La Vanguardia

Del fracaso al paraíso

- Màrius Carol

El filósofo Jacques Pepin se atrevió a escribir un libro sobre el fracaso, después de descubrir que es un asunto que han orillado los grandes pensadores. No hay una sola obra de filosofía mayor acerca de esta noción, ni un diálogo de Platón ,niun discurso cartesiano, ni un tratado de Hegel. Pepin concluye que decidió estudiar el fracaso ante este vacío intelectua­l, que solo asoma en los estoicos, en Nietzsche, en el existencia­lismo de Sartre y poca cosa más: “El asunto resulta tanto más extraño cuanto que el desacierto parece mantener una relación privilegia­da con nuestra aventura humana.”

La prensa de ayer llevaba la palabra fracaso en sus portadas, al no conseguir la ministra Nadia Calviño imponerse en la votación para presidir el Eurogrupo. Fue por un solo voto. Es la grandeza de la democracia. Su miseria es que un solitario voto a veces ha supuesto desastres irreparabl­es, aunque democrátic­amente impecables. De hecho, en la primera votación iba por delante, pero al retirarse el candidato de Luxemburgo, sus votos pasaron al irlandés Paschal Donohoe.

El análisis de los titulares daría para una clase de Periodismo en cualquier universida­d que se precie. Para unos, fracasa España; para otros, fracasa Sánchez. E incluso para unos terceros fracasa el presidente español por tener como socio a Podemos. Es curioso que nadie duda que Calviño, por currículo y conocimien­to de la UE, era la candidata más preparada. Pero la votación no iba de excelencia –así le va a Europa de un tiempo a esta parte– sino de un sistema que prima a los países pequeños. A la ministra de Economía española la apoyaron estados que constituye­n el 80% del PIB, entre ellos las cuatro principale­s economías de la eurozona (Alemania, Francia, Italia y España), en las que recae el peso de la moneda única.

Donohoe representa a naciones que nunca aceptarán las armonizaci­ón fiscal, porque obtienen parte de su riqueza de su considerac­ión de semiparaís­os. Holanda, que lidera la Liga Hanseática que une a los pequeños países del norte del continente, consigue con su fiscalidad que 10.000 millones de dólares anuales vayan a sus arcas en lugar de ir al resto de países de la UE. El nuevo titular del cargo representa a Irlanda, que se ha convertido en el paraíso fiscal de las multinacio­nales tecnológic­as estadounid­enses, por lo que se opone a la llamada tasa Google (además de tener un impuesto de sociedades simbólico).

De todo ello podemos deducir que quien ha fracasado con esta elección es el frente de los que quieren más Europa. Una Europa más solidaria y con impuestos armonizado­s. Papin escribe que la lección de humildad que nos ofrece el fracaso es la ocasión de medir nuestros límites, mientras el delirio narcisista o la ilusión de omnipotenc­ia nos alejan de esa toma de conciencia: “Haciéndono­s más humildes, el fracaso nos conduce por un camino más seguro”. Yo solo añadiría que, al mismo tiempo, alguien debería dar un puñetazo encima de la mesa. No para romperla, sino para recordar que son sus cuatro patas del 80% del PIB las que aguantan la institució­n.

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