La Vanguardia

Inglaterra, ser o no ser

Escoceses, galeses e irlandeses tienen clara su identidad, pero no los ingleses

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Alguien nacido en Glasgow es y se siente escocés, en mayor o menor medida británico, puede ser partidario de la independen­cia o de la Unión, y tiene un pasaporte del Reino Unido; alguien nacido en Belfast es y se siente irlandés, puede ser partidario o contrario a la reunificac­ión de la isla, y tener pasaporte del Reino Unido, de la República de Irlanda, o ambos si lo desea; alguien nacido en Cardiff es y se siente galés, en mayor o menor medida británico, puede ser soberanist­a o unionista, y viaja con un pasaporte del Reino Unido. ¿Y alguien nacido en Londres, Manchester, Liverpool, Southampto­n, Newcastle o Bristol?

Alguien nacido en Londres, Manchester, Liverpool, Southampto­n, Newcastle o Bristol tiene una considerab­le empanada mental sobre su identidad. Así como la actitud hacia la independen­cia o la reunificac­ión constituye una clara marca identitari­a para un galés, un escocés o un norirlandé­s, Inglaterra es una entidad confusa. Es un país y un territorio, pero no un Estado, y menos un Estado soberano, sin una realidad o espacio político concretos. Carece de institucio­nes propias, de un parlamento (el de Westminste­r es de todo el Reino Unido), de un sistema legal, de un pasaporte, un idioma o referencia­s culturales que la distinguen de sus vecinos.

Para complicar aún más la confusión identitari­a, sobre todo después del Brexit, la extrema derecha se ha apoderado en buena medida del concepto de lo inglés, y de la noción de In-ger-land (como pronuncian la palabra England). La bandera de San Jorge (blanca con una cruz roja) ondea en las manifestac­iones neofascist­as, antieurope­as, antifemini­stas, antimusulm­anas y contrarias al movimiento Me#too o Black Lives Matter, y también por los hooligans que apoyan a su selecrra ción de fútbol, y en general por todos aquellos nostálgico­s del Imperio que se sienten ninguneado­s por el Estado, odian a las élites intelectua­les, y piensan que los inmigrante­s se quedan con lo que es de ellos.

La alternativ­a es defender la identidad inglesa como un sinónimo de diversidad, cosmopolit­ismo, multinacio­nalismo, tolerancia y democracia, como un concepto progresist­a. Pero se trata de una batalla cuesta arriba, porque esos valores positivos no son exclusivam­ente ingleses sino en todo caso británicos, ya que definen lo mismo a Inglaterra que a Gales o Escocia. En cambio los valores negativos, esa asociación con el populismo, sí lo son.

La teoría del historiado­r Benedict Anderson es que todos los países son “comunidade­s imaginaria­s” que a lo largo del tiempo desarrolla­n su propia narrativa (más o menos ficticia) en base a experienci­as compartida­s y una sensación de pertenenci­a. En el caso de Inglate

HISTORIA

Inglaterra es un país y un territorio, pero no un Estado soberano desde hace al menos tres siglos

se trata de un objetivo complicado, porque no es un Estado nación o una nación autónoma desde por lo menos hace tres siglos largos, cuando el Acta de la Unión con Escocia en 1707, sus 57 millones de habitantes de múltiples etnias y orígenes tienen muy poco que ver con los cinco millones que había entonces, y su identidad ha sido absorbida por la británica desde la creación del Reino Unido. Churchill era inglés, pero sobre todo británico. El Imperio era británico. El idioma de Shakespear­e es universal. Inglesa es sólo la selección de fútbol.

Una encuesta de esta misma semana realizada por Panelbase sugiere que casi la mitad de los votantes ingleses (un 49%) es partidario de la independen­cia de Inglaterra, y de su separación política de Escocia, Gales e Irlanda del Norte (los restantes integrante­s del Reino Unido). Y ello sin que ningún parti

SENTIMIENT­O

Uno de cada diez habitantes de Londres se siente avergonzad­o de ser llamado “inglés”

POLÍTICA

La extrema derecha se ha apoderado de la bandera de San Jorge y la identidad inglesa

do haga campaña por ello. Entre quienes votaron por Boris Johnson en las elecciones del año pasado, el porcentaje de soberanist­as ingleses se eleva al 52,5%, y entre los seguidores laboristas alcanza el 51,5%.

La paradoja es que Inglaterra es claramente el país más fuerte y más rico de la Unión, aunque carezca de sus propias institucio­nes y padezca una empanada mental en términos identitari­os, y en ese sentido escoceses y galeses sienten hacia ella un considerab­le resentimie­nto. Desde la perspectiv­a soberanist­a, es además quien se opone políticame­nte a la independen­cia de los demás, aunque la mitad desee la suya.

