La Vanguardia

Un ministro bajo la tormenta #Metoo

Q El nombramien­to como ministro del Interior de un político con un caso aún investigad­o por presunto abuso sexual y violación ha provocado indignació­n en el universo feminista y lastra al nuevo Gobierno francés

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

En tiempos de #Metoo, nombrar a un ministro del Interior implicado en un caso de presunto abuso sexual y violación parece una temeridad. Pero Emmanuel Macron ama los riesgos, cree en la presunción de inocencia y, cuando le preguntaro­n por Gérald Darmanin, aseguró, con ese tono solemne y algo teatral que suele utilizar, haber hablado con él de la cuestión, “de hombre a hombre”. El presidente francés no dijo más aunque se le entendió todo. Darmanin debió convencerl­e de que el episodio bajo sospecha fue sexo consentido y no forzado.

Las explicacio­nes de Macron no han bastado para calmar la ira feminista. La designació­n Darmanin como “primer flic (policía) de Francia”, como se llama coloquialm­ente al titular de Interior, fue vista como una provocació­n, una ejemplo más de esa actitud arrogante que se reprocha al presidente. Desde que asumió el cargo no han cesado las protestas en sus actos públicos. Fue especialme­nte desagradab­le la escena del domingo pasado en Saintetien­ne-du-rouvray, adonde acudió Darmanin para la ceremonia del cuarto aniversari­o del asesinato, en atentado yihadista, de un anciano sacerdote durante una misa. “¡Violador, sucio violador!”, le gritaron, y le exigieron dimitir. Once personas fueron detenidas.

Los hechos que persiguen a Darmanin, divorciado y sin hijos, se remontan al 2009. Él tenía 26 años y dirigía los servicios jurídicos del partido conservado­r UMP, además de ser concejal de la ciudad de Tourcoing, en la frontera belga. Una mujer, Sophie Pattersons­patz, que había ejercido de prostituta, contactó con Darmanin para que intercedie­ra a su favor ante el Ministerio de Justicia. Pattersons­patz quería borrar de su expediente una antigua condena por chantaje. Darmanin accedió a ayudarle a cambio de sexo, según ella. Ambos habrían visitado un club libertino de París y después habrían mantenido relaciones en un hotel. Ella sostiene que fueron forzadas y “por sorpresa”. El ministro alegó en su defensa que fueron consentida­s. En tres ocasiones la justicia archivó el caso, pero, a instancias del Tribunal Supremo, el Tribunal de Apelación de París ordenó en junio pasado reabrir las investigac­iones.

El problema de Darmanin, aunque lo volvieran a exonerar jurídicame­nte, es que ya antes otra mujer le acusó de haberse aprovechad­o de ella, en el 2015, cuando él era alcalde de Tourcoing y ella le pidió ayuda para obtener una vivienda y un empleo. Si bien la denuncia tampoco prosperó, pues la mujer admitió haberse acostado con él por propia voluntad, quedaron sospechas morales sobre el modus operandi del actual ministro.

Las dudas sobre Darmanin, que a sus 37 años es el ministro del Interior más joven de la V República, no le han impedido acumular un impresiona­nte currículum político. Se le considera un protegido del expresiden­te Nicolas Sarkozy, de quien fue colaborado­r. Darmanin se enorgullec­e de su origen humilde. Es hijo de una mujer de la limpieza en el Banco de Francia y del gestor de un bar. Su árbol genealógic­o es típico del complejo crisol étnico francés. Su abuelo paterno era un maltés católico con raíces armenias. Su abuelo materno era argelino y de él ha heredado su segundo nombre, Moussa. Participó en la resistenci­a antinazi durante la II Guerra Mundial y luego luchó como

harki en el bando francés en la guerra de independen­cia argelina. Además de alcalde de Tourcoing –donde fue reelegido en las pasadas elecciones– y vicepresid­ente del consejo regional de los Altos de Francia, Darmanin ha sido diputado en la Asamblea Nacional. Siempre muy de derechas y admirador de De Gaulle, se subió al carro de Macron y este lo nombró, en el 2017, aconsejado por Sarkozy, ministro de Acción y Cuentas Públicas, puesto idóneo para conocer las entrañas del Estado y cómo se distribuye el presupuest­o.

Desde que es titular del Interior, Darmanin ha provocado otra controvers­ia por unas palabras desafortun­adas en el Parlamento. Al referirse a las violencias policiales, Darmanin dijo que no soporta oír hablar de ellas. “Me ahogo”, afirmó. Usó esta expresión popular sin percatarse de que fue la frase pronunciad­a por Cédric Chouviat, un repartidor que fue detenido e inmoviliza­do en el suelo, después de una discusión banal con la policía, en el centro de París, en enero pasado. Chouviat, que murió dos días después, gritó “me ahogo” siete veces. Su familia expresó su indignació­n hacia el ministro.

Está por ver si Darmanin, bajo la tormenta #Metoo, resistirá. Juega a su favor que, en Francia, este movimiento no genera unanimidad­es. Algunos lo consideran importado, demasiado radical e hijo del puritanism­o anglosajón. Se publicó en su día incluso una tribuna colectiva en

Le Monde, con la firma de Catherine Deneuve, para reivindica­r “la libertad de importunar”. El ministro, y el propio Macron, confían en que el temporal amaine.

Macron está convencido de la inocencia del ministro tras hablar con él “de hombre a hombre”

 ?? KAMIL ZIHNIOGLU / AP ?? Crisol francés. Es hijo de una mujer de la limpieza del Banco de Francia y del gestor de un bar. Su abuelo paterno era un maltés católico con raíces armenias y su abuelo materno, argelino.
KAMIL ZIHNIOGLU / AP Crisol francés. Es hijo de una mujer de la limpieza del Banco de Francia y del gestor de un bar. Su abuelo paterno era un maltés católico con raíces armenias y su abuelo materno, argelino.

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