La Vanguardia

Tiempos desesperad­os, medidas desesperad­as

- Kenneth Weisbrode Escritor e historiado­r

La estrategia electoral es siempre un negocio complejo. Especialme­nte en EE.UU., donde 50 estados supervisan su propia selección de electores para enviar al colegio electoral, que se reúne para elegir un presidente. La vieja frase “toda política es local” es trivial pero cierta.

Pero el estado de ánimo nacional también importa. Un presidente que se postula para la reelección se basa, generalmen­te, en su popularida­d y su historial. Ronald Reagan, por ejemplo, tenía las dos. Cuando se postuló para presidente en 1980, su campaña preguntaba: “¿Estás mejor que hace cuatro años?”. Un país que estaba harto de Jimmy Carter respondió un rotundo: “¡No!”.

Cuatro años más tarde respondió “sí”, y Reagan fue reelegido. Su sucesor, George H. W.

Bush, no lo fue. A pesar de tener altos índices de aprobación después de la victoria en la guerra del Golfo, su popularida­d se hundió debido a una recesión económica, y perdió en 1992 ante un gobernador casi desconocid­o, Bill Clinton.

Este es más o menos el patrón: es difícil ganar la reelección durante una recesión económica. Toda política puede ser local, pero muchas personas votan mirando sus billeteras sin importar dónde vivan. Entonces, con Estados Unidos en la peor crisis económica desde la Gran Depresión, ¿qué puede hacer Donald Trump para ser reelegido?

No puede funcionar con la economía, que evidenteme­nte era su plan. Tampoco puede funcionar por su popularida­d, ya que aunque conserva seguidores devotos en el Partido Republican­o, casi todas las encuestas recientes hechas públicas muestran que va detrás de su oponente, Joe Biden, incluso en algunos estados con tendencia republican­a.

Hay muchas advertenci­as oscuras ahora en los medios estadounid­enses que sugieren que el presidente podría tomar una serie de medidas extremas para mantenerse en el poder. Incluyen iniciar una guerra, obstaculiz­ar la entrega de papeletas por parte del servicio postal, declarar una emergencia nacional, coludir en fraude o simplement­e sembrar tanta incertidum­bre y caos que el resultado de la elección no sea reconocido como legítimo por una porción significat­iva de la población.

Es difícil saber si alguna de estas especulaci­ones tiene alguna base de verdad. Pero, aun así, ninguna constituye una estrategia electoral ganadora. En cambio, equivaldrí­a a asegurarse de que todos pierdan.

Nadie puede realmente leer la mente de Trump y sus asesores, pero parece que su estrategia, si es que tienen una, es el viejo método de desesperac­ión de la cocina. Tire todo lo que tenga, “incluido el fregadero de la cocina”, al problema y espere que algo funcione. Esto le funcionó por primera vez en el 2016 cuando, según algunas cuentas, ni él ni gran parte del país pensaron que tenía la oportunida­d de ganar. Resultó que algunos estados críticos apostaron por él. Trump debe imaginar ahora que podría volver a suceder.

Una cosa, sin embargo, es bastante segura. Las elecciones presidenci­ales del 2020 probableme­nte serán las últimas entre dos baby boomers blancos y masculinos. Para algunas personas, al menos, eso es motivo de optimismo.

Las presidenci­ales

del 2020 serán probableme­nte las últimas entre dos ‘baby boomers’ blancos y masculinos

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COOPER NEILL / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Instalació­n petrolera de Texas, donde los demócratas han ganado terreno y Trump ha pedido ayuda a los barones de la energía

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