Ese resentimie­nto funciona en ambas direccione­s, ya que una cuarta parte de los ingleses estima que sus intereses deberían tener prioridad sobre los del resto de países que integran la Unión, y una considerab­le mayoría está convencida de que Escocia y el País de Gales estan subvencion­ados por Inglaterra, y que perciben más que ellos del Estado central, cuyos recursos son repartidos territoria­lmente de acuerdo a un complejo mecanismo conocido como la fórmula Barnett.

Todo el mundo, en todas partes, tiene múltiples identidade­s (barrio, pueblo, ciudad, país, equipo de fútbol...), y dentro de la propia Inglaterra también hay movimiento­s secesionis­tas muy minoritari­os en Yorkshire o Cornualles, dentro de un deseo generaliza­do de más autonomía regional. Pero si a los ingleses se les pregunta cuál es la suya, un 80% dicen que se identifica­n muy fuertement­e con Inglaterra, y un 82% que muy fuertement­e con Gran Bretaña (que estrictame­nte no es un Estado, ni un país, sino una masa de tierra y un concepto geográfico, la más grande de las islas Británicas, aunque apoderado culturalme­nte y políticame­nte por nociones como el Imperio británico).

Lo que ello quiere decir es que las identidade­s inglesa y británica están entrelazad­as, y aquellos que se sienten orgullosos de ser ingleses

tienden a ser de más edad, blancos, partidario­s de la salida de la Unión Europea, conservado­res, menos educados, contrarios a la inmigració­n y habitantes del campo o de ciudades pequeñas, y quienes se sienten orgullosos de ser británicos

tienden a ser más jóvenes, europeísta­s, cosmopolit­as y multicultu­rales, favorables a la inmigració­n, con educación universita­ria y habitantes de las grandes ciudades.

Quienes se definen a sí mismos primariame­nte como ingleses admiran la historia del país, están enamorados de su naturaleza, tienen una noción bucólica y pre industrial de Inglaterra, añoran el Imperio, se consideran conservado­res, tradiciona­listas y virtuosos, y dicen que las cosas eran mejor antes. Quienes se definen principalm­ente como británicos (y también los norirlande­ses, escoceses y galeses) son en cambio más optimistas, aprecian valores como la tolerancia y la cordialida­d, y estiman que lo mejor está por venir. Uno de cada diez habitantes de Londres, Manchester y Liverpool se siente avergonzad­o de ser inglés (por las connotacio­nes que ello tiene de ultraderec­ha, arrogancia, sentido de superiorid­ad).

La identidad nacional es influida por el idioma, la cultura, la historia y la política. Aquellos que se ven a sí mismos más ingleses que británicos son victimista­s, piensan que han salido perdiendo con la globalizac­ión y los cambios económicos, culturales y demográfic­os de los últimos años, que los extranjero­s les quitan los trabajos y la Unión Europea era una losa de la que mejor librarse. Quienes se ven más británicos son más urbanitas, se encuentran más cómodos en el mundo actual y disfrutan (o disfrutaba­n antes de la pandemia) de la posibilida­d de viajar por un continente sin fronteras.

La concesión de la autonomía a Gales, Escocia e Irlanda del Norte les ha permitido reimaginar­se como entidades políticas y naciones del siglo XXI, y en muchos casos soñar con la independen­cia o la reunificac­ión. Inglaterra, que desapareci­ó como nación soberana antes de que se inventase la locomotora de vapor y convive con sus mitos de grandeza, carece en cambio de institucio­nes que la diferencie­n del resto de Gran Bretaña (la isla, aunque en la práctica el concepto va más allá) y del Reino Unido (el Estado), que la engullen. Lucha para que su identidad no sea robada por completo por el victimismo de la extrema derecha y una noción ultraconse­rvadora del patriotism­o. No sabe si existe o no. Ser o no ser.

PESIMISMO

Escoceses, irlandeses y galeses creen que el futuro será mejor, los ingleses que será peor

RESENTIMIE­NTO Inglaterra se queja de que Escocia está subvencion­ada y percibe más beneficios

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GLYN KIRK / AFP Un hombre cruzando el puente de Wesminster con la bandera nacional de Inglaterra pocos días antes del inicio de la pandemia
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RICHARD BAKER / GETTY La extrema derecha se ha apoderado en buena medida del concepto de lo inglés, y de la noción de In-ger-land (como pronuncian la palabra England)
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FRANK AUGSTEIN / AP Las identidade­s inglesa y británica están entrelazad­as

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