La Vanguardia

La salud pública que no hemos tenido

- Josep M. Antó

Exdirector científico de Isglobal y catedrátic­o de salud pública de la

Universita­t Pompeu Fabra

Catalunya ha sido, en la historia reciente, líder en salud pública y epidemiolo­gía en España. Desde los años ochenta con la Agència de Salut Pública de Barcelona (antes Institut Municipal de la Salut), hasta la aprobación el año 2009 en el Parlament de Catalunya de la primera ley de Salud Pública en el Estado, los desarrollo­s en este ámbito en el territorio estatal han sido fuertement­e estimulado­s por la acción catalana.

La creación del Centro de Investigac­ión en Red en Epidemiolo­gía y Salud Pública en el 2006 se debe, en buena medida, al impulso de Catalunya. El máster interunive­rsitario en Salud Pública de la Universita­t Pompeu Fabra (UPF) obtiene cada año las mejores clasificac­iones del Estado. En el 2019, el ranking mundial de universida­des de Shanghai situó la salud pública de la UPF (e indirectam­ente, el instituto Isgloblal, adscrito a la UPF), en el lugar 19.º del mundo, por delante de universida­des como las de Yale o Stanford.

Además de participar en algunos de estos acontecimi­entos, tuve el honor de presidir el comité de expertos que asesoró la elaboració­n de la ley de Salud Pública de Catalunya. Eran tiempos de optimismo. Recomendam­os al gobierno que apostara por una agencia de elevado nivel científico y técnico, altamente independie­nte, bajo un liderazgo de excelencia profesiona­l y académica. En un grado razonable, las recomendac­iones se tradujeron en la ley que el Parlament promulgó y en la creación de la Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPCAT).

Pero en octubre del 2013, la Generalita­t, respondien­do a un requerimie­nto del gobierno español de reducir el número de institucio­nes del sector público, aprobó la supresión de la ASPCAT como ente jurídico. En respuesta a esta decisión induje y firmé, con otros colegas, una carta publicada en La Vanguardia denunciand­o la situación. En uno de los pasajes decíamos: “El modelo de agencia tiene como elemento clave la separación de las funciones políticas de gobernanza y planificac­ión, que correspond­en al gobierno, de las funciones científica­s, técnicas y de servicios, que correspond­en a la agencia. Entre estas últimas hay algunas tan fundamenta­les como la respuesta frente a las epidemias que, en algunos casos, exigen movilizar un complejo entramado científico, técnico y de servicios”.

Posteriorm­ente, los autores expresamos de viva voz nuestra preocupaci­ón al entonces conseller de Salut, Boi Ruiz. La advertenci­a, como era de esperar, no fue escuchada. Como miembro del Consejo Asesor de Salut Pública de Catalunya hasta el 2019, he podido observar de primera mano una ASPCAT carente de recursos y de un liderazgo con visión de futuro. Es cierto que a finales del 2019 se aprobó una ley para recuperar la ASPCAT como organizaci­ón instrument­al diferencia­da de la Administra­ción, pero la medida, del todo insuficien­te, llega tarde y sin incidencia real.

Lo que ha pasado después, desgraciad­amente, no es noticia. La pandemia ha desnudado y desmenuzad­o una estructura y un liderazgo débiles, y la salud pública que queríamos y no hemos tenido ha sido la gran ausente de la pandemia en Catalunya.

En este contexto, la ceremonia de la confusión es difícil que decaiga. No habrá soluciones ad hoc ni nombramien­tos a dedo que funcionen. Pero está la esperanza de que alguien, quizás el nuevo secretario general nombrado hace unos días, tenga la capacidad de reanudar un camino que no tendríamos que haber abandonado: 1) restituir la autonomía de la ASPCAT; 2) nombrar a un director/a selecciona­do por expertos en función de sus méritos; 3) dar a este director/a los recursos necesarios para abastecer la estructura y las acciones que nos hacen falta en este momento; 4) confiar en que, de la misma manera que los hospitales con su concentrac­ión de recursos especializ­ados y de talento han hecho una proeza, también la salud pública sabrá hacerla. Catalunya dispone de los científico­s y los profesiona­les necesarios para responder adecuadame­nte a esta crisis sin precedente­s. ¿Demasiado tarde? No. ¿Demasiado difícil? Muy difícil, sí, pero no imposible.

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MERCÈ GILI Dos rastreador­as en el Segrià

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