Cuestión de crédito
Los entrenadores más respetados en un vestuario suelen ser aquellos que tienen autoridad y ascendencia sobre el grupo, sobre el entorno y sobre la junta directiva que los contrata. Más allá de disquisiciones tácticas y de planteamientos creativos, aspectos en los que Josep Guardiola es un genio sin parangón en el fútbol moderno, tanto el entrenador catalán como Zinédine Zidane son claros ejemplos de cómo se maneja un grupo en un club grande. No suelen casarse con nadie, toman decisiones arriesgadas e inesperadas y colocan en el banquillo o la grada a todos aquellos jugadores que no rindan aunque se trate de futbolistas de prestigio o de sueldo elevado.
Los entrenadores acostumbran a dividirse en estrategas, motivadores o filósofos. Pero los mejores son aquellos que mezclan más de una virtud. Guardiola aúna el triplete de puntos fuertes, por más que en los últimos años tiene una cuenta pendiente con la Champions que espera comenzar a saldar desde esta noche. Pep se ganó a Messi cuando se reunía con él y le trazaba distintas líneas maestras que podían suceder en un partido. Como el argentino veía que después esos parámetros se cumplían en la mayoría de los casos la credibilidad de Guardiola se fue forjando a fuego. Anticipar, intuir y retocar ante hechos inesperados son retos que ha superado con creces el de Santpedor.
Sin tanta fama de genio Zidane presenta un currículum impresionante. Nadie puede negar que conecta con los futbolistas porque premia el esfuerzo y porque no vive solo de su pasado como estrella. Su discurso no es muy elaborado ni profundo pero sus decisiones hablan por él y son su mejor carta de presentación. No necesita venderse para que se le tome en consideración. Cuestión de crédito. De eso saben mucho Guardiola y Zidane.