La Vanguardia

EL BARÇA SIGUE VIVO EN LA CHAMPIONS

Se medirá ante el Bayern en cuartos de final

- CARLES RUIPÉREZ

Un luchador Messi volvió a liderar una trabajada y agotadora victoria del Barça ante el Nápoles (3-1)

En un final de curso tan distópico como tener que jugarse la temporada en 90 minutos en pleno agosto en una vuelta de la Champions sin público contra el Nápoles, séptimo de la liga italiana, Leo Messi puso la coherencia al servicio del Barça y se citó en Da Luz con el Bayern el próximo 14 de agosto.

Nadie cantó a capella el Cant del Barça ni se pitó el himno de la Champions, no se ondeaban banderitas en la grada con la senyera pero aun así era el Camp Nou. No es un asunto baladí. El encuentro se jugaba en casa de Messi. En el Estadi juega el futbolista más desequilib­rante y especial del mundo y eso tiene un peso y un valor. Su sola presencia puede ganar partidos. Una carrera suya puede dar brillo a una noche. Con una acción le basta para iluminar el camino a Lisboa. Si en el imperio todas las vías iban a Roma, en este Barcelona todas las carreteras, senderos, planes, viajes y atajos posibles pasan por el diez.

Con Leo inspirado, motivado y a un partido todo es posible en la capital portuguesa. A eso se aferran tanto Setién en el banquillo como Bartomeu en el palco. Y la primera víctima que cayó fue el Nápoles, al que un extraordin­ario inicio con un planteamie­nto atrevido que sorprendió a los locales no le sirvió para nada.

El arranque fue tan esperanzad­or para el cuadro italiano como preocupant­e para el conjunto blaugrana. No habían pasado ni 90 segundos cuando el Nápoles ya había estrellado un balón en el poste de Ter Stegen. Insigne, que fue titular, centró desde la izquierda. La pelota rebotó en Semedo y Piqué para acabar en los pies de Mertens que remató a la madera.

El aviso no hizo reaccionar al Barcelona. Tras una pérdida de Semedo, De Jong tuvo que bloquear el chut de Fabián. Justo después Zielinski intentaba un gol desde su propio campo y de nuevo el polaco remató alto tras una dejada de Mertens. Todo en nueve minutos en los que el Barça no olía la posesión.

Gattuso le ganaba la apuesta a Setién. Ver para creer. Y si el Barcelona cambió la dinámica fue gracias al balón parado. En un córner botado por Rakitic, Lenglet se elevó para marcar de cabeza. Uno de los que más celebró el 1-0 fue Messi, el primero en abrazar al francés. El gesto no fue casual. Porque a partir de ese momento, el argentino cogió de la mano al equipo y lo ayudó a cruzar hasta Lisboa como se lleva a un niño al colegio. El Barça supo entonces que nada malo le podía pasar.

Todo lo contrario que el Nápoles, que quedó intimidado por tal jerarquía. Solo así se entiende lo que sucedió en el 2-0. Un hombre solo puso en jaque a toda la defensa. Se enfrentó al mundo. Se fue directo al muro y lo abrió como Moisés el mar Rojo. Recibió Messi en la banda rodeado de Insigne y Mario Rui y los regateó. Entró en el área y casi la pierde ante el gigante Koulibaly. Pero recuperó el balón desde el suelo. Se lo apropió ante Manolas, se levantó y antes de que le pudieran tapar, chutó medio cayendo para batir a Ospina. Un golazo al alcance de uno solo. Y ese héroe capaz de parar un tren lleva la camiseta del Barça, como en los ochenta vestía la del

EL VIERNES 14

El diez, inspirado, noquea las ilusiones del gran inicio del Nápoles y se cita con el Bayern en Lisboa

SUFRIMIENT­O FINAL

Lenglet hizo el 1-0 de cabeza y Luis Suárez no falló desde los 11 metros pero Insigne recortó antes del descanso

Nápoles. Ospina tenía los ojos como platos. Ni entendió cómo se cocinó el primer gol de Lionel Messi ni tampoco comprendió lo que pasó en el segundo. De Jong centró con el interior y Leo controló con el pecho, esquivó a Mario Rui y le picó el balón ante su salida. Otra obra de arte, aunque el VAR lo anulase por manos después de amortiguar el balón.

Vivo como pocos, Messi sabía que la eliminator­ia no estaba decidida y acabó de desequilib­rarla en una presión a Koulibaly. Le robó la cartera y el defensa acabó chutándole la pierna. Un penalti tan claro que a Çakir le costó un mundo pitarlo. El capitán, dolorido, prefirió ceder el lanzamient­o a Suárez, que no falló desde los 11 metros.

El 3-0 era definitori­o pero antes del descanso Rakitic cometió penalti sobre Mertens e Insigne recortó. Eso provocó que el Nápoles intentase la hazaña. Gattuso metió a todos sus delanteros: Politano, Lozano, Elmas, Milik (al que le anularon un gol por fuera de juego)… y el Barça incluso acabó perdiendo tiempo cambiando a Suárez por Junior, un lateral. Messi terminó como único delantero. Pero él es la luz entre tanto encogimien­to.

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JOAN MONFORT / AP
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Celebració­n. Messi y Luis Suárez felicitan al defensa Lenglet por su gol
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DPA VÍA EUROPA PRESS / EP

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