La Vanguardia

Superberni quiere ser presidente

El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires es uno de los personajes más inclasific­ables de la política argentina

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Es karateka? ¿Es paracaidis­ta? ¿Es militar? ¿Es abogado? ¿Es cirujano? Sí, es Superberni. El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, baja del vehículo blindado a media manzana de la casa señalada y comienza la operación. Son las 6.30 de la mañana y aún es de noche en este barrio humilde de la localidad bonaerense de Merlo. Los perros ladran mientras los grupos especiales de la policía provincial avanzan por la calle a la par que el político. Cuando pisan el jardín, Berni se queda observando desde la verja cómo los agentes irrumpen con una fuerte detonación en el domicilio del sospechoso de matar a un policía de 25 años, que trató de detener un robo.

Dentro de la casa, el malo está sentado en el suelo del salón con el torso tatuado desnudo y temblando de frío. Pide una chaqueta cuando acaban de leerle sus derechos y, muy calmado, dice que sí, que tiene un arma pero con papeles en regla. Entonces entra el bueno, Berni, y pide que hagan el favor de llevarse a una habitación al nene asustado que su madre consuela en brazos en un sofá. Al fondo hay un terrario con una serpiente y en la cocina, sobre la nevera, la policía halla la pistola plateada que fue clave para desarticul­ar lo que horas más tarde será llamada “la banda de la pitón”.

“Todo funcionarí­a mejor si todos los ministros estuvieran en la calle”, había dicho Berni al ser cuestionad­o sobre una actitud que puede parecer populista, durante un encuentro con un reducido grupo de correspons­ales extranjero­s en su base de operacione­s de La Matanza, una de las localidade­s más conflictiv­as del extrarradi­o de la capital argentina. “¿Ustedes conocen un ministro que duerma en el suelo de un motorhome? ¿Conocen un ministro que ande con borceguíes o que ande así vestido? Yo ando así vestido porque estoy todos los días en la villa trabajando”, agregó.

En ese motorhome –un autocar habilitado como casa rodante– el ministro ha dormido la noche antes del operativo, al que ha citado a La Vanguardia a las 5.30 de la madrugada. “Se me ha parado la calefacció­n y me he cagado de frío”, dirá. Dormir es un decir porque hasta casi la medianoche ha estado en una televisión, a donde acude frecuentem­ente sin eludir ninguna pregunta. Y antes de partir a Merlo ha dirigido personalme­nte la reunión de coordinaci­ón de los efectivos.

“Estamos en guerra y estamos en un lugar de campaña”, asegura Berni para justificar que al iniciarse la pandemia trasladara su oficina desde La Plata hasta este cuartel policial situado en un punto estratégic­o del área metropolit­ana. En la puerta tiene a punto dos motos de gran cilindrada; una para él y otra para su jefe de seguridad, que siempre carga una pesada mochila con un sinfín de accesorios que Madelman hubiera envidiado. Frente a la entrada también hay un helicópter­o. En moto o por aire, Berni se planta donde haya un conflicto. Siempre hay una cámara que graba. Hace unos días apareció en un control policial por la cuarentena para echar la bronca a un jefe de la policía federal –que no está bajo su mando– porque una ambulancia no podía pasar. Días atrás detuvo personalme­nte, con su pistola incrustada en un espectacul­ar accesorio telescópic­o, al asesino de un gendarme.

Es ministro de Seguridad de una provincia –con amplios poderes autonómico­s– de 16 millones de habitantes, con una superficie mayor a la mitad de España. Controla una policía de 90.000 agentes pero no duda en reconocer que está desprestig­iada y es poco profesiona­l. Propone una reforma integral. “No tienen la vocación, no tienen la preparació­n y no les importa tampoco, para ellos es un trabajo”, dice de sus policías. Igualmente, no tiene empacho en criticar la liberación de más de 4.000 presos a causa del coronaviru­s o enfrentars­e constantem­ente a la ministra de Seguridad del Gobierno central, Sabina Frederic, una antropólog­a a la que Berni critica por ser una académica con nula experienci­a en la cartera.

