La carta del 3% y el comodín Puigdemont
El apoyo a la independencia registra las cotas más bajas desde el 2014, y el coronavirus ha relegado la preocupación por las relaciones entre Catalunya y España, disparando la salud y el paro como principales problemas. Pero la procesión debe de ir por dentro, porque las fuerzas independentistas geguirían siendo mayoría en el Parlament, aunque sin ir más allá de 47% de los votos.
Quien no encuentre en los resultados del último barómetro del CEO su bálsamo particular es porque no quiere –todos crecen y los que caen no mueren–, y sólo ERC necesita buscar consuelo, más por las expectativas generadas que por los resultados. “Dar la campanada” es ahora el objetivo posconvergente. Sin partido estructurado ni candidato, Jxcat atrapa a los republicanos en las encuestas y el suspenso a la gestión del coronavirus sólo se convierte en muy deficiente cuando se pone el foco sobre las residencias, dependientes primero de Chakir el Homrani y después de Alba Vergés .Al otro lado, Miquel Buch puede ser el conseller más cuestionado, pero sus Mossos son la institución mejor valorada en la gestión de la pandemia.
Un veterano del Parlament sostiene que a ERC se le pone “cara de susto” cada vez que aparece Carles Puigdemont ,yelexpresident está más que activo en las últimas semanas. La publicación de su M’explico lo ha colocado en todos los escaparates justo durante los diez días en los que Oriol Junqueras ha dispuesto del tercer grado penitenciario, lo que disparó un particular duelo de precampaña. Pero la competición y el restablecimiento de relaciones tenían fecha de caducidad a cuenta de la Fiscalía, que no tiene más que seguir en sus recursos la hoja de ruta marcada por Manuel Marchena al revocar el permiso de Carme Forcadell para hacer voluntariado. Y los que están por venir.
En ERC defendían que si había que arriesgar otorgando la semilibertad a los presos independentistas, este era el momento, pero, por orden judicial, su líder tiene ahora los movimientos más limitados que hace un mes. Mientras, Puigdemont se presenta por primera vez como presidente de un partido, ha colocado a su equipo de cabecera en las vicepresidencias –Elsa Artadi y Josep Rius, los mismos que se sentaron en la Moncloa en la mesa de diálogo con el Gobierno– y deshoja la margarita de una candidatura instrumental a la presidencia de la Generalitat.
La revocación de la semilibertad de los presos ha hecho rescatar la frase preferida de un conseller posconvergente: “España nunca le falla al proceso independentista”. El Gobierno de Pedro Sánchez se desmarca de la decisión de la Fiscalía de recurrir la medida y mucho más de la del juez de estimarla, y Pablo Iglesias ejerce el derecho a la protesta previsto dentro del pacto de la coalición. La crisis coronavírica pudo hacer pensar que el eje nacional perdería peso frente a la confrontación de políticas de izquierda y derecha. Así lo planteó incluso Junqueras al reclamar a Quim Torra consensuar el calendario electoral: las urnas debían servir para elegir con qué políticas se afronta la reconstrucción. Pero con el líder de ERC de nuevo en la celda, la alianza Gobierno-cs en el Congreso, y sin reunión de la mesa de diálogo a la vista como condición para negociar los presupuestos generales del Estado, la baraja electoral de ERC se ha quedado sin comodines en Madrid y el independentismo, con Puigdemont al alza, se instala de nuevo en la confrontación.
Los contactos discretos mantenidos por el expresident y Junqueras hasta un par de días antes de que se frenaran las salidas de prisión iban encaminados a encontrar un mínimo común denominador sobre cómo avanzar en el proceso soberanista. El puigdemontismo querría ahora una penitencia republicana y el compromiso con un frente colectivo que entierre negociaciones entre PSOE y ERC que comprometan una reedición del Govern independentista. Pero lo que tiene delante es un partido aferrado al “ahora o nunca”, con un comité de campaña reformulando discursos para no perder comba entre la centralidad y la radicalidad, ya Pere Aragonès aumentando su huella de carbono con una gira territorial como candidato a la que en los últimos días se ha sumado Roger Torrent.
La gestión del mientras tanto ha vuelto a desaparecer de los discursos, también de los de ERC, y se recupera una carta del pasado. Los republicanos llegaron en el 2003 al Govern al grito de “mans netes”. Entonces sirvió para relegar a CIU a la oposición. El caso del 3% sigue ahí, y ERC quiere ahora que la Generalitat se persone como perjudicada ante la Audiencia Nacional contra CDC y el PDECAT. Pero el Junts de Puigdemont y Jordi Sànchez ha renunciado a la herencia y aún guarda el comodín del líder.
ERC recupera la carta del “mans netes” para presionar a los posconvergentes con el 3%; pero el Junts de Puigdemont ha renunciado a la herencia, acecha en las encuestas y aún tiene el comodín del candidato.