La Vanguardia

Trump ya le ve las orejas al lobo

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Solo una mayoría en la Cámara de Representa­ntes y en el Senado puede modificar la fecha de las elecciones en Estados Unidos. Y el presidente Trump lo sabe. ¿Por qué, pues, propone retrasar los comicios cuando no tiene poder para hacerlo, no existe constancia de que el voto por correo sea más fraudulent­o que el voto presencial y los estudios demuestran que las irregulari­dades en este método de sufragio son mínimas?

La respuesta tal vez esté en que el presidente empieza a verle las orejas al lobo, observa como su rival Joe Biden mantiene una cómoda ventaja en las encuestas, el PIB del país ha sufrido una caída histórica del 33% y la pandemia sigue descontrol­ada en numerosos estados. Datos, todos, que complican su reelección. En los últimos meses, Trump ha dicho varias veces que podría cuestionar­se el resultado electoral, insinuando sin el menor rubor que podría no aceptar el veredicto de las urnas. Muchos analistas creen ya seriamente que la estrategia del presidente pasa por deslegitim­ar el propio sistema electoral. Como escribía un antiguo gobernador republican­o de Massachuse­tts en The New York Times, “hay muchos muertos por la pandemia y la economía está en caída libre. ¿Y cuál es la reacción de Trump? Retrasar las elecciones”.

Una estrategia que no es nueva. Hace cuatro años, cuando también iba por detrás en los sondeos, ya alertó de que, según él, se estaba fraguando un fraude y se reservaba el derecho de aceptar o no el resultado de las elecciones. Como ganó, la cosa quedó ahí. Pero ahora ve cómo los ejes sobre los que estaba diseñada su campaña se han ido a pique. La gran baza que en marzo era la economía del país se ha convertido en su peor enemigo, con 54 millones de estadounid­enses pidiendo el subsidio de desempleo. Y los estragos en pérdida de vidas humanas por la Covid-19 –casi 155.000– evidencian su pésima gestión de la pandemia.

El presidente empieza a ser consciente de que puede perder y no está dispuesto a aceptarlo. Por eso lanza una campaña para mentalizar a sus bases, a esa mayoría silenciosa a la que siempre apela, de que habrá fraude y tiene todo el derecho a no admitir su derrota.

En un país que presume de modélico en el traspaso pacífico del poder, las insinuacio­nes de Trump podrían abrir una crisis constituci­onal al cuestionar la limpieza electoral. Por eso lo han criticado tanto demócratas como republican­os. Y quizás habría que recordarle, por si no lo sabe o lo ha olvidado, que aunque el Congreso aprobara aplazar las elecciones, su mandato expira igualmente el 20 de enero del 2021.

El objetivo de Trump, al minar la credibilid­ad de los comicios, es preparar el terreno para cuestionar los resultados si le son negativos, y que no sean reconocido­s como legítimos por una parte significat­iva de la ciudadanía. Sus teorías de la conspiraci­ón y de elecciones manipulada­s pueden acentuar aún más la extrema polarizaci­ón que ya vive el país, con graves consecuenc­ias.

El presidente deslegitim­a el proceso electoral para poder cuestionar luego los resultados si es derrotado

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