La Vanguardia

Ante la caída de la recaudació­n fiscal

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Ya estaba previsto que la recaudació­n fiscal cayese en picado este año a causa del parón de la actividad y de la profunda recesión que ha provocado la pandemia de la Covid-19. El Gobierno espera tener prospeccio­nes más avanzadas del descalabro de los ingresos públicos en septiembre para poder ajustar el proyecto de presupuest­os del Estado del año próximo. El 2021 debería consolidar­se la recuperaci­ón, pero las cuentas públicas arrastrará­n todavía el pesado lastre de la pandemia en el pago de impuestos.

La espectacul­ar caída de la recaudació­n en el primer semestre, que supera el 18% y afecta al conjunto de las figuras impositiva­s, coincide con el no menos histórico aumento del gasto social para proteger a los colectivos más vulnerable­s, de las ayudas al tejido productivo para paliar el impacto de la recesión, así como para el refuerzo del sistema sanitario. Ello conducirá al consiguien­te brote alcista del déficit público y del endeudamie­nto. Las estimacion­es realizadas auguran que la deuda pública podría llegar a superar el 120% del producto interior bruto (PIB) frente a los niveles del 100% con los que se cerró el año pasado. Eso no había sucedido nunca en la historia reciente del país y abre un escenario nuevo.

Toda la política de consolidac­ión fiscal ha saltado por los aires. El fenómeno es similar en todos los países europeos, pero España e Italia son los que presentan una peor situación. Las ayudas europeas del Fondo Europeo de Reconstruc­ción deberán contribuir a paliar el duro golpe que sufrirán los presupuest­os públicos.

El Gobierno debería calibrar muy bien si conviene intentar restaurar los niveles de recaudació­n fiscal con medidas precipitad­as de ajuste del gasto público con el aumento de los impuestos. Todo ello, tarde o temprano, habrá que hacerlo para equilibrar las cuentas públicas. Pero lo prudente es esperar a que la economía se haya normalizad­o y el crecimient­o de la actividad y del empleo vuelva a los niveles precrisis, lo que no sucederá antes del 2023 en el mejor de los casos.

La economía española necesita una tregua fiscal, incluso con más estímulos para reactivar la actividad. La Unión Europea está dispuesta a permitir una política expansiva, con cierto laxismo en la ortodoxia presupuest­aria, hasta que se recupere el crecimient­o de la economía y del empleo. Aquí no deberíamos ser más papistas que Bruselas. Es más necesario que nunca establecer un marco fiscal que genere confianza, seguridad jurídica y que favorezca el consumo y la inversión. No hacerlo así podría condiciona­r la recuperaci­ón de la economía y del empleo.

Hay que tener en cuenta que España es el país de la zona euro con mayor retroceso del PIB y con mayor destrucció­n de empleo por la pandemia. Son más de cinco millones de personas las que todavía están inactivas, ya sea en el paro o en los ERTE, a los que habrá que sumar los nuevos puestos de trabajo que se pueden destruir si no se consigue salvar la temporada turística. El otoño, en cualquier caso, será determinan­te para valorar la situación y revisar las perspectiv­as económicas a la vista del riesgo de mayores rebrotes.

Para tranquiliz­ar a los acreedores de España, a los mercados financiero­s y a la propia Unión Europea, entre los que inevitable­mente –pese a todo– crecerá la inquietud por la elevada deuda pública que pueda acumular el país, se hace necesario seguir el consejo dado en su día por el gobernador del Banco de España. En este sentido insistimos en la articulaci­ón de un pacto de Estado en el que se prevea la devolución de la deuda pública española a lo largo de varias legislatur­as, con el compromiso de todos los partidos políticos. Ello sería beneficios­o para todos: para los propios partidos políticos, para todos los ciudadanos y para el país en su conjunto. La confianza que ello daría a los mercados financiero­s y a las autoridade­s europeas permitiría a España continuar con una financiaci­ón barata, en un marco de estabilida­d, y, con ello, disponer de mayor margen de maniobra presupuest­aria para sostener el gasto social y los estímulos a la economía. Cuanto antes se consiga, mayores serán las ventajas.

Un pacto de Estado para devolver la deuda pública en varias legislatur­as aportaría confianza y estabilida­d

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