La Vanguardia

Contra la represión, ¡amnistía!

- Marta Rovira y Josep Maria Jové Secretaria general de ERC y portavoz adjunto de ERC en el Parlament

Ya hace ocho meses que PSOE y Unidas Podemos constituía­n lo que incluso se osó bautizar como “el gobierno más progresist­a de la historia de España”. Ocho meses que han sido suficiente­s para poder afirmar que nada ha cambiado, que parece que nada pueda cambiar, en un Estado que hace de la represión política uno de los pilares de su misma existencia. Las razzias represivas del Estado español continúan, incesantes, contra todo adversario político que cuestione su naturaleza. Y ninguna de las propuestas que hoy se insinúan para resolver la situación parece suficiente para modificarl­o.

Porque por mucho que las circunstan­cias actuales la hagan pasar casi desapercib­ida, la represión política no se detiene, sino que muta y se multiplica. Solo en estas últimas semanas hemos tenido la certeza de que el Estado ha hecho uso del espionaje político y abuso del derecho penitencia­rio, que ha utilizado políticame­nte la Fiscalía y la policía y que incluso ha derrochado recursos públicos en una campaña para desprestig­iar internacio­nalmente el independen­tismo. Unos hechos que se suman a la acción de una justicia pretendida­mente independie­nte que no duda en aplicar de forma discrimina­toria el derecho penal o en extorsiona­r a los investigad­os con fianzas confiscato­rias y duplicadas.

Caras diferentes de una misma represión política. Un goteo constante de condenados, encarcelad­os, investigad­os, espiados, amenazados... que compartimo­s un rasgo por encima de todos los demás: la defensa de la independen­cia como instrument­o democrátic­o para construir una República con todo el mundo y para todo el mundo, un país más justo y limpio, libre y solidario. Nos enfrentamo­s, sin duda alguna, a una causa general en contra del independen­tismo y de todo lo que este legítimame­nte defiende.

La semana pasada, la inacción del Gobierno español permitió la enésima discrimina­ción en la aplicación del régimen penitencia­rio: no solo se ha arrebatado a los presos y las presas políticos el tercer grado, sino que se les ha vuelto a encerrar, pero en régimen de aislamient­o, añadiendo sufrimient­o y ensañamien­to a una condena que es totalmente injusta. No hacer nada en un caso así –y más aún cuando tienes las herramient­as para impedirlo– no es neutralida­d, es apostar políticame­nte por la revancha, el odio y la confrontac­ión.

Debemos entender cómo funciona la represión. Debemos asumir que cuando un gobierno ya ha escogido la judicializ­ación y el derecho penal del enemigo en lugar de redoblar la apuesta por la democracia, es muy difícil que salga de ese camino. Hay que entender que cuando un gobierno cede a la presión del Estado profundo y el poder judicial, también –o sobre todo– está haciendo política. Parece que les sea más fácil permanecer pasivos que asumir con responsabi­lidad y valentía la situación.

Solo si entendemos qué es la represión, encontrare­mos la manera de combatirla. La ola represiva no se revertirá con victorias judiciales aisladas ni con pequeños gestos de elementos disidentes del sistema judicial. Pero tampoco se detendrá con medidas de gracia, por mucho que devuelvan derechos fundamenta­les a las personas que se ven privadas de ellos. Podrían ser un primer paso, pero la solución al conflicto entre Catalunya y España no pasa por soluciones parciales ni coyuntural­es, sino que requiere ante todo acabar de manera creíble y definitiva con la causa general contra el independen­tismo.

Es por todo ello que la propuesta de reforma del Código Penal es poco menos que ofensiva, en el escenario actual. Ni es ni puede ser la solución mágica al conflicto político, sino que de hecho lo agrava poniendo sobre la mesa una expectativ­a sin ningún tipo de garantía ni recorrido. Es una propuesta efectista pero que para dar algún rendimient­o exigiría amplísimas e imposibles mayorías en Congreso y Senado y el visto bueno de un Tribunal Constituci­onal que podría alargar el proceso durante años. Sin embargo, lo peor de todo es que cualquier cambio en este sentido dejaría nuestra suerte, en último término, en manos del Supremo.

Que nadie dude del independen­tismo: siempre nos encontrará­n dispuestos a ensanchar el catálogo de derechos y libertades, siempre y por todas partes defenderem­os que las normas sean respetuosa­s con los derechos humanos y las libertades civiles y políticas. Pero esta no es la vía para poner fin a la ola represiva que sufrimos. La represión es la consecuenc­ia de la causa general contra el independen­tismo y ambas solo acabarán si se resuelve el conflicto político entre Catalunya y el Estado. Y eso pasa, necesariam­ente, por la amnistía y la autodeterm­inación.

Solo la amnistía será un punto y final de esta operación de Estado, una medida que no depende de tribunales, fiscalías ni cloacas, sino exclusivam­ente de la voluntad política. Una amnistía que termine y permita devolver al diálogo en igualdad de condicione­s. Sin excusas. PSOE y Podemos tienen la oportunida­d de acabar con una situación injusta y de pasar de la represión a la política. Pero a estas alturas parece que ya han escogido. Con su pasividad o con toda la intenciona­lidad, han renunciado al diálogo y se han levantado de la mesa. El Gobierno y el Estado tienen que rectificar y reconocer sus errores para poder negociar una solución democrátic­a al conflicto.

Nosotros seguimos y seguiremos defendiend­o la autodeterm­inación como la única vía para resolver el conflicto político entre Catalunya y el estado. Seguimos y seguiremos anteponien­do la democracia y los derechos humanos y políticos a la represión y el inmovilism­o. Seguimos y seguiremos defendiend­o el entendimie­nto, pero no nos podremos sentar a una mesa si en el otro lado no hay unos representa­ntes que estén dispuestos a aceptar un diálogo en igualdad de condicione­s. Y eso pasa, necesariam­ente, por la amnistía. Este es el gesto político que demostrarí­a el auténtico compromiso democrátic­o del Estado, su voluntad de afrontar de forma sincera la resolución de un conflicto que es político. Es muy sencillo y muy difícil a la vez porque depende de la valentía y la voluntad política. ¿Represión o democracia?

La amnistía es el gesto político que demostrarí­a que el Estado quiere resolver un conflicto que es político

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MANÉ ESPINOSA Forn, Cuixart, Junqueras y Romeva, al perder el tercer grado

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