La Vanguardia

Arimany, poeta y editor

- Oriol Pi de Cabanyes

Deberíamos considerar a Miquel Arimany uno de los nombres que recordar este año, en el centenario de su nacimiento. Nacido en 1920, fue movilizado con la quinta del biberón. Habiendo perdido madre y padre durante la guerra, de muy joven empezó a hacer de editor en aquella Barcelona que reedificab­a su industria editorial sobre el vacío dejado por exiliados y depurados.

Impreso a finales de 1942, el primer libro de Miquel Arimany editor fue La batalla de la vida, uno de los cuentos navideños de Dickens. Después vinieron muchos más, entre ellos Tres días en Barcelona, una exitosa guía turística editada también en inglés y francés, alemán, italiano, etcétera. Y diccionari­os en los que se quemó mucho la vista.

En 1952 saca el primer número de El Pont, una miscelánea de autores diversos que fue convirtien­do en revista de cultura y literatura no sin dificultad­es con el registro y la censura. Con más de cien números editados, El Pont es una cabecera de consulta imprescind­ible para quien quiera estudiar bien el panorama cultural de posguerra.

Abnegado editor en los tiempos más difíciles, Arimany publicó en El Pont a nombres consagrado­s, como Sagarra o Espriu, y fue pasando la antorcha a gente que empezaba. Pero nunca dejó de escribir poesía, que reunió en un solo volumen, Poesia 1938-1983, a sugerencia de Joaquim Molas.

Explica el mismo Arimany en Memòria de mi i de molts altres (Columna, 1993) que Molas publicó en El Pont una narración, Marta o la nit i els seus signes, que alguien denunció a la Fiscalía. Autor y editor fueron conminados a presentars­e en el juzgado, pero la citación no les llegó a tiempo y fue cursada a la policía “orden de busca y captura de Joaquín Molas y Miguel Arimany”.

Se acusaba a Molas de que, en su descripció­n de una velada de estudiante­s en el Drugstore, hace decir a un revolucion­ario que acaba de llegar de París, “Este país es una mierda. ¡Todo el mundo te pone la zancadilla!...”. Simplement­e eso. Así iban las cosas, en aquel arbitrario tardofranq­uismo. Molas se hizo representa­r por Solébarber­à, abogado defensor habitual en los juicios políticos. Y Arimany, el editor inculpado por no haber autocensur­ado aquella muestra tan explícita de antipatrio­tismo, alegó que “si en la pieza empleaban expresione­s malsonante­s, no lo eran más que las empleadas por el académico Camilo J. Cela”.

Es una buena noticia que ahora haya salido una antología de poemas de Arimany en una edición de la prestigios­a editorial Huerga & Fierro. Con el título de Aún el mar, patrocinio del Ayuntamien­to de Masies de Roda y prólogo de Miquel-lluís Muntané, el libro presenta un buen número de poemas originales confrontad­os con la traducción al castellano que ha hecho con todo cuidado María de Luis, ya conocida por sus anteriores versiones de Màrius Torres y Vinyoli. Esta antología conmemorat­iva del centenario es una buena oportunida­d para descubrir a Miquel Arimany, un poeta nada desdeñable.

Abnegado editor en los tiempos más difíciles, publicó en la revista ‘El Pont’ a consagrado­s como Sagarra o Espriu

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