La Vanguardia

“Creemos que el mundo es nuestro, y no, nosotros somos suyos”

Elvira Llabrés, ingeniera de computació­n del American Magic Team y regatista

- Ima Sanchís

Tengo 44 años. Nací en Palma y vivo en Los Ángeles, vengo de Pensacola (Florida) y estoy en tránsito para irme a Nueva Zelanda un año. Llevo 14 años en tránsito. No tengo pareja, ni hijos. Soy feminista y

ecologista y me preocupa la igualdad sobre todo en el país en el que ahora vivo. Soy agnóstica

La fuerza de la naturaleza es lo más increíble que he visto y sentido. La ha visto en acción. El peor momento de mi vida fue perder a un compañero en el mar entrenando para esta misma competició­n.

La famosa Copa América.

Yo iba en el barco de apoyo. Estábamos en la Bahía de San Francisco, había muchísimo viento, el barco volcó y se rompió. Buscamos a los 14 tripulante­s y solo encontramo­s a 13.

A usted, ¿se la ha tragado el mar?

Navegando en un catamarán en pleno invierno, preparando una regata, el cable del trapecio en el que iba colgada se rompió y caí al mar. Mi tripulante no conseguía volver a por mí, cada vez estaba más lejos, recuerdo que pensé: “¡En serio, ¿así es cómo va a acabar todo?!”

Es usted pieza clave de El American Magic, el barco volador AC75.

En el barco hay 800 sensores que recopilan un terabyte y medio de datos al día cien veces por segundo.yo estrujo esos datos para encontrar la mayor eficiencia del barco, para ganar cada milímetro que podamos en la competició­n.

¿Y usted dónde está?

En el barco de apoyo, viendo los datos en todo momento, y cuando llegamos a tierra sigo analizando y comparando datos.

Debe dormir poco.

La Copa América ocurre cada cuatro años y en una semana se decide quién gana, la tensión es tan brutal que no necesitas dormir.

¿Es la única fémina del equipo?

Navegando sí. Somos unas 40 personas en el agua, pero en tierra hay una chica muy joven que se dedica a hacer piezas para el barco con una impresora 3D.

Barcos que vuelan.

Un metro por encima del agua a más de 45 nudos (unos 25 kilómetros por hora). No oyes el tintineo del agua y no notas el movimiento de las olas, es como si fueras en la alfombra de Aladino.

¿Y qué hace con su tiempo libre?

Durante el tiempo que estoy trabajando, en esta ocasión dos años y medio, ahorro todo lo que puedo. Luego me compro un barco y me voy a navegar hasta que me sale un trabajo que me interese y me lo vendo. Vivir en el mar es muy dinámico, conoces gente de todo el mundo con vidas interesant­es. En la comunidad náutica nos ayudamos los unos a los otros, y eso es un gusto.

Entonces, hay más certezas que en tierra.

En ese sentido sí. En el barco la vida se simplifica. A veces estás días con viento y olas, dando batacazos, cansadísim­a de tanta tralla, entonces te acuerdas de los momentos que te preocupaba­s por tonterías y te ríes.

A carcajadas.

Creo que todos tendríamos que simplifica­r. En estos meses de pandemia que llevamos deberíamos haberlo aprendido. Yo era de las que pensaba que la sociedad cambiaria un poco, pero estoy empezando a perder la esperanza.

Ha debido ver cosas increíbles.

Ver ballenas o cien delfines saltando alrededor del barco me emociona, me da vida, y también he visto algún tiburón más cerca de lo que hubiera querido cuando bajo con arpón a buscar comida, me gusta eso de ser autosufici­ente.

Cuénteme que cosas le han cambiado.

Llevo 40 años navegando y cada día aprendo algo, son pequeños detalles que juntos hacen que todo cambie. Contemplo todas las puestas de sol y no hay dos iguales. Una vez vi el rayo verde.

Creía que era un mito de los franceses.

Lo vi navegando por las Bermudas, un fogonazo verde. Y he visto la gota esmeralda, ese crepúsculo verde. Pero lo más impresiona­nte fue el arcoíris lunar en la noche negra. Cuando veo esos fenómenos me siento diminuta.

También habrá visto el mal que hacemos.

Lo de la basura y el plástico es triste. Hay que verlo. Recoges kilos de plástico de una playa y al día siguiente la marea vuelve a llenarla. Y ahora se suman mascarilla­s y guantes.

¿Ha renunciado a tener hijos?

Desde muy jovencita he tenido claro que tener hijos es un trabajo full time, tienes que tener muchas ganas, y yo nunca he sentido ese deseo pese a que mis parejas si querían. Pero conozco compañeras y navegantas que viajan con la familia, ellas son las profesiona­les, y sus hijos tienen una vida diferente pero muy rica.

¿Qué lecciones le ha dado el mar?

En el mar lo relativiza­s todo, incluso el concepto de tiempo, y tienes muy claro lo que está en tu mano y lo que no. La fuerza de la naturaleza te pone en tu sitio. Los humanos creemos que el mundo es nuestro,y no, nosotros somos suyos.

La naturaleza es buena con nosotros.

Nos está perdonando cosas que no debería. Es increíble lo que le estamos haciendo al planeta. La naturaleza puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin ella, sin embargo parece que no lo estamos entendiend­o.

¿Preferiría morir en la mar que en tierra?

No me lo había planteado, pero sí. Me siento más a gusto en el mar: navegando,buceando, remando, haciendo kitesurf, pádel, pescando...

Le gustan los deportes masculinos.

Bailarina de ballet no me va, pero hay chicos a los que sí.tuve la suerte de crecer en una familia en la que no había cosas de chicos o de chicas. Jamás me coartaron ni me cuestionar­on, y creo que eso es algo muy importante. Si queremos mujeres libres hay que darles la misma libertad.

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ELVIRA LLABRÉS

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