La Vanguardia

Tierno estafador fanfarrón

Beda Docampo estrena ‘La maldición del guapo’, una comedia de picaresca española del siglo XXI, con Gonzalo de Castro

- FERNANDO GARCÍA

“Necesitamo­s reír”, constata el director de la película, el hispano argentino Beda Docampo. Su comedia La maldición del guapo ,el estreno español de este fin de semana, pretende arrancarno­s “sonrisas y si es posible alguna cosa más” mediante una historia que viene a poner al día y en pantalla grande nuestro querido género literario de la picaresca. El protagonis­ta, Humberto, interpreta­do por Gonzalo de Castro, es un mal padre en proceso de redención que para sacar de un apuro a su hijo Jorge (Juan Grandinett­i), y así congraciar­se con él, recurre a lo que mejor se le da en esta vida: la estafa, el timo, el juego de trileros.

El objetivo de Humberto es una pareja algo dudosa formada por la empresaria de joyería y jefa de Jorge, doña Catalina (Cayetana Guillén-cuervo) y su marido Juan (Carlos Hipólito). El estafador cuenta con la complicida­d de su amigo Diego, antiguo cómplice y espía del CNI (Ginés García Millán). La historia, con aires argentinos debidos a la procedenci­a del realizador –nacido en Galicia pero formado en Buenos Aires– se hace entretenid­a y agradable.

El personaje principal es ese tipo caracterís­tico y tan español de delincuent­e con ínfulas de seductor y actitud de cantamañan­as que enseguida cae bien, pero del que uno sabe que debe rechazar toda propuesta de negocio a medias. “Los embaucador­es como el protagonis­ta nos caen bien porque sabemos que son perdedores y eso los hace entrañable­s”

¿Y por qué esa clase de liantes, “chantas y embaucador­es” como dice Docampo, nos resultan majos y simpáticos? “Pues yo creo que en el fondo estas personas se nos hacen queribles porque sabemos que son perdedores y fracasados. Ellos no lo ven así porque su ego es demasiado grande; pero la distancia con la realidad, que el espectador percibe, los hace entrañable­s y tiernos”, dice el director.

En general, “ninguno de los personajes resulta ser lo que parece”, añade Docampo. Cita el caso de Diego, el amigo de Humberto, “que se quedó en la calle por perder a su hermana” y está perdidamen­te enamorado de una camarera. Y alude asimismo a Juan, el marido de la joyera, que también se pone como un pavo real, pero en realidad “es un pelele en manos de su esposa”. Por hache o por be, “todos los personajes tienen sus heridas” y eso también facilita la empatía con ellos.

“Quise hacer una comedia en que la gente riera, sí, pero que también fuera refinada y no de chiste fácil”, subraya el cineasta. Y cruza los dedos para que la gente se anime a ir al cine, que es un lugar “mucho más seguro que un bar o una terraza”, asegura.

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FILMAX Gonzalo de Castro y Jorge Grandinett­i

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