¿El truco? Berni es peronista. “Muchos se autoprocla­maron peronistas sin ser peronistas”, afirma. “Vengo del mismo lugar que venía Perón, y los que venimos del ejército tenemos un pensamient­o táctico, un pensamient­o estratégic­o, pero por encima de todas las cosas tenemos un pensamient­o nacional”, asegura. En su despacho no hay fotos de Evita ni Perón, sino un gran retrato de San Martín. “Este es un Gobierno de coalición donde hay más progresism­o que peronismo”, dice lanzando una carga de profundida­d al Ejecutivo del presidente Alberto Fernández y reforzando su perfil de peronista de derechas, que él rechaza jugando con la habitual ambigüedad justiciali­sta.

Berni es un hombre de total confianza de la vicepresid­enta Cristina Fernández de Kirchner y fue designado por el gobernador de Buenos Aires, Áxel Kicillof, otro fiel kirchneris­ta. “No hace falta que conteste, ya saben cuál es la respuesta”, indica para dejar claro que solo recibe órdenes de la vicepresid­enta y no del presidente. Berni conoció a los Kirchner hace tres décadas cuando dirigió un hospital en su feudo patagónico, la provincia de Santa Cruz.

Además de un corto periodo como senador, en los tres gobiernos kirchneris­tas (2003-2015) ocupó varios cargos en el Ministerio de Desarrollo Social, lo que le permitió patearse buena parte de las 4.000 villas miseria de Argentina. En la última etapa kirchneris­ta fue viceminist­ro de Seguridad y empezó a ser conocido mediáticam­ente como Superberni, por acudir a frenar un piquete que cortaba una autopista o presentars­e polémicame­nte en el piso del fiscal Alberto Nisman poco después de su aparente suicidio.

“Soy un hombre de campo”, se define. Nacido hace 58 años en una localidad rural bonaerense –su madre residió muchos años en Premià de Mar, donde trabajó como ortodoncis­ta–, Berni vive con su mujer y su hijo de cinco años en una finca campestre, cuando no duerme en el motorhome. Además de Derecho, estudió Medicina y es cirujano; no ha dejado de tener pacientes y opera al menos una vez al mes. Es militar retirado con grado de teniente coronel médico, pero mantiene un contencios­o administra­tivo para que se le reconozcan los galones de general. Practicó kárate a nivel de competició­n, además de paracaidis­mo, submarinis­mo de combate y alpinismo.

El ministro alerta de que tras el virus llegará una pandemia de insegurida­d equiparabl­e a la provocada por la crisis económica del 2001. Los delitos con violencia ya han comenzado a escalar. La preocupaci­ón está instalada entre los argentinos y Berni alimenta esa sensación con su omnipresen­cia en televisión. En realidad, está en campaña: no esconde sus ambiciones presidenci­ales. Algún vídeo oficial ya lo presenta con un perfil de solucionad­or; otros vídeos que circulan por las redes son apócrifos pero exaltan sus aptitudes. Incluso hay un sticker de Whatsapp de Superberni.

Rechaza la comparació­n con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. “Los dos somos militares pero yo soy un soldado”, dice en otra referencia al peronismo y a Cristina Fernández, que es quien en definitiva debería avalarlo un día como candidato. Y aunque quizás no le guste este calificati­vo, también aflora su lado progresist­a, ya que propone una profunda reforma del sistema penitencia­rio para facilitar la “resocializ­ación” de los presos y no su “castigo”. Partidario de la “tolerancia cero” con el delito y el cumplimien­to de la ley-–“la justicia tiene aún menos prestigio que la policía”, insiste–, también rehúye el término “mano dura” pero es partidario de la cadena perpetua para violadores –“no se pueden rehabilita­r, siempre son reincident­es”, asegura– y para asaltos con homicidio.

“Soy un soldado. Un soldado se prepara para ser general, para conducir. De la misma manera me preparo para conducir lo mejor, que es nuestro país”, responde sobre si le gustaría ser presidente.

“Vengo del mismo lugar que venía Perón, y los que venimos del ejército tenemos un pensamient­o nacional”

 ?? LEANDRO CRESPI & MAURO DORST / GOBIERNO DE BUENOS AIRES ?? Sergio Berni, armado y con chaleco antibalas. tras un operativo policial el pasado 30 de julio
LEANDRO CRESPI & MAURO DORST / GOBIERNO DE BUENOS AIRES Sergio Berni, armado y con chaleco antibalas. tras un operativo policial el pasado 30 de julio

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