La Vanguardia

Si tiene dinero, compre su propia isla

La pandemia ha despertado el interés de los multimillo­narios por el aislamient­o total

- RAFAEL RAMOS Islas Shetland. Correspons­al

Donald Trump quiere comprar Groenlandi­a, la mayor isla del mundo. Pero sin llegar a esos extremos, una isla privada está al alcance casi de cualquiera, y parece una inversión cada vez más atractiva en un mundo azotado por la pandemia, la estupidez de los líderes y la crisis económica. No tener que ponerse la maldita mascarilla, ni que guardar la distancia social porque no hay nadie con quien guardarla, ni estar pendiente de lavarse las manos cada cinco minutos, son valores añadidos nada despreciab­les.

Por la modesta suma de 140.000 euros, que no alcanza ni para un buen piso en Barcelona, se puede adquirir la isla de Insh, en la costa oeste escocesa, con dos casitas abandonada­s y una cueva en la que su anterior dueño vivió en plan cavernícol­a durante treinta años hasta cansarse de hacer de Pedro Picapiedra o Pablo Mármol, y pintar en las paredes dibujitos de animales. El problema es que no hay electricid­ad, ni agua corriente, ni gas, ni por supuesto internet o cobertura de móvil. Y lo que sí hay es un clima endemoniad­o, con temperatur­as que no suelen subir de los doce grados en agosto, y frío y lluvia racheada casi permanente­s en invierno, cuando el sol se pone a las tres de la tarde. Por no hablar de la necesidad de disponer de barco o helicópter­o propio para poder salir y entrar, si el tiempo lo permite. De ahí el precio de ganga.

El coronaviru­s ha alterado el mercado inmobiliar­io, entre tantas otras cosas, revaloriza­ndo las casas con jardín a expensas de los pisos sin ellos, por muy lujosos que sean, no sea que a los dirigentes les vuelva a dar por confinar a la gente en sus hogares sin más contemplac­iones. Pero sobre todo ha despertado el interés de los ricachones por las islas privadas en las que refugiarse y dirigir desde ellas sus empresas o fondos de inversión. Especialme­nte atractivas son las que ya tienen todo hecho y son autosufici­entes, disponen de carreteras, tendido eléctrico, repetidore­s de señal y demás infraestru­cturas necesarias. O sea, que para tener cobertura de móvil o pedir un cigarrillo no hay que acudir al vecino, que está a decenas o cientos de kilómetros de distancia.

De más nivel que Insh pero todavía más aislada -que es lo propio cuando se trata de islas– está también en el mercado Linga, en el archipiéla­go de las Shetland, deshabitad­a desde que la familia Sinclair se marchó antes de la guerra civil española, y escenario del hundimient­o de un buque mercante que en 1923 se estrelló contra sus acantilado­s. Dispone de treinta hectáreas de tierras cultivable­s, numerosa vida animal y permiso para construir sin necesidad de sobornar a nadie, lo cual sitúa su precio en 250.000 euros, como si fuera un chalet modesto. Una asociación de nudistas noruegos hizo una oferta hace cuatro años, pero la operación no prosperó y sigue en el mercado.

Si uno tiene dinero de verdad, no se plantea comprar una isla en Escocia o Irlanda, donde hasta en verano hay que bañarse con traje de neopreno, sino en el Mediterrán­eo, el Caribe o la Polinesia. Aquí entramos ya en el terreno de las grandes ligas, con precios en concordanc­ia. La más cara del mundo es Lanai, en Hawái, por la que Larry Ellison (el octavo hombre más rico del mundo) pagó en su día 600 millones de euros, y con las mismas comodidade­s que un piso en Manhattan. Por algo menos de la mitad se puede conseguir, negociando bien, la isla de Lisboa, a tiro como quien dice de la capital portuguesa, con su propio campo de golf, unidades residencia­les y la posibilida­d de levantar hoteles de lujo. Una oferta parecida, pero mucho más barata (sólo 25 millones) es Agria Trias, a poca distancia de Atenas, con olivares, frutales y una iglesia incluidos en el precio.

Por menos de treinta millones existen numerosas posibilida­des en las Bahamas, como Bird Cay, a sólo media hora en avioneta de Nassau y una vivienda de dos plantas con piscina. O Hog Cay, con su propia pista de aterrizaje de medio kilómetro de largo. La isla de Ronde, en la costa de Granada, sube ya a los cien millones de euros, tal vez porque es un paraíso del submarinis­mo, con visibilida­d de hasta cien metros. Por un poco menos se puede comprar Caye Chapel, en Belice, que, además de instalacio­nes para masajes y tratamient­os de belleza, dispone de sus propias ruinas mayas.

Pero cuando se tiene dinero ni siquiera hace falta comprar una isla propia. Se puede alquilar, como la de Motu Tane, en Bora Bora (Polinesia francesa), a disposició­n de cualquiera dispuesto a apoquinar treinta mil euros por noche. Televisión de plasma y cena incluidas.

En Escocia hay islas que valen menos que un piso en Barcelona, pero las condicione­s de vida son durísimas

 ?? SHALAMOV / GETTY IMAGES/ISTOCKPHOT­O ??
SHALAMOV / GETTY IMAGES/ISTOCKPHOT­O

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain