discursos que quedaron sepultados en los márgenes. Como en Desacuerdo­s o Gelatina dura, centrada en los ochenta, se trata de ofrecer “una relectura a contrapelo”, en palabras de su director, Ferran Barenblit, de una década “que comienza con la caída del muro de Berlín y concluye con la caída de las Torres Gemelas”, y en la que “una generación que se mueve en un contexto autocompla­ciente, de mayorías parlamenta­rias, sin fisuras y en el que el mercado tiene mucho que decir, decide mirar atrás, y regresar a unas prácticas ya experiment­adas por los artistas conceptual­es de los sesenta y los setenta”. Un arte que reivindica­ba la experienci­a en vivo, ocupaba un espacio de compromiso y participac­ión, y sucedía ante nuestros ojos. La muestra, de la que el propio Barenblit es comisario junto a Aída Roger, quién reivindica la importanci­a del legado ético-artístico, reúne obras de aquellos pioneros (Àngels Ribé, Carleshacm­or y Esterxarga­y, Esther Ferrer, Jordi Benito, Jordi Cerdà...) con la de unos jóvenes a menudo conectados con la escena parateatra­l, como Marcel·lí Antúnez, en solitario y en asociación con Sergio Caballero y Pau Nubiola (Los Rinos); Tere Recarens (de la que se evoca entre otras La gallinita ciega, un autorretra­to con los ojos vendados en la que el público es invitado a jugar); Antonio Ortega; Lluís Alabern; Tres; el colectivo Accidentsp­olipoètics o Oscar Abril Ascaso, cuyo piano para los que no saben tocar el piano ejerce de lúdico revulsivo antes de que entremos en salas. El sonido también está presente en El ojo del silencio, de José Antonio Sarmiento, 180 transistor­es que estarán en funcionami­ento hasta que se les acaben la pilas y se haga el silencio.

Abril Ascaso ha formado parte de un equipo de asesores junto a Nieves Correa y Joan Casellas, este último performer y documental­ista que ha ido escribiend­o la historia a tiempo real y de quien se reproduce íntegramen­te la exposición Acción directa que organizó en 1996 a partir de su Archivo Aire.

ARTE Y VIDA

Es un arte que reivindica la experienci­a en vivo y sucede ante nuestros ojos

INTERGENER­ACIONAL

La muestra reúne la obra de un centenar de artistas de varias generacion­es

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MANÉ ESPINOSA Imagen de la exposición con el Muskeleton de Marcel·lí Antúnez para su performanc­e Epizoo

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