Hamilton vence con tres ruedas en Silverstone
El inglés cruzó la meta con tres ruedas al pinchar en una dramática última vuelta
Nunca en sus anteriores 86 victorias en la F-1 Lewis Hamilton lo había pasado tan mal para ganar. Su 87.º triunfo fue dramático: cruzó la meta a tres ruedas, con el coche pinchado, prácticamente a rastras, cruzando los dedos para que no lo alcanzase Max Verstappen. Le fue de 5,8 segundos.
“Tenía el corazón en un puño. He intentado mantener la velocidad y estaba rezando para poder pasar por las curvas despacio, para que no me saltara la rueda. Casi no llego en las últimas curvas, pero gracias a Dios lo hicimos. Casi se me para el corazón”, decía aliviado el pluricampeón inglés, todavía con el miedo en el cuerpo, después de bajarse del Mercedes y revisar de cerca el neumático delantero izquierdo reventado.
Un final dramático que añade más épica a las gestas de Hamilton, que vio cómo un paseo plácido por la campiña de Northamptonshire se convertía de golpe en una pesadilla: tres pinchazos casi sincronizados –los tres en el neumático delantero izquierdo–, de Bottas, en la vuelta 50, de Sainz en la 51, y el propio de Hamilton en la 52, dieron un vuelco al guion más que previsible de una carrera anodina, dominada desde la salida por los dos Mercedes, sin ningún atisbo de rivalidad.
Después de la aparición temprana de dos coches de seguridad que no alteraron el orden –en la primera vuelta, por salida de Magnussen, y en la 13 por accidente de Kvyat–, la carrera entró en una fase de somnolencia con todos los coches calzados en gomas duras, conservando el neumático para llegar a meta.
No pasaba nada en la pista, con las posiciones ya repartidas en los puestos nobles, con Hamilton galopando a por su tercer triunfo seguido, con Bottas sin atacar ni ser intimidado por Verstappen, y con el holandés cómodamente instalado en el tercer cajón, lejos de Leclerc (4.º) y Sainz (5.º). Pero los tres pinchazos casi seguidos hicieron saltar por los aires las previsiones en un final de locos.
Primero fue el Bottas, que se quedaba fuera del podio (11.º); a continuación, una vuelta después, el de Sainz, que le privaba de la 4.ª posición; y en el último giro, el de Hamilton, que puso en jaque su victoria.
“Cuando me dijeron que se reventó el neumático de Valtteri yo no he parado de mirar al mío, todo parecía que estaba bien, el coche giraba sin problema y pensé que todo iría bien”, relataba Hamilton, que en el penúltimo paso por meta disponía de 34,2 segundos sobre Verstappen, gracias al hecho –inoportuno para el holandés– de que un giro antes Max había parado a calzarse gomas blandas para apuntarse el punto extra de la vuelta más rápida.
Sin embargo, al entrar en la recta
CON EL SUSTO EN EL CUERPO “Tenía el corazón en un puño, casi se me para; nunca había experimentado nada así en la última vuelta”
de meta para iniciar la última vuelta le sobrevino el susto a Hamilton. “He notado que se ha desinflado la rueda delantera izquierda. Tenía el corazón en un puño”, explicaba el inglés, que relataba una cuenta atrás agónica, aunque Lewis aseguraba que “no estaba preocupado, porque Bono [su ingeniero de pista] me estaba dando la diferencia, tenía 30 segundos de margen, y cuando estaba bajando drásticamente, estaba pensando cuánto me quedaba para el final”.
Aun así, admitía el inglés que llegó a pensar que no llegaba a completar las 18 curvas para cruzar la meta. “El coche parecía girar bien y he llegado a la curva 15 y ahí tenía muchos problemas. En la curva 16 he pisado a fondo y en las dos últimas he tenido mucho subviraje. Me iban haciendo la cuenta atrás, 9, 8, 7 segundos... Nunca había experimentado nada así en la última vuelta, casi se me para el corazón”, narraba el piloto inglés, al que le sobraron 5,8 segundos, después de completar ese último giro in extremis en 1m55s, es decir, 28 segundos más lento que Verstappen.
Pese al susto, el premio para Hamilton fue completo: 7.º triunfo en su jardín de Silverstone (récord), y 30 puntos de ventaja ya sobre su inmediato perseguidor, Bottas. Más de una carrera de margen, camino de su séptima corona de la F-1.