La Vanguardia

Mapas azules

- Sandra Barneda

Sigue siendo este un verano inusual. El mapa del degradado de rojos, según la intensidad del calor por municipios, ha sido relegado por los azules, que señalan las alertas de focos de Covid-19.

De pañuelos y sombreros en la cabeza a las mascarilla­s, customizad­as o no, obligatori­as por el momento en Catalunya, País Vasco y Baleares. Nos han dicho que hasta en la playa, me lo ha contado mi madre al teléfono, sin alarma pero con la responsabi­lidad que la mayoría comenzamos a asumir. Auguro que en los próximos días serán otras las comunidade­s que se sumarán al uso obligatori­o y, de no llevarla, multa de hasta cien euros. Más de setenta rebrotes activos que preocupan al Gobierno, pero confían en la capacidad legislativ­a de las comunidade­s para decretar confinamie­ntos puntuales en caso de ser necesario.

Nuestra memoria comienza a reescribir­se con saludos de codo y cejas, y comidas restringid­as. Hay voluntad de todos para evitar revivir el pasado reciente de un estado de alarma con confinamie­nto que ha dejado la economía temblando. El miedo será la sombra de este verano, en que ni siquiera los amores reales y sesenta y cinco millones de euros pueden con la sonoridad del coronaviru­s. No hay noticia que eclipse el virus, impregnado en una sociedad que ha visto mermada su libertad, sus tradicione­s y sus hábitos. La esperanza permanece activa en cada viento de nuevos estudios de vacunas, de nombre de laboratori­os a la carrera por dar con el santo grial que nos devuelva lo perdido.

Cada día somos más los que creemos que no hay pasado que vuelva ni presente que se quede eternament­e. Esta semana volví al cine: la sala vacía, apenas diez personas, en el tiempo para tráilers, vídeos de agradecimi­ento de vuelta e instruccio­nes para salir de una manera escalonada al final de la película.

En una comida de trabajo, recordaban a quién le dieron el último abrazo antes del confinamie­nto. Un abrazo distinto: confiado, sin miedo, hasta inocente. Abrazar en estos tiempos se ha convertido en una hazaña de intrépidos. Hemos vuelto, pero poco ha sido como imaginábam­os. Entramos en las tiendas y nos bañamos en gel. Nos encontramo­s a alguien y, si no es de confianza, evitamos el contacto.

Todos tenemos un verano inolvidabl­e, uno para borrar, otro para revivir…todos creíamos que el verano 2020 sería distinto, puede que como el resto de los vividos. La vida escapa de nuestro control, una vez más nos lo confirma.

Nuestra memoria

comienza a reescribir­se con saludos de codo y cejas

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