La Vanguardia

La carta del 3% y el comodín Puigdemont

- Isabel Garcia Pagan @igpagan / igarcia@lavanguard­ia.es

El apoyo a la independen­cia registra las cotas más bajas desde el 2014, y el coronaviru­s ha relegado la preocupaci­ón por las relaciones entre Catalunya y España, disparando la salud y el paro como principale­s problemas. Pero la procesión debe de ir por dentro, porque las fuerzas independen­tistas geguirían siendo mayoría en el Parlament, aunque sin ir más allá de 47% de los votos.

Quien no encuentre en los resultados del último barómetro del CEO su bálsamo particular es porque no quiere –todos crecen y los que caen no mueren–, y sólo ERC necesita buscar consuelo, más por las expectativ­as generadas que por los resultados. “Dar la campanada” es ahora el objetivo posconverg­ente. Sin partido estructura­do ni candidato, Jxcat atrapa a los republican­os en las encuestas y el suspenso a la gestión del coronaviru­s sólo se convierte en muy deficiente cuando se pone el foco sobre las residencia­s, dependient­es primero de Chakir el Homrani y después de Alba Vergés .Al otro lado, Miquel Buch puede ser el conseller más cuestionad­o, pero sus Mossos son la institució­n mejor valorada en la gestión de la pandemia.

Un veterano del Parlament sostiene que a ERC se le pone “cara de susto” cada vez que aparece Carles Puigdemont ,yelexpresi­dent está más que activo en las últimas semanas. La publicació­n de su M’explico lo ha colocado en todos los escaparate­s justo durante los diez días en los que Oriol Junqueras ha dispuesto del tercer grado penitencia­rio, lo que disparó un particular duelo de precampaña. Pero la competició­n y el restableci­miento de relaciones tenían fecha de caducidad a cuenta de la Fiscalía, que no tiene más que seguir en sus recursos la hoja de ruta marcada por Manuel Marchena al revocar el permiso de Carme Forcadell para hacer voluntaria­do. Y los que están por venir.

En ERC defendían que si había que arriesgar otorgando la semilibert­ad a los presos independen­tistas, este era el momento, pero, por orden judicial, su líder tiene ahora los movimiento­s más limitados que hace un mes. Mientras, Puigdemont se presenta por primera vez como presidente de un partido, ha colocado a su equipo de cabecera en las vicepresid­encias –Elsa Artadi y Josep Rius, los mismos que se sentaron en la Moncloa en la mesa de diálogo con el Gobierno– y deshoja la margarita de una candidatur­a instrument­al a la presidenci­a de la Generalita­t.

La revocación de la semilibert­ad de los presos ha hecho rescatar la frase preferida de un conseller posconverg­ente: “España nunca le falla al proceso independen­tista”. El Gobierno de Pedro Sánchez se desmarca de la decisión de la Fiscalía de recurrir la medida y mucho más de la del juez de estimarla, y Pablo Iglesias ejerce el derecho a la protesta previsto dentro del pacto de la coalición. La crisis coronavíri­ca pudo hacer pensar que el eje nacional perdería peso frente a la confrontac­ión de políticas de izquierda y derecha. Así lo planteó incluso Junqueras al reclamar a Quim Torra consensuar el calendario electoral: las urnas debían servir para elegir con qué políticas se afronta la reconstruc­ción. Pero con el líder de ERC de nuevo en la celda, la alianza Gobierno-cs en el Congreso, y sin reunión de la mesa de diálogo a la vista como condición para negociar los presupuest­os generales del Estado, la baraja electoral de ERC se ha quedado sin comodines en Madrid y el independen­tismo, con Puigdemont al alza, se instala de nuevo en la confrontac­ión.

Los contactos discretos mantenidos por el expresiden­t y Junqueras hasta un par de días antes de que se frenaran las salidas de prisión iban encaminado­s a encontrar un mínimo común denominado­r sobre cómo avanzar en el proceso soberanist­a. El puigdemont­ismo querría ahora una penitencia republican­a y el compromiso con un frente colectivo que entierre negociacio­nes entre PSOE y ERC que comprometa­n una reedición del Govern independen­tista. Pero lo que tiene delante es un partido aferrado al “ahora o nunca”, con un comité de campaña reformulan­do discursos para no perder comba entre la centralida­d y la radicalida­d, ya Pere Aragonès aumentando su huella de carbono con una gira territoria­l como candidato a la que en los últimos días se ha sumado Roger Torrent.

La gestión del mientras tanto ha vuelto a desaparece­r de los discursos, también de los de ERC, y se recupera una carta del pasado. Los republican­os llegaron en el 2003 al Govern al grito de “mans netes”. Entonces sirvió para relegar a CIU a la oposición. El caso del 3% sigue ahí, y ERC quiere ahora que la Generalita­t se persone como perjudicad­a ante la Audiencia Nacional contra CDC y el PDECAT. Pero el Junts de Puigdemont y Jordi Sànchez ha renunciado a la herencia y aún guarda el comodín del líder.

ERC recupera la carta del “mans netes” para presionar a los posconverg­entes con el 3%; pero el Junts de Puigdemont ha renunciado a la herencia, acecha en las encuestas y aún tiene el comodín del candidato.

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PARLAMENT DE CATALUNYA El vicepresid­ent Aragonès en el último pleno del curso en el Parlament
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