La Vanguardia

Cuando Cesc era alto

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Nadie conoce la fórmula del éxito futbolísti­co. Otra cosa es analizar, a posteriori, las razones del triunfo. Dijo Nietzsche: “Quien dispone de los porqués, encuentra los cómos”.

Es difícil transigir con la derrota cuando se viene de levantar, en los últimos quince años, 13 de las 33 Ligas que se tienen. Y cuatro Champions de cinco. Repetir esas cifras es utópico, pero dado el Barça dispone de los porqués y tiene identifica­dos los cómos, debería retomar, pronto, la senda del triunfo.

Acabo de ver en Barça TV un vídeo con todos los goles de Pedro (que mide 1,69 m. de altura). En la piña posterior a cada tanto del jugador canario, las cabezas de Messi, Xavi, Iniesta, Alves, Alba, Thiago o Villa se alineaban, bajo un listón invisible, casi a la misma altura. Hermoso.

Pero cuando Cesc se unía al grupo, la simetría desaparecí­a. Una disonancia llamativa rompía la estampa. Lo curioso es que el grandullón de los jugones mide 1,78 m.

La estatura es, precisamen­te, el gran cómo de los éxitos azulgranas del siglo XXI. Por más alto que seas, el balón siempre está (en la singularid­ad del juego azulgrana) a la misma altura: el suelo. En el baloncesto elevaron los aros. En el fútbol no han reducido las porterías. Ni lo harán.

El ADN culé es el de los locos bajitos ,elde los jugadores menudos pero (o por ello) técnicos, habilidoso­s, asociativo­s, dinámicos, veloces, listos… ¿Se puede ser todo eso siendo alto? Puede. Pero entonces ya no sería el Barça. Riqui Puig y Ansu Fati son el cómo que marca la línea que seguir.

Santi Trubat

Suscriptor Barcelona

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