Un verano parisino muy particular
En junio, apenas desconfinados, los concejales se reunieron para votar 200 millones de euros destinados a reavivar París. De los 15 millones destinados a la cultura, el adjunto Girard pidió medio para su idea del verano diferente. Porque, decía el 3 de julio a la prensa, “mantener una oferta cultural es indispensable para los parisinos, para el turismo, para los actores de la cultura, tetanizados hoy. Pero también para nuestra economía, que se apoya en la cultura. A París, el cierre total de oferta le ha costado centenas de millones de euros. Los establecimientos municipales, por ejemplo, han perdido 30 millones”.
El verano particular se apoyó en una convocatoria que recibió mil proyectos, de los que finalmente fueron seleccionados 120. El sistema concedía entre 2.000 y 20.000 euros a cada proyecto aprobado. En la dirección de asuntos culturales, en el Marais, examinaron el millar de propuestas, que además de obtener nota al proyecto artístico, debían satisfacer “desde el punto de vista de su posibilidad técnica, su adaptación a las nuevas normas sanitarias, responsabilidad ecológica e interés para niños o adolescentes”. El verano particular es también, así, un “peor es nada” para espectáculos de festivales abortados, como el de Avignon. Y concretizaba otro viejo proyecto de Hidalgo: “Un hecho cultural, a 15 minutos de distancia de cada parisino”. Desde el 15 de julio al 15 de septiembre, el municipio, que ya había revolucionado el orden urbanístico con manga ancha para terrazas de bares e incluso calles cerradas al tráfico para instalar mesas, entregó al verano particular el atrio de la municipalidad de París, escuelas e institutos, parques y hasta espacios de la gran mezquita.