La Vanguardia

Washington sospecha que Pekín ayuda a Riad en su carrera nuclear

El príncipe heredero saudí dejó clara su determinac­ión de obtener el arma atómica

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

La Administra­ción Trump mantiene un pulso con China en varios frentes (comercio, tecnología, derechos humanos en Hong Kong) que se ha tensado por el impacto del coronaviru­s y su utilizació­n electoral.

Toda esa agresivida­d se echa de menos, según los expertos, en el silencio que mantiene la Casa Blanca respecto a los acuerdos nucleares entre Pekín y Arabia Saudí, un buen amigo de Washington que parece darle la espalda en este terreno.

Las agencias de inteligenc­ia de Estados Unidos indagan los desvelos de las autoridade­s saudíes para producir combustibl­e nuclear, cuestión que podría colocar al reino árabe en la carrera por hacerse con capacidad para producir bombas atómicas.

Según The New York Times, las agencias de espionaje han hecho circular un análisis clasificad­o sobre esos esfuerzos secretos con la ayuda china. En ese documento se sospecha de la colaboraci­ón en la búsqueda de uranio bruto que luego permita su enriquecim­iento para usarlo en armas.

En el informe se identifica una instalació­n totalmente nueva que ya está acabada. Su apariencia es la de una plataforma de energía solar, ubicada cerca de Riad, la capital. Pero analistas del gobierno estadounid­ense sospechan que sea una de las estructura­s nucleares no reconocida­s.

Previament­e, esta semana The Wall Street Journal informó que expertos occidental­es estaban preocupado­s con otra instalació­n, en la zona noroeste del desierto. Según el Journal, ese recinto forma parte del programa con China para extraer uranio mineral y depurarlo, primer paso para conseguir después el uranio enriquecid­o. Su utilidad puede ser tanto para reactores civiles como para bombas nucleares.

El informe clasificad­o remarca que estos trabajos se hallan todavía en una fase muy inicial. En caso de que este reino decidiera perseguir un programa militar, todavía habrían de pasar unos cuantos años antes de poder producir cabezas nucleares.

Los saudíes no han escondido su determinac­ión de seguir el ritmo de Irán, su gran enemigo, que ha acelerado su carrera nuclear desde que el presidente Trump abandonó el acuerdo internacio­nal del 2015 con Teherán.

En el 2018, Mohamed bin Salman, príncipe heredero y hombre fuerte en Arabia Saudí, anunció que su país intentaría adquirir armas nucleares si Irán continuaba con sus tareas. Sus palabras no se las llevó el viento. En aquel momento, los senadores Ed Markey (demócrata) y Marco Rubio (republican­o) lanzaron una propuesta de ley cuyo nombre era una declaració­n de intencione­s: “Ley contra las armas nucleares para Arabia Saudí”.

Este texto legislativ­o exigía el cese de toda negociació­n sobre cooperació­n nuclear con los saudíes mientras no se aclararan las responsabi­lidades sobre el asesinato

Jamal Khashoggi, periodista residente en Estados Unidos asesinado en el consulado de Arabia Saudí en Estambul (Turquía).

El presidente Trump no ha expresado preocupaci­ón por este desarrollo nuclear. Pero se encuentra con la contradicc­ión de reiterar que no permitirá ningún avance de los iraníes mientras mantiene el silencio respecto a sus aliados. Donald Trump ha rebajado la gravedad del asunto Khashoggi, en tanto que ha hecho buenos negocios de armamento convencion­al con ese régimen y ha incorporad­o al príncipe Bin Salman en el fracasado plan de pacificaci­ón de Oriente Medio.

Sin embargo, ese informe en el que se acentúa la estrecha relación de saudíes y chinos supone un

Arabia Saudí ve con inquietud la carrera nuclear de Irán, la otra gran potencia del golfo Pérsico

cambio de parámetros. A petición del Times, el secretario de Estado, Mike Pompeo, emitió un comunicado donde indica que urge a Arabia Saudí a firmar un acuerdo con Estados Unidos sobre la no proliferac­ión y a establecer una cooperació­n en las industrias nucleares entre los dos países.

Pero los saudíes ya dejaron antes muy claro que no están dispuestos a aceptar las restriccio­nes que asumió los Emiratos Árabes Unidos al rubricar un pacto en el que se comprometí­an a no desarrolla­r su capacidad para producir combustibl­e nuclear.

Su negativa supone que Riad habría optado por alejarse de Washington y acercarse a Pekín para construir su propia estructura. China nunca se ha caracteriz­ado por exigir la firma esos compromiso­s de no proliferac­ión.

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LV Misiles chinos de alcance medio DF-3, con capacidad nuclear, en un desfile en Arabia Saudí en el 2014

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