Eric Trump abre los hoteles propiedad del presidente sin tener en cuenta la pandemia
El hijo del presidente, al frente del negocio hotelero, abre ‘resorts’ sin importarle la pandemia
El resort Trump National Doral en Miami, uno de los más rentables negocios de la familia Trump, acaba de abrir sus puertas ignorando el descontrolado aumento de infecciones a causa de la Covid-19 en Florida, uno de los diez estados más castigados de EE.UU., según la universidad Johns Hopkins. A principios de abril, el Trump Doral echó el cierre debido a la pandemia y despidió a 500 empleados. Ambas decisiones provienen de la misma persona, Eric Trump, hijo mediano del presidente de EE.UU. y vicepresidente ejecutivo de desarrollo y adquisiciones en la Trump Organization.
Cuando Donald Trump se convirtió en presidente cedió el control de la organización a sus hijos mayores para evitar conflictos de intereses. La compañía se sustenta en propiedades inmobiliarias, clubes, resorts y hoteles de Nueva York a Dubái, de Los Ángeles a São Paulo. Durante el cierre de actividades no esenciales motivado por la pandemia, The Wall Street Journal le calculó no menos de un millón de dólares diario de pérdidas. Además del Doral de Miami, cerraron el hotel Las Vegas Strip, el club de golf de Nueva Jersey y el Mar-a-lago de Florida mientras que el Trump Plaza de Nueva York redujo ostensiblemente su personal y servicios. El Trump International Hotel de Washington DC, muy cercano a la Casa Blanca y lugar de reuniones de lobbies y mandatarios extranjeros, ha permanecido asimismo cerrado durante semanas pero obligado a pagar un arrendamiento de 268.000 dólares mensuales al gobierno federal, dueño del edificio.
A causa del veto del Congreso, la Trump Organization no puede beneficiarse de las ayudas públicas que prevé la ley Cares (Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus, en sus siglas en inglés), firmada por el propio Donald Trump el 27 de marzo. Paradójicamente, Eric Trump ha solicitado al Gobierno que preside su padre cualquier ayuda accesible a otros inquilinos federales.
Llegados a este punto, sería muy cándido ignorar que la política negacionista de la administración Trump discurre paralela a los intereses del holding que ahora dirigen sus tres hijos mayores. Barron, nacido de su unión con Melania, es aún demasiado joven.
Eric (36) es hijo de Donald Trump e Ivana Zelnickova y hermano de Don jr. (42) e Ivanka (38). Los tres se educaron en la Hill School de Pennsylvania y cuando sus padres se divorciaron, en 1992, Ivana se quedó la custodia. Su primer contacto con el negocio inmobiliario se dio durante la escuela secundaria y desde el escalón más bajo, contribuyendo a reformar la mansión de Seven Springs, una propiedad de 3.600 m2 sobre una finca de 86 hectáreas en Bedford, Nueva York.
En el 2002, Eric escogió la Universidad de Georgetown, donde se unió a la fraternidad Delta Sigma Pi, evitó bares y discotecas, se graduó en Finanzas y Administración y entró en la Trump Organization en el 2006. Si bien nunca tuvo el carisma de Don jr. ni el glamur de Ivanka, enseguida demostró cómo se le ajustaba el traje de tiburón: el colapso financiero que sobrevino a la caída de Lehman Brothers se le antojó como “la mayor oportunidad del mundo” y se lanzó a comprar cada pedazo de tierra a su alcance. Por entonces, en el 2008, conoció a Lara Yunaska, periodista en la productora Inside Edition, con quien se casó en el 2014. La pareja tiene dos hijos, Carolina Dorothy, de 1 año, y Eric Luke, de casi 3. Aunque entre el 2010 y el 2015 Eric intervino hasta en 23 ocasiones en el reality show de su padre, The Apprentice, no son los medios lo que más le atrae, sino la caza mayor y el vino; en el 2011 creó Trump Winery en Virginia.
Una entrevista de Eric en Forbes no contribuyó a despejar las dudas sobre la separación familiar entre negocio y política: “Mi padre y yo estamos muy unidos. No hablo del gobierno con él y él no habla del negocio con nosotros. Es un pacto firme que hicimos y honramos”. Sin embargo, Eric terminó reconociendo que cada trimestre comenta los informes de rentabilidad de la compañía con el presidente de EE.UU.
Sin el carisma de Don jr. ni el glamur de Ivanka, enseguida demostró cómo se le ajustaba el traje de tiburón