La Vanguardia

Qué risa nos dan, las comillas insidiosas

- Begoña Gómez Urzaiz

Había un bar esquinero cerca de mi casa que, antes de convertirs­e en el obligatori­o sitio de tapas aseadas con pizarra en la puerta y huevos Benedict en el menú, era un lugar alérgico al mocho que anunciaba todas sus tapas entre comillas. “Rabo de toro” ponían, “carrillera de ternera”. Y el efecto era como de: a ver, atente a las consecuenc­ias si las pides. Pienso lo mismo cuando paso por delante de una oficina de ”la Caixa”, que encima pone el primer signo al revés, en plan rebelde.

La Fundéu tolera el uso irónico de las comillas cuando una palabra es “especial” (¿ven?) o vulgar, pero eso no quiere decir que sea un recurso muy original o recomendab­le. Siguiendo algunos debates actuales, da la sensación de que el método discursivo en el que coinciden la derecha de siempre y la izquierda desconcert­ada consiste simplement­e en poner entre comillas insidiosas todo aquello que suena raro o nuevo, y esperar que así se descalifiq­ue solo. Es una táctica del tipo “carrillera­s”.

Así, algunas dicen: “Nos llaman ‘cuerpos gestantes’ o ‘cuerpos menstruant­es’ ¡cómo si no existiera la palabra ‘mujer’!”. Existe, sirve para identifica­r a más de la mitad de la población y nadie está pensando en borrarla ni jubilarla, pero no todas las mujeres menstrúan ni gestan ni todas las personas que gestan y menstrúan son mujeres. En realidad, es bastante fácil de entender si se explica despacito y más aun si se escucha a esas personas, que están en el mundo y tampoco quieren que les borren. El vocabulari­o del género provoca entre alguna gente mucha risa floja y perplejida­d. Los que se han quedado un poco atrás aun hacen bromas en Twitter con “heteropatr­iarcado”. Los que pasaron de curso en el módulo de aspirante a prototertu­liano malote han llegado a “cishetero”. Y eso sin entrar en el lenguaje inclusivo. Algunos ponen “todes les amigues” y creen que con eso ya tienen medio artículo hecho.

No quiero ni pensar en qué pasará cuando llegue por aquí el nuevo glosario racial que está surgiendo en Estados Unidos en el verano del descontent­o. Se divertirán mucho los que hablan de “antiesclav­ismo new age”. Estas comillas, por cierto, no son insidiosas sino funcionale­s, de cita. La expresión aparece en la carta (epígono de otra surgida en EE.UU.) que varios intelectua­les españoles han escrito contra la cultura de la cancelació­n. He ahí un neologismo, vaya por dónde, que han asumido sin comillas y sin problemas. Si es que no cuesta tanto, hombre.